Red, Disney, Keops
Hace unos d¨ªas sub¨ª una foto a una de las redes sociales a las que soy razonablemente adicta. Era de una pir¨¢mide egipcia, la de Dahshur, contemplada desde una peque?a reserva natural. Los p¨¢jaros que entonces disfrutaban de la paz de los ¨¢rboles y la bendici¨®n del agua sobrevolaban con elegante sencillez aquel pedazo de Tiempo conservado en piedra, y all¨ª quedaron, detenidos, transitorios, admirables en su fugacidad. Cuando tom¨¦ la fotograf¨ªa -el pasado mes de noviembre- me sent¨ªa tan inundada de belleza, tan protegida por amigos, que perpetr¨¦ la excursi¨®n un poco como solemos entender por "a la japonesa". Es decir, acumulando im¨¢genes -desbordantes- para m¨¢s adelante evocar las sensaciones. Amparada por los dioses digitales, met¨ª en mi SD, de talla extragrande, tantas impresiones como pude acumular. Colosos por aqu¨ª, faraones por all¨¢; obeliscos por ac¨¢, mutilados emblemas de poder por acull¨¢. Estelas e inscripciones, cabezas sueltas y pies gigantescos. Aparte, naturalmente, del otro Egipto, el de Al¨¢, que tampoco es parco en monumentos. Semejante derrame de Historia con may¨²sculas resulta dif¨ªcil de asimilar, y ello se hace m¨¢s evidente ahora que poseemos medios de reducido tama?o que pueden comprimir el trabajo realizado -la construcci¨®n y tambi¨¦n la destrucci¨®n, la desfiguraci¨®n, la suplantaci¨®n- durante siglos y m¨¢s siglos.Volv¨ª a casa, pues, con una cosita muy peque?a en el bolsillo que conten¨ªa -y contiene- los sue?os y pesadillas de dioses y de sabios, de reyes y de arque¨®logos, de peones de alba?il y de gloriosos arquitectos. La obra del Tiempo, sobre todo, tan magnificente y tan chiquitita, en su estuche de pl¨¢stico.
"La foto y todo lo dem¨¢s volaba por una Mastaba Universal, Internet"
Como es natural, me apresur¨¦ a mostrar una parte -mi entero pillaje de mirona habr¨ªa resultado abrumador- a los deudos y conocidos, y el disfrute consiguiente me dej¨®, sin embargo, un impalpable reguero de insatisfacci¨®n, que yo adjudiqu¨¦ al hecho evidente de que, no siendo japonesa, no he sido educada para el disfrute pleno de lo que antes llam¨¢bamos pase de diapositivas.Pero no era eso. Quiz¨¢ era -pens¨¦- que la acumulaci¨®n de im¨¢genes conllevaba una inevitable dispersi¨®n. Demasiadas piezas, demasiados puzles, demasiadas ¨¦pocas, demasiada arena.El otro d¨ªa, al subir la imagen a mi red social predilecta de estos tiempos, vi de repente lo que me hab¨ªa faltado, hasta en mis revisiones privadas del material. Descubr¨ª, en esa sobria pir¨¢mide previa a Giza, y en el aleteo de los p¨¢jaros, el fondo mismo, la causa y el resultado del viaje y de la visi¨®n de sus fantasmas: esa fragilidad del vuelo, captada en un instante todav¨ªa m¨¢s quebradizo -que ya no existe, que se me escap¨® igual que huye el momento mismo en que estoy escribiendo-, ese trazado de par¨¢bolas inasibles por encima de la frustrada voluntad de permanencia de los hombres.
Y lo mejor de todo. Que mi foto, los p¨¢jaros, la pir¨¢mide, las eras barridas por el desierto y los instantes mismos, los m¨ªos, los de los p¨¢jaros, todo eso volaba ahora por una Mastaba Universal llamada Internet, lo que a todos los contiene, lo que a todos nos divulga, lo que a todos permite existir, lo que a todos engulle. Pues hablamos de la boca misma del Tiempo, de su mejor par¨¢bola, aquella que m¨¢s se ajusta a lo que ahora somos. La Red, el todo y la nada.Entonces pens¨¦ en mi amigo Terenci Moix, de cuyo fallecimiento -bien, si ustedes creen que est¨¢ muerto: no es eso lo que yo pienso- se cumplen ahora seis a?os. Y de la ilusi¨®n con la que preparaba su p¨¢gina web, que no lleg¨® a existir -pero de eso sabe m¨¢s In¨¦s Gonz¨¢lez, su secretaria y ¨¢ngel guardi¨¢n-, como si se tratara de una pir¨¢mide con pasadizos y c¨¢maras secretas y conexiones que s¨®lo ¨¦l conoc¨ªa entre su vida y su obra.Y maldije a ese devorador de cuerpos, a ese raptor de la materia que no permiti¨® a mi amigo conocer las redes sociales que tanto le habr¨ªa gustado frecuentar, dado que fue muy activo en su amor a las tecnolog¨ªas y supo ver antes que muchos de sus colegas contempor¨¢neos, e incluso m¨¢s j¨®venes, la magia propia de Disney y de Keops -por poner un par de ejemplos f¨¢ciles- que contiene Internet.Pues s¨ª, me fastidia mucho que mi amigo Terenci se haya perdido Facebook y etc¨¦tera. Aunque? ?Qui¨¦n sabe?
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