Cambio de carril
Vivimos extra?os tiempos de evoluci¨®n, desvinculados de la crisis econ¨®mica que parece anegarlo todo. In¨¦ditas sensaciones y vivencias sin precedentes de nuestra no tan joven democracia. El tap¨®n de la monarqu¨ªa personalista de Alfonso XIII impidi¨® una transici¨®n secular, empe?ados en la campa?a de Marruecos y el costoso desmembramiento de las colonias americanas.
La maquinaria del Estado apenas hab¨ªa variado desde los antecedentes absolutistas, la invasi¨®n napole¨®nica, que trajo el esp¨ªritu de la Revoluci¨®n Francesa ensartado en las bayonetas, no en la inteligencia o la educaci¨®n ciudadana. Tampoco es del todo cierta la frase despectiva de que los pueblos tienen el gobierno que merecen, juicio expresado por el escritor y fil¨®sofo Joseph de Maistre, que vivi¨® entre 1753 y 1821, o sea que se comi¨® el marr¨®n revolucionario de pe a pa.
Lo malo no es tropezar dos veces en la misma piedra, sino ser la piedra que golpean los dem¨¢s
No podemos saber si era bueno el are¨®pago, donde una tertulia de barrigudos atenienses envueltos en togas blancas -as¨ª los imaginamos- le dec¨ªan a la gente cu¨¢ndo ten¨ªan que emborracharse para festejar a Baco y cu¨¢ndo dejarse alancear por Marte. Inventaron la democracia, que protegieron de toda contaminaci¨®n reservando las decisiones entre unos pocos.
Lo malo no es tropezar dos veces en la misma piedra, sino ser la piedra que golpean los dem¨¢s. De vez en cuando alumbran ideas ingeniosas y v¨¢lidas. Solicito licencia para citar frases y conceptos que aparecen en las enciclopedias y que suelen ser ilustrativas. Una idea, de gran actualidad, la expres¨® otro estadista franc¨¦s, llamado Gustavo Le Bon: "Gobernar es pactar; pero pactar no es ceder". Y tutti contenti. Es lo que quiz¨¢s esperan muchos espa?oles, de una a otra parte, referido al asunto de la sustituci¨®n del gobierno en el Pa¨ªs Vasco. Si una cosa define al poder es su capacidad de adherirse a ¨¦l y formar un todo con s¨®lo alguna parte. Uno ve el gesto de incredulidad de quienes no pueden concebir el mero hecho de que la vara pase de mano, cuando la avellana est¨¢, precisamente, en la mera alternancia para descanso de los ejercientes y el deseo de escuchar una variaci¨®n en el solo de flauta que acaba fatigando.
?Ceder, nada menos! Hay que disfrutar de paciencia y considerar los cambios como manera de encontrar la postura m¨¢s c¨®moda para el cuerpo social. Un pol¨ªtico espa?ol que hubiera podido competir con Fidel Castro en la tribuna de oradores se ci?e bastante al tema: "Las coaliciones son siempre muy pujantes para derribar algo, pero impotentes para crear". Lo dijo don Emilio Castelar. ?Ah¨ª queda eso!
El naipe est¨¢ a¨²n en el aire, sin que, a la hora de escribir este comentario, sea un hecho el relevo de los independentistas y apenas se resguarden los colmillos de los futuros coaligados. Lo grave de la cuesti¨®n es que se quiera una cosa y se hable de otra y que en la pol¨ªtica est¨¦ proscrito el plural. No hay "nosotros", sino "yo", "t¨²" y, en todo caso, "ellos", la contrafigura que pudiera, por una vez, remediar una situaci¨®n de dif¨ªcil salida. El verbo ceder est¨¢ adormilado en los programas electorales.
Volviendo al pasado; de un pol¨ªtico mallorqu¨ªn, con una idea bastante clara del concepto naci¨®n, se relata otra amarga an¨¦cdota. Lo fue todo en esa actividad, diputado, senador, ministro, presidente del Consejo... La primera cartera que desempe?¨® fue la de Ultramar, el a?o 1892, ya en plena liquidaci¨®n de un imperio. Durante los primeros ocho d¨ªas recibi¨® cientos de visitas y expres¨® su decepci¨®n en la frase dirigida al subsecretario, Jos¨¦ S¨¢nchez Guerra: "?Nadie, ni una sola persona, me ha hablado del inter¨¦s p¨²blico! Todos eran asuntos personales". Y as¨ª nos luci¨® el pelo.
Durante mucho tiempo el desempe?o de los altos cargos iba confiado a personajes de s¨®lida fortuna personal, que encontraban en el poder la justificaci¨®n de la vida. Cuando intervino la ambici¨®n del dinero empezaron a torcerse las cosas, por el primoroso tejido defensivo que armaban los favorecidos, los favoritos. Y los trapos sucios salieron a la calle: Paul Valery lo resumi¨®: "Las discusiones se limitan a presentar al adversario como un tonto o un canalla". ?A que les suena?
Otro pol¨ªtico espa?ol, Francisco Silvela, tuvo el in¨¦dito valor de redactar as¨ª su despedida: "Tened la caridad de juzgarme por el ¨²nico acto del que me considero culpable: haber tardado tanto en declarar a mi pa¨ªs que no sirvo para gobernar". ?A que esto no les suena?
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