Balc¨®n con vistas a la industria peligrosa
Vecinos de toda Galicia viven asustados y enfermos por instalaciones que los gobiernos propician
En Mugardos, Luz Marina Torrente se aficion¨® a contar gaseros desde la ventana de su cocina. En los ¨²ltimos dos a?os ha visto pasar 42 buques cargados con toneladas de gas natural y detenerse frente a su casa. La ¨²nica regasificadora de Galicia est¨¢ a muy pocos metros de su vivienda. Como ella, el resto de los vecinos de la parroquia de Meh¨¢ todav¨ªa no salen de su asombro. Llevan casi una d¨¦cada protestando contra la planta de gas pero sus movilizaciones no impidieron que Reganosa construyera una terminal junto a un centenar de viviendas, al sur de la r¨ªa de Ferrol.
"Gobierne quien gobierne, la planta sigue creciendo y sigue aumentando el riesgo" explica Torrente, presidenta de la asociaci¨®n vecinal de Mugardos, "es triste ver que el inter¨¦s econ¨®mico pasa por encima de las leyes". Reganosa, participada por la Xunta con un 10% de accionariado, empez¨® a operar en mayo de 2007 y aspira a duplicar su capacidad hasta generar 825.000 metros c¨²bicos de gas cada hora.
Los m¨¦dicos le aconsejan vender. "?Pero qui¨¦n querr¨¢ mi casa?", dice ella
Recibieron una gu¨ªa de la Xunta para reaccionar en caso de emergencia
Por si fuera poco, la regasificadora linda con Forestal del Atl¨¢ntico, un complejo petroqu¨ªmico del grupo Tojeiro, impulsor y accionista de Reganosa. Para el Comit¨¦ Cidad¨¢n de Emerxencia, que agrupa a los opositores a la terminal, la planta de gas es "una amenaza para la vida" y Forestal "una bomba qu¨ªmica de destrucci¨®n masiva". "Tenemos dos de las empresas m¨¢s peligrosas de Galicia metidas en medio de las casas" insiste Torrente, "yo misma tengo el gasoducto pegado a la cimentaci¨®n de mi casa, bajo el jard¨ªn".
Cuenta que los vecinos de Mugardos y algunos de Ares recibieron el comprometido Plan de Emergencia Exterior (PEE) en el buz¨®n de sus casas en un sobre cerrado con el membrete de la Xunta y una gu¨ªa magn¨¦tica para adherir a la nevera con recomendaciones para reaccionar ante una emergencia: cinta aislante para sellar ventanas y puertas, linterna y pilas. M¨¢s de un vecino critica el plan "chapucero". Se sienten indefensos ante cualquier imprevisto por mucho que suenen las sirenas que se instalaron por el municipio.
Al norte de la r¨ªa de Ferrol, la sider¨²rgica Megasa est¨¢ encastrada entre bloques de viviendas en la desembocadura del r¨ªo Xubia (Nar¨®n). Figura en el Registro Estatal de Emisiones y Fuentes Contaminantes del Gobierno central, junto con Forestal del Atl¨¢ntico, y los humos de su chimenea "ambientan" el municipio naron¨¦s.
La planta arranc¨® en los 50 como una torniller¨ªa familiar y cerr¨® 2008 con 243 empleados y una producci¨®n de 750.000 toneladas de hierro. Durante d¨¦cadas, la ¨²nica entrada a la fundici¨®n era por el medio de las viviendas, en un traqueteo continuo de camiones y polvo de chatarra. Medr¨® la f¨¢brica y aumentaron las quejas vecinales encabezadas por los vecinos de la calle Somozas. Megasa abri¨® una entrada alternativa, se rode¨® de un paseo mar¨ªtimo y est¨¢ hoy tan mimetizada con el barrio que a pocos les llama ya la atenci¨®n. "El olor, el ruido, el polvillo siguen", reconocen desde el Comit¨¦ de Empresa.
A orillas de la r¨ªa de Pontevedra, el complejo industrial de ENCE rompe con el paisaje costero mientras la parroquia de Louriz¨¢n disputa una guerra silenciosa entre los que apoyan la continuidad de la pastera y los que defienden su traslado. "Aqu¨ª no hay gente nueva y nadie quiere construir, estamos los de siempre". Habla M? Teresa P¨¦rez, que hered¨® la casa de su madre, como Consuelo Veiga, que habita la finca que le dej¨® su abuelo. ?sta, con 75 a?os cumplidos, es la m¨¢s en¨¦rgica opositora a la planta y una de las pocas que recuerda la playa de Louriz¨¢n antes de los rellenos. Hoy, enormes mont¨ªculos de astilla borran todo rastro de aquello.
