?Acaso no nos alquilamos todos?
Leo que la ciudad de L¨¦rida o Lleida, con Ayuntamiento socialista, ha decidido seguir el ejemplo de Barcelona, con Ayuntamiento del mismo signo pol¨ªtico, y poner multas de entre 300 y 3.000 euros tanto a las prostitutas callejeras como a sus clientes; y que Granada se plantea hacer otro tanto, lo cual, probablemente, con el est¨²pido mimetismo reinante en Espa?a, llevar¨¢ a otros muchos lugares a adoptar las mismas medidas represivas, que, si mal no recuerdo, tienen su origen en Suecia hace m¨¢s de un decenio: aqu¨ª nunca se es original en nada. Seg¨²n la noticia, "el Consistorio leridano pondr¨¢ en marcha un plan integral para buscar alternativas sociales, educativas y laborales a las personas que se prostituyen". Las afectadas, sin embargo, se oponen a la nueva ordenanza. Subrayan que la prohibici¨®n no da resultado y que no est¨¢n claras las pol¨ªticas sociales alternativas. Y en efecto, es dif¨ªcil que lo est¨¦n, dado que fuentes policiales cifran en unas 1.100 las mujeres -en ning¨²n momento se habla de varones- que se dedican a la prostituci¨®n en Lleida. Mil cien, en una poblaci¨®n de unos doscientos mil habitantes, no son pocas personas a las que encontrar empleo, sobre todo en ¨¦poca de paro creciente y teniendo en cuenta, adem¨¢s, que la mayor¨ªa de esas mujeres no estar¨¢n preparadas para desempe?ar muchos trabajos de buenas a primeras, y que algunas los rechazar¨¢n de plano. Calc¨²lese una proporci¨®n similar en Granada, con su medio mill¨®n de habitantes, y en Barcelona, con sus m¨¢s de tres millones, y en el resto del pa¨ªs, por si acaso, con sus cuarenta y seis millones aproximados, y se ver¨¢ que este reglamento, aparte otras consideraciones, es tan imb¨¦cil como inviable.
"Cada cual ofrece lo que tiene para ganarse la vida, y eso no se ve como humillaci¨®n"
Pero vayamos a esas otras consideraciones. En la prostituci¨®n hay algo intolerable, y es que quienes no est¨¦n dispuestos a ejercerla se vean forzados a ello mediante coacciones y amenazas. Hay muchas mujeres en esa situaci¨®n, principalmente inmigrantes tra¨ªdas a nuestro pa¨ªs por las mafias, con enga?os o violencia, y que, dese¨¢ndolo, no pueden salirse de un negocio en el que jam¨¢s quisieron verse envueltas bajo ning¨²n concepto, ni aun muri¨¦ndose de hambre. Si, lejos de estar perseguida y penalizada, la prostituci¨®n estuviera legalizada; si hubiera un censo de sus practicantes y ¨¦stas gozaran de atenci¨®n m¨¦dica, seguridad social y el control del Estado, las llamadas "esclavas del sexo" -es decir, las atrapadas en ¨¦l contra su voluntad, y sin libertad para dejarlo- existir¨ªan mucho menos: tendr¨ªan a qui¨¦n recurrir, y las autoridades podr¨ªan ayudarlas a escapar de su situaci¨®n de servidumbre impuesta y clandestina.
Pero el resto del asunto no es en s¨ª mismo intolerable, o no lo es m¨¢s, digamos, que la pobreza en general, la explotaci¨®n de los trabajadores o la dureza de algunos oficios. Por mucho que ciertas feministas clamen hoy contra la prostituci¨®n de mujeres -la de los varones les trae sin cuidado- por lo que tiene de "humillaci¨®n" para su sexo, lo que siempre se esconde tras su condena es el m¨¢s rancio puritanismo y la abominaci¨®n de lo sexual, com¨²n a todas las Iglesias. De las putas se ha dicho invariablemente una falsedad interesada, a saber, que "venden su cuerpo", cuando lo que hacen es alquilarlo, de muy parecida manera a como los dem¨¢s alquilamos lo que podemos o lo que se est¨¢ dispuesto a contratarnos: el barrendero y la fregona alquilan sus manos, lo mismo que el estibador, que adem¨¢s alquila su espalda, o que el minero, que adem¨¢s alquila sus pulmones para que se los destrocen; otros muchos alquilamos nuestro tiempo o nuestros conocimientos o nuestra capacidad para darle a la tecla con alg¨²n sentido; cada cual ofrece lo que tiene para ganarse la vida, y todas esas actividades no se ven como "humillaci¨®n", sino como "dignificaci¨®n" de la persona. El trabajo se considera algo noble y honroso, independientemente de su calidad y su esfuerzo, y de lo mal o bien que est¨¦ pagado. As¨ª que nunca he entendido por qu¨¦ el de una puta -si no es por un prejuicio, religioso, que ve "pecado" en el sexo fuera del matrimonio, y aun dentro de ¨¦l seg¨²n el Papa Wojtyla- se tiene por todo lo contrario. Ellas alquilan el cuerpo entero, los dem¨¢s tan s¨®lo algunas partes, o bien la mente. ?Y qui¨¦nes son los Ayuntamientos, o el Estado, para entrometerse en una transacci¨®n entre dos ciudadanos adultos y libres (cuando las putas son libres), que en principio no implica delito ni da?o? ?Y en qu¨¦ se diferencia ese cliente del individuo que se acerca a alguien y le pregunta "?Quieres ganarte unas perras?", y le propone que le preste sus manos para recoger la fresa o para que le pinte su casa? ?En qu¨¦ se diferencia de usted o de m¨ª cuando paramos un taxi en la calle y le decimos al taxista que nos lleve a tal o cual sitio, seg¨²n tarifa? D¨¦jense los Ayuntamientos y las mojigatas de siempre -por muy disfrazadas que vayan de feministas- de tan antigua hipocres¨ªa. Con medidas como las de Lleida, Barcelona y quiz¨¢ Granada, lo ¨²nico que se consigue es arrojar a la indigencia a quienes ya malviven. Y acaso aumentar el n¨²mero de violadores en potencia, cuando los puteros comprueben que ya no pueden echar un solo polvo, ni siquiera por acuerdo mutuo y pagando a tocateja.
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