?Pasar¨¢ Ibarretxe a la reserva?
No se explica Ibarretxe que haya dudas sobre su presentaci¨®n como candidato a la investidura cuando tiene "80.000 razones m¨¢s" que Patxi L¨®pez para hacerlo (en referencia a los votos que le sac¨® el 1-M). Hasta aqu¨ª, normal, como dicen en Bilbao. Pero a?adi¨®: "Es al PNV, y a m¨ª personalmente, a quienes la sociedad vasca ha encomendado mayoritariamente la direcci¨®n del pa¨ªs para los pr¨®ximos a?os". Lo cual ya no es tan normal.
De nada ha servido que pol¨ªticos y profesores hayan recordado que en los sistemas parlamentarios no se elige presidente al candidato m¨¢s votado, sino al que sea capaz de articular en torno a un programa o compromiso de intenciones una mayor¨ªa parlamentaria que garantice su puesta en pr¨¢ctica. El lehendakari en funciones no acaba de apearse de su convicci¨®n personal de que debe seguir si¨¦ndolo. Es como si estuviera a la espera de que en el ¨²ltimo momento ocurra algo (como cuando Mayor Oreja lleg¨® tarde a la votaci¨®n).
Al PNV le toca demostrar la fuerza de sus ideas cuando no est¨¢n respaldadas por la utilizaci¨®n del presupuesto
Lo que no ha aclarado es si, tras su previsible derrota en la investidura, se convertir¨¢ en portavoz del grupo parlamentario del PNV o seguir¨¢ si¨¦ndolo Egibar, cabeza del sector independentista; o si lo ser¨¢ alg¨²n diputado m¨¢s pr¨®ximo a Urkullu. La direcci¨®n de su partido respetar¨¢ lo que decida, como ha venido haciendo desde que Arzalluz le entroniz¨® como l¨ªder natural del nacionalismo, tras las elecciones de 2001.
El 1-M los dados rodaron como si quisieran confundir a quien se viera