La bomba Cavendish
Desde Eddy Merckx ning¨²n corredor hac¨ªa tanto ruido en su debut en las 'grandes'
Como todos los genios, Mark Cavendish ha llegado a la cima muy joven, molestando, sin pedir permiso y haciendo ruido.
La cima, el objetivo m¨¢ximo de un sprinter que pretenda que le tomen en serio, la alcanz¨® el brit¨¢nico el s¨¢bado en el bulevar Italo Calvino, de San Remo, con un despliegue at¨®mico de velocidad y arrojo en los ¨²ltimos 100 metros de los 298 kil¨®metros de la Mil¨¢n-San Remo. As¨ª lo vivi¨® ¨¦l, con el derroche de l¨¢grimas, pura emoci¨®n desbordada, que ofreci¨® nada m¨¢s bajarse de la bici. Como Eddy Merckx cuando gan¨® la primera de sus siete primaveras en 1966, en su debut: ten¨ªa 20 a?os.
La juventud, que en su caso bien se podr¨ªa afirmar que es un grado, no la indican los 23 a?os con que gan¨® la classicissima en su debut, sino los 22 con que se cobr¨® sus primeras piezas en las volatas del Giro 2008. El ruido lo generan tanto sus despliegues de fuerza explosiva, su brutal capacidad de aceleraci¨®n en poco espacio, como sus declaraciones, su gusto por la provocaci¨®n, un afecto que no gusta nada ni a los poderes establecidos ni a los veteranos. "Una de las cosas m¨¢s bonitas de la Sanremo ha sido en las subidas ver a Boonen recular hacia la cola del pelot¨®n", dijo Cavendish, que respond¨ªa as¨ª a la descalificaci¨®n previa del belga. "Cavendish es muy r¨¢pido, pero no pasa ni una tachuela", le acusaba Boonen, abundando en el chascarrillo que recorre los corrillos flamencos, donde el ingl¨¦s pasa por especialista en el arte de agarrarse a los coches en las subidas.
Pero en La Cipressa, la subida fielato de la Mil¨¢n-San Remo, donde Boonen, v¨ªctima de calambres, pen¨® m¨¢s de lo que pensaba, el ciclista del Columbia, quien tambi¨¦n reconoce que las subidas no van con ¨¦l, no se agarr¨® a ning¨²n coche, sino que se enganch¨® a ¨²ltima hora al tren que puso en marcha Flecha, quien, mal colocado, se hab¨ªa quedado cortado y enlaz¨® por amor propio. "Y, acabado el descenso, Cavendish se acerc¨® y me dio las gracias por hacerle entrar", dice Flecha.
Otros venerables del pelot¨®n se sienten intimidados no tanto por la insolencia de Cavendish como por el bombo medi¨¢tico anglosaj¨®n que acompa?a sus logros, como las cuatro etapas que gan¨® en el pasado Tour. "No todos los Tours son iguales", advert¨ªa Freire antes de la Sanremo. "Lo ha hecho muy bien, pero en el Tour de este a?o no ser¨¢ lo mismo".
Habr¨¢ que verlo porque Cavendish, como todos los cracks, no se parece a nadie. Es bajito y tiene unos mofletes que le hacen parecer regordete, adorable, achuchable, pero sus muslos son de granito. Viene de la isla de Man, donde la locura del Tourist Trophy, las carreras suicidas de motos, pero prefiere recorrer sus carreteras en invierno, frente a la galerna, con su bicicleta, endureciendo alma y cuerpo en sus colinas. La ¨²nica moto que le gusta, puro mod, es la Lambretta. Tiene tres, con las que disfruta recorriendo la Toscana, donde tiene una casa y se entrena con el ex ciclista anglo-italiano Max Sciandri.
Personaliza el futuro del ciclismo, pero le gu¨ªa el pasado: su consejero estos ¨²ltimos meses es Erik Zabel, el alem¨¢n de sulfurosa fama, y Mario Cipollini, el senador vitalicio de la velocidad, ya lo ha designado como grande.
Viene de un pa¨ªs donde se valora m¨¢s el vel¨®dromo que la ruta y por eso se ha ido a Polonia al Mundial de madison. Pero ya est¨¢ acostumbrado a las rarezas: viene de una isla dentro de una isla en la que se conduce por la izquierda.
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