Junto a la Asociaci¨®n pola Defensa da R¨ªa (APDR) han presentado tres denuncias ante el juzgado y varias al Seprona por ruidos, olores, vertidos y emanaciones gaseosas. "Los olores han mejorado", conceden, "ahora lo peor es el polvillo de la astilla, sobre todo cuando hay viento". Despu¨¦s de unos d¨ªas fuera, Louriz¨¢n les recibe con inevitables irritaciones oculares. "Es cuando m¨¢s lo notamos", apunta Teresa. Y no s¨®lo ellas, sus huertas tambi¨¦n padecieron los efectos de la pastera. "Hace a?os, ENCE nos indemnizaba por los sembrados, se mor¨ªa todo" por "la lluvia ¨¢cida". "A m¨ª me dieron 50 euros por varios frutales y un sembrado de patatas. Ya no volv¨ª a pedir nada m¨¢s", espeta indignada Consuelo. El agua es otra batalla. Unas se inclinan por comprarla embotellada y otras, como Chelo, han instalado un purificador para poder beber del grifo. "Aqu¨ª todos tenemos pozos pero lo que hay ah¨ª abajo cualquiera sabe".
Las fincas "no tienen valor ninguno". Lo sabe bien la familia de Mar¨ªa Pe¨®n, que tuvo que marcharse por su alergia al mercurio y "les cost¨® mucho vender la casa", cuentan desde la APDR. Lo que pasa es que "un 80% de la que gente de aqu¨ª tiene a alguien en la f¨¢brica y no dice ni p¨ªo". El ruido, sobre todo de noche, es otro inconveniente tambi¨¦n denunciado sin ¨¦xito. Consuelo culpa de sus graves problemas respiratorios (acaba de superar una angina de pecho) al polvo de la astilla. "Me dec¨ªan los m¨¦dicos que para andar por fuera me pusiera mascarilla". Lo mejor para su salud, le recomiendan, es que venda la casa y se vaya. A lo que Consuelo contesta: "S¨ª, doctor pero ?qui¨¦n me la quiere?".
El pazo de San Jos¨¦, catalogado como bien protegido, est¨¢ pegado a tres enormes tanques en los que, cerca de la refiner¨ªa de Bens, a la entrada de A Coru?a, la Compa?¨ªa Log¨ªstica de Hidrocarburos almacena combustible para su distribuci¨®n por toda Galicia. S¨®lo una valla de alambre separa los muros del caser¨®n de esos dep¨®sitos de 6.000 metros c¨²bicos cada uno y considerados legales a todos los efectos despu¨¦s de perder los due?os del pazo una batalla jur¨ªdica que dur¨® m¨¢s de una d¨¦cada.
El Tribunal Superior de Xustiza de Galicia orden¨® derribar esos tanques antes del 3 de julio de 2008. Pero el Ayuntamiento de A Coru?a se apresur¨® a tramitar una nueva licencia para unos dep¨®sitos que declar¨® de "utilidad p¨²blica". Finalmente, el alto tribunal, aceptando un recurso de las autoridades municipales, anul¨® su orden de derribo por considerar que eran instalaciones legalizadas, con todos los vistos buenos, incluido el de la Conseller¨ªa de Medio Ambiente.
Estos tanques de hidrocarburos son s¨®lo una parte de las sucesivas ampliaciones de la refiner¨ªa instalada desde hace cuatro d¨¦cadas en una de las entradas de A Coru?a y que fue creciendo y acerc¨¢ndose a n¨²cleos como el barrio coru?¨¦s de O Ventorrillo o el de Meicende, en Arteixo. Zonas residenciales sobre las que no parecen tener ning¨²n efecto el art¨ªculo del Reglamento de actividades molestas, insalubres, nocivas o peligrosas que establece, "como regla general" que toda industria "molesta o insalubre s¨®lo podr¨¢ emplazarse a una distancia de 2.000 metros" del n¨²cleo de poblaci¨®n m¨¢s pr¨®ximo.
El aeropuerto coru?¨¦s de Alvedro tambi¨¦n est¨¢ rodeado de zonas residenciales. Y su ampliaci¨®n, pendiente del estudio de impacto ambiental, tiene en vilo a muchos vecinos no s¨®lo de Culleredo, donde se asienta el aer¨®dromo desde 1963, sino incluso del cercano municipio de Oleiros. Su alcalde, ?ngel Garc¨ªa Seoane, se ha puesto en pie de guerra por un informe de Aviaci¨®n Civil que obliga a prohibir la edificabilidad en zonas ya muy pobladas, como Santa Cruz, Montrove o Dorneda, al considerarlas afectadas por la huella sonora que supondr¨ªa la ampliaci¨®n del aeropuerto. Y los edificios y casas ya existentes deber¨¢n ser insonorizadas.
Ruidos atronadores de los aviones, ventanas que tiemblan y fuertes olores a queroseno son inconvenientes con los que los vecinos de Alvedro est¨¢n habituados. Una treintena de casas de Culleredo se ver¨ªan directamente afectadas por este proyecto de ampliaci¨®n del aeropuerto. No es el caso de los residentes en chalets que, en el extremo de la pista de aterrizaje, viven con vistas a la enorme pantalla de columnas que conforman el sistema de navegaci¨®n ISL. Unos vecinos que, al margen del ruido, andan preocupados por las emisiones de ese sistema, similar al de una antena de telefon¨ªa m¨®vil. Hace interferencias con sus mandos a distancia para abrir coches o puertas de garaje.
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