Diplomacia sin oficio
Cuando el Gobierno anunci¨® por boca de la ministra de Defensa la intempestiva retirada de las tropas espa?olas destacadas en Kosovo, hubo motivos para la preocupaci¨®n. Pero cuando, apenas unas horas despu¨¦s, el Gobierno comunic¨® a Estados Unidos que las tropas permanecer¨¢n en Kosovo durante un a?o y que, adem¨¢s, Espa?a aumentar¨¢ su contingente en Afganist¨¢n, los motivos de preocupaci¨®n se convirtieron en alarma. Porque este vaiv¨¦n de posiciones sobre un asunto de tanta trascendencia como es la presencia de tropas espa?olas en el exterior revela que ni se sabe qui¨¦n dirige la diplomacia espa?ola ni es posible identificar desde hace a?os nada parecido a una estrategia.
La manera de anunciar la retirada fue un error porque, como se ha podido comprobar en las declaraciones del secretario general de la OTAN y de los principales aliados, el Gobierno espa?ol ahondaba sin motivo en el principal reproche que se le ha dirigido desde la salida unilateral de Irak, y es que ha dejado de ser un socio fiable. Pero la manera de rectificar ha sido, por su parte, una s¨²bita revelaci¨®n de que, en el fondo, la diplomacia por la que ha optado el Gobierno no es ni buena ni mala, sino que, sencillamente, ignora su oficio. Nada m¨¢s perjudicial para la proyecci¨®n exterior de una potencia media con intereses regionales de primer orden, seg¨²n se defin¨ªa a Espa?a en los manuales, que el hecho de que el secretario de Defensa norteamericano haya tenido que optar entre las dos posiciones manifestadas por el Ejecutivo de Madrid en relaci¨®n con la presencia en Kosovo, prefiriendo quedarse con la primera y no con la rectificaci¨®n. Porque, con esta opci¨®n, con la necesidad de llevar a cabo esta opci¨®n, el secretario de Defensa Gates est¨¢ dando a entender, no ya que el Gobierno espa?ol ha dejado de ser un socio fiable, sino algo todav¨ªa peor, y es que no sabe lo que quiere.
La rectificaci¨®n no ha servido para apagar un fuego, sino para causar un incendio en otro frente
La rectificaci¨®n, por otra parte, no ha tenido como resultado apagar un fuego, sino provocar un incendio en otro frente. La misi¨®n en la que Espa?a participa en Kosovo est¨¢ encomendada a la OTAN, no a Estados Unidos. Resulta, entonces, fuera de toda l¨®gica que, mientras que el anuncio de la retirada se comunica un d¨ªa al secretario general de la Alianza, la rectificaci¨®n se dirija al Gobierno de Washington al d¨ªa siguiente. El resto de los aliados, por no hablar de los principales socios europeos, tienen razones adicionales para desconfiar del papel que pueda desempe?ar Espa?a en el futuro, incapaz de atenerse a los procedimientos y a los usos de los organismos e instituciones de los que forma parte. Porque esta especial deferencia hacia Estados Unidos no puede ser interpretada, fuera de nuestras fronteras, m¨¢s que como una prueba de la continuidad de la pol¨ªtica de reverencia transatl¨¢ntica, aunque de distinto signo: bajo los Gobiernos del Partido Popular se practicaba con respecto a Bush y bajo el Gobierno socialista se pretende construir en relaci¨®n con Obama. Y no s¨®lo en el asunto de Kosovo, sino tambi¨¦n en el de Afganist¨¢n, donde, al igual que en la antigua provincia serbia, las tropas espa?olas est¨¢n bajo el paraguas de la Alianza. Hasta donde se sabe, tampoco se le ha comunicado a ¨¦sta la disposici¨®n a incrementar el contingente espa?ol que se estaba negociando bajo cuerda en Washington.
Son numerosas las ocasiones en las que el presidente del Gobierno ha repetido que Espa?a no aumentar¨¢ el n¨²mero de efectivos en Afganist¨¢n. Gracias al vodevil en torno a la retirada de Kosovo, se ha sabido que se trataba de declaraciones de cara a la galer¨ªa: si Obama lo solicita, no si lo solicita la Alianza, el Gobierno espa?ol se aprestar¨¢ diligentemente a enviar m¨¢s tropas, intentado convertir en baza bilateral un acuerdo que debe ser multilateral. S¨®lo que esta disposici¨®n, este compromiso dictado una vez m¨¢s por razones electorales y de imagen, no como resultado de una evaluaci¨®n rigurosa de lo que le conviene al pa¨ªs, deber¨¢ superar un obst¨¢culo inesperado: conseguir la autorizaci¨®n del Congreso de los Diputados ha dejado de ser una cuesti¨®n de tr¨¢mite desde las elecciones en Galicia y el Pa¨ªs Vasco. Todo depender¨¢ de que alg¨²n grupo de la C¨¢mara d¨¦ pruebas de una responsabilidad que el Gobierno no ha demostrado. Tambi¨¦n de un oficio internacional que se ha ido quedando por el camino, y que hace que la pol¨ªtica exterior espa?ola no pueda ser juzgada en t¨¦rminos relativos de calidad. Tan s¨®lo, en efecto, en los m¨¢s elementales de acierto y error.
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