Avelino vuelve a la vi?a
Recuperado de una grave ca¨ªda en su finca que lo dej¨® sin recuerdos, el viticultor que revolucion¨® O Ribeiro regresa para explorar nuevas formas de hacer vino
Avelino Lorenzo (Ber¨¢n, Leiro, 1931) ha vuelto a la vida para regresar a la vi?a. Del mes y medio que ech¨® en el hospital no recuerda nada. No sabe, ni siquiera, el pedazo de tierra exacto sobre el que cay¨®, ni por qu¨¦ termin¨® con sus huesos en el suelo. Cree, por lo que le cuentan, que fue delante de la hierbaluisa, porque su visera apareci¨® colgando de una rama. Rompi¨® la clav¨ªcula y ahora el hombro ha soldado de una forma extra?a, pero lo peor fue que la sangre se le subi¨® a la cabeza, y el derrame lo dej¨® sin memoria. Todos temieron por ¨¦l. Y entre los en¨®logos que tanto lo admiran se volvi¨® a recordar que el modesto y apacible Avelino es uno de los m¨¢s grandes viticultores del reino.
"Si me duele la cabeza y subo a la vi?a, se me pasa el dolor"
Trabajaba de noche porque de d¨ªa las f¨¢bricas acaparaban toda la electricidad
Ahora, recuperado del todo pero con la clav¨ªcula brotando hacia fuera como un sarmiento verde, sigue revis¨¢ndose y a¨²n ayer fue al m¨¦dico, pero el cuerpo ya sano, lo que le pide, es subir a la finca de Pazo y enfrascarse de nuevo en sus proyectos de autor. Cuando se jubil¨®, Avelino leg¨® casi todas las vi?as a sus hijos y anunci¨® que se iba a "dedicar al I+D+i". Los herederos sacaron dos marcas al mercado, el blanco Casas do Eirado y el tinto Vello Luciano, mientras que el patriarca reserv¨® para sus experimentos la etiqueta Vi?o do Avelino, que tantos premios le hab¨ªa dado.
Para su nueva etapa vital como explorador, este cosechero de Ribeiro, "pero de Ribeiro do Avia, el mejor de todos", se qued¨® unos dos mil metros cuadrados de terreno alto, soleado y orientado al Sur: una parcela en cuesta, partida por un camino y abrigada de todo lo malo para la vid por penedos grandes como monta?as y por el propio pueblo de Ber¨¢n, hecho de pazos inacabados, lagares y caserones en ruinas que levantaron hace siglos aquellos labriegos libres que hac¨ªan vino.
Se dice que el tostado que hace ahora Avelino es el mejor de O Ribeiro. Lo logra con treixadura, albilla y, sobre todo, moscatel de "grao mi¨²do", sobre el que a¨²n se discute si tradicionalmente ha sido variedad propia de la comarca, aunque la cepa de este cosechero es heredada y tiene 200 a?os. Desde la Universidad de Vigo vienen alumnos a estudiarla. A ¨¦sta y a todas las dem¨¢s cepas aut¨®ctonas que Avelino se empe?¨® en cultivar mientras la mayor¨ªa de los cosecheros de la zona se empecinaban en seguir con las uvas de Jerez y Alicante.
Pero la joya de su laboratorio es la anx¨¦lica, una tradici¨®n olvidada y ahora rescatada que no ampara la denominaci¨®n de origen. Las uvas desecadas que dan el vino tostado, una vez prensadas, se cubren de aguardiente y se dejan macerar. Luego se vuelven a exprimir y el resultado, la anx¨¦lica, combina un 50% de orujo y 50% de mosto. Tener acceso a alguna de las botellas que produce Avelino est¨¢ considerado un privilegio porque, desde que se jubil¨®, no las comercializa. "Hago el vino s¨®lo para los amigos", dice, y la verdad es que ¨¦l tampoco bebe apenas nada.
Estos d¨ªas le toca rodrigar. Y le pondr¨¢ a la tarea a¨²n m¨¢s cari?o que cuando fund¨® con otros la Cooperativa de Leiro y empez¨® a hacer "parvadas", es decir, "innovaciones". "No me mandaron al manicomio de milagro", recuerda. Su primera revoluci¨®n, en los 50, fue la de separar las cepas, que entonces se plantaban a 80 cent¨ªmetros. A una distancia de "entre 1,70 y dos metros y pico", demostr¨® que "menos plantas producen mucho m¨¢s". En los primeros 80, el loco de Avelino empez¨® a cosechar premios y a¨²n no ha acabado la vendimia.
De mozo, la vi?a no le dec¨ªa nada. A los 18, cuando a¨²n no hab¨ªa luz en Ber¨¢n, sac¨® el t¨ªtulo de radiot¨¦cnico por correspondencia. Luego empez¨® a ir a Vigo, a comprar componentes, y en el bajo de su casa se gan¨® la vida montando radios. Con el tiempo, tambi¨¦n televisores. Para obtener electricidad, tuvo que hacer alg¨²n truco. Y trabajaba siempre de noche, que de d¨ªa las f¨¢bricas de Ribadavia succionaban toda la corriente. Luego, despu¨¦s de dormir, recorr¨ªa la comarca en bici vendiendo sus aparatos. Hoy, la tecnolog¨ªa de Avelino sobrevive en algunas casas de O Ribeiro.
Pero suele pasar que "al final uno no termina donde pensaba", porque "pincha por el camino" o cambia de ruta. Y Avelino, por tradici¨®n local, y porque ten¨ªa un familiar que vend¨ªa sulfato, fue cogi¨¦ndole el gusto al arte del vino, y ahora, cuando se est¨¢ en casa m¨¢s tiempo del debido, nota la llamada urgente de su instinto cosechero. "Si me duele la cabeza y subo a la vi?a", asegura, "se me pasa el dolor. Yo no soy amigo de ir al bar, lo que me gusta es estar aqu¨ª". El sentimiento, al parecer, es rec¨ªproco, y la vid tambi¨¦n necesita su presencia: "Las plantas no hablan, pero entienden".
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