Naci¨®n cat¨®lica
?ste puede ser un pa¨ªs hip¨®crita y trastornado, pero tiene la incre¨ªble virtud de extra?arse de lo m¨¢s normal. Ahora nos sorprende que la Iglesia cat¨®lica est¨¦ en contra del aborto y, puesto que es rica, haga propaganda furibunda en contra del aborto y de los partidos pol¨ªticos que lo favorecen, y movilice a las organizaciones cat¨®licas de masas, a las cofrad¨ªas, a las hermandades. La Iglesia cat¨®lica tiene un sentido espectacular de la propaganda y la agitaci¨®n que conozco desde ni?o, ni?o de educaci¨®n cat¨®lica. Un d¨ªa de primavera, como ahora, pero en 1930, el austriaco Robert Musil apunt¨® en su diario que un buen serm¨®n cat¨®lico, heredero del barroco, hace siempre un uso enf¨¢tico de la trivialidad, la superficialidad y la falsedad.
La incorporaci¨®n de las cofrad¨ªas de Semana Santa a la nueva protesta cat¨®lica ha provocado una duda razonable en Carmen Calvo, presidenta de la comisi¨®n de Igualdad del Congreso que debate la reforma de la Ley del Aborto. Manuel Planelles recog¨ªa ayer en estas p¨¢ginas las meditaciones de la diputada cordobesa: "Conozco a muchos cofrades y nazarenos socialistas, ?se ha consultado la opini¨®n de todos los miembros de las cofrad¨ªas?" Seguramente Calvo se reir¨ªa si un obispo dijera conocer a muchos socialistas cat¨®licos y, a prop¨®sito del aborto, a?adiera: "?Se ha consultado a todos los miembros del partido?".
Aqu¨ª nos asombra que los cat¨®licos sean cat¨®licos y defiendan consecuentemente sus doctrinas con todos los medios a su alcance y desde todos los puntos donde tienen influencia. Cardenales, obispos, curas, monjas, antiguos alumnos de colegios cat¨®licos, colegios cat¨®licos, penitentes, rocieros y romeros en general procurar¨¢n armar el mayor ruido posible, que hoy d¨ªa puede ser mucho. Lo m¨¢s disparatado del caso es que a principios de los a?os ochenta del siglo XX la Semana Santa y las romer¨ªas estaban en silencio, en decadencia, sin prestigio, en v¨ªas de extinci¨®n, y las izquierdas, socialistas y poscomunistas, se empe?aron con verdadero fervor en resucitar las procesiones, las cofrad¨ªas, las hermandades, las estatuas ambulantes, el tambor y la trompeta, la campana, la uni¨®n del trono y el altar con escolta del Ej¨¦rcito.
La moral cat¨®lica es minoritaria, pr¨¢cticamente nadie la acata en lo que m¨¢s importa a la jerarqu¨ªa vaticana, el sexo animal puramente reproductivo, pero los socialistas han contribuido devotamente al sost¨¦n econ¨®mico de la Iglesia cat¨®lica desde el Estado. Incluso lo hacen por encima de los acuerdos entre el Vaticano y Espa?a. Y ahora se admiran de que la Iglesia cat¨®lica se exhiba en contra del Gobierno y el partido que la tratan excepcionalmente desde un punto de vista econ¨®mico y protocolario. A los curas los socialistas les piden que, por lo menos, prediquen s¨®lo desde los p¨²lpitos, en las iglesias, que no salgan a la calle a difundir sus ideas. ?Por qu¨¦ no, si dentro de unos d¨ªas los cat¨®licos tomar¨¢n las ciudades en estrepitosa procesi¨®n de capirotes, presididos por el cura y el alcalde y el militar?
Lo que parece no gustar ahora a los socialistas es que la religi¨®n se meta en pol¨ªtica, aunque el aborto para un cat¨®lico sea un asunto moral, y un asunto moral sea la pol¨ªtica. Los pol¨ªticos, eso s¨ª, se meten en las procesiones y en los bautizos y funerales cat¨®licos de Estado. ?No tiene derecho la mimada Iglesia cat¨®lica a decir p¨²blicamente que est¨¢ en contra del aborto, de la Ley de Aborto, de la reforma de la Ley de Aborto? S¨®lo me explico tanto contrasentido por las cualidades del pa¨ªs, un pa¨ªs de hondas tradiciones cat¨®licas: une a la hipocres¨ªa y el disparate una concepci¨®n clientelar del poder. As¨ª que los gobernantes socialistas, que prestan su apoyo y protecci¨®n a la Iglesia cat¨®lica, exigen que la Iglesia colabore con los gobernantes socialistas, es decir, que en este momento se calle.
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