Prote¨ªna pura
Lo que sorprend¨ªa de Rafael Azcona era su capacidad de felicidad, de transmitirla, de hacerla tangible. La buscaba para los otros, la hallaba para ¨¦l. Con una conversaci¨®n, e incluso en silencio, Rafael Azcona se alzaba sobre la mediocridad y era capaz, como un buen cocinero, de hacer un fest¨ªn con casi nada, tambi¨¦n con el silencio. Caminaba solo, por su barrio, por las afueras; un d¨ªa se encontr¨® con Emilio Lled¨®, el fil¨®sofo, ya al final de su vida. ?Qu¨¦ haces por aqu¨ª?, le pregunt¨® Lled¨®. Y Azcona respondi¨®: "Por si te ve¨ªa". Y sigui¨® andando.
Se dec¨ªa que Joyce y Beckett se hicieron amigos porque no necesitaban hablar para comunicarse. Durante a?os, Azcona cultiv¨® una conversaci¨®n culta e inteligente basada en su propio silencio. Dejaba que el otro hablara, y de pronto a?ad¨ªa un pensamiento, una an¨¦cdota, el resultado de una experiencia; esa famosa an¨¦cdota en la que le dice a Juan Luis Galiardo, que le hab¨ªa contado sus penas, que con esos detalles terribles Dostoievski no hubiera tenido ni para un p¨¢rrafo, era Azcona en estado puro. Como un tenista bueno, devolv¨ªa la pelota con la elegancia de un caballero antiguo, sin despeinarse.
Manuel Vicent dec¨ªa que era prote¨ªna pura; de ¨¦l no sobraba nada, y si ¨¦l entend¨ªa que pod¨ªa sobrar guardaba silencio, se iba. Su humildad era lo contrario de la fatuidad, y su ego¨ªsmo estaba tachado. Inolvidable.
Un d¨ªa, Andreu Buenafuente lo llev¨® a su programa (entonces en Antena 3, ahora en la Sexta), y tuvo el sentido com¨²n de sentarse a comer antes con ¨¦l un arrocito en la playa, que compartieron con Juan Cueto y con alg¨²n amigo m¨¢s. Durante la conversaci¨®n, Azcona destrip¨® la historia del mundo, y por la noche, ya en el plat¨®, regal¨® la elegancia de su conocimiento. Ahora, La 2 ha rescatado a Azcona, su voz, su ingenio, con motivo de este aniversario de su muerte; de todas las im¨¢genes que el maestro dio para la memoria, una vez que abandon¨® su reclusi¨®n casi perpetua, hay una que s¨®lo se cuenta en silencio: cuando Andreu descubri¨® una placa en el plat¨® (plaza de Rafael Azcona) y el maestro derram¨® una l¨¢grima como si en el agua salada concentrara su alegr¨ªa y su silencio.
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