Iniesta y los simuladores
Seg¨²n el diccionario de la Real Academia Espa?ola, la definici¨®n de simulador es:
Simulador, ra. (Del lat. simulator, -oris). adj. Que simula.
Y, ya puestos, si buscamos simular, nos dir¨¢: Simular. (Del lat. simulare). tr. Representar algo, fingiendo o imitando lo que no es.
Se preguntar¨¢n a qu¨¦ viene este ataque de pulcritud definitoria y les dir¨¦ que llevo algunas jornadas fij¨¢ndome en la actitud de algunos jugadores dentro del terreno de juego y poni¨¦ndome en el lugar de los que juegan con ellos. Si quieren que lo ponga en idioma futbol¨ªstico, me quedo con una definici¨®n de Luis Aragon¨¦s, que se refer¨ªa a estos jugadores como a los que son m¨¢s bonitos que buenos.
Hace unos a?os se pod¨ªa ver en nuestras pantallas una serie que recib¨ªa el nombre de Los simuladores y que, b¨¢sicamente, recog¨ªa a un grupo de excelentes profesionales que viv¨ªan de ser algo muy diferente a lo que hac¨ªan en su trabajo.
Bueno, pues me parece que hay alguno que camina por las veredas del f¨²tbol que podr¨ªa tener alg¨²n papel importante en cualquier nuevo cap¨ªtulo ahora que eso de los cameos se ha puesto de moda y para lo que, simplemente, deber¨ªa hacer lo que hace cada domingo. Ni m¨¢s ni menos.
Veamos si soy capaz de llevar a sus retinas algunas im¨¢genes que ilustren el caso: una f¨¢cil es la de ese defensa que resuelve cada acci¨®n como si le fuera la vida, siempre exigido hasta el l¨ªmite, siempre rebozado en el barro, siempre exagerado en el gesto. Otro caso de f¨¢cil diagn¨®stico es el del delantero que corre tras esa pelota imposible; que muere en el esfuerzo cuando, desde que sali¨® del pie del compa?ero, sabe que ese misil no hay quien lo alcance. Tambi¨¦n est¨¢n en esta escuder¨ªa esos porteros que cada parada que realizan es m¨¢s espectacular, vuelan m¨¢s que en todas las anteriores, muchas veces hasta consiguen llevar los pies por encima de su propia cabeza en un vuelo sin motor de bella estampa y m¨¢s reducido valor pr¨¢ctico. Son aquellos que, cuando el bal¨®n va m¨¢s raso, m¨¢s pegadito al c¨¦sped, m¨¢s vuelan y se elevan. Y yo me suelo preguntar: "Si el bal¨®n va abajo, ?por qu¨¦ volar hacia arriba?".
Pero no se crean que se acaba aqu¨ª el muestrario, ya que, si uno empieza a fijarse, descubre centrocampistas que amagan con subir al ataque, pero nunca rompen la l¨ªnea de su medio campo y en cuanto el rival aprieta acomodan su espalda en el espacio libre entre los dos centrales. O extremos de efervescente acci¨®n que en cuanto driblan, en vez de encarar a puerta para ver los ojos al portero rival, enfilan como una flecha hacia el bander¨ªn del c¨®rner alegando en su defensa que son pasadores, no goleadores. Y los laterales que, cuando la pelota llega desde el lado contrario, se quedan pegados a su l¨ªnea de banda evitando que el extremo, el suyo, quede libre, pero dejando la espalda de su central m¨¢s desnuda que una streaper.
Ya ven, est¨¢n por todas partes y en todas las fases del juego. Si uno se atreve a mirar a un palmo fuera del terreno de juego, descubre a otra buena porci¨®n de estos personajes, unos vestidos de ch¨¢ndal, otros de traje (aqu¨ª el h¨¢bito no hace al monje), que chillan al ¨¢rbitro para distraer del mal rendimiento de su equipo, que proponen equipos trabajados y presentan meras acumulaciones de jugadores.
Y a todos ellos los destapa y les dice que est¨¢n desnudos un tipo menudo, de cara blanquecina, sin tatuajes ni peinados raros, sin novia star, que cuando pierde el bal¨®n sabe d¨®nde ha de estar para defender mejor y que cuando lo recibe en ataque su idea es el gol, el suyo o el de su compa?ero mejor situado. Un Iniesta vale m¨¢s que todos los otros. Unos simulan. El otro juega al f¨²tbol.
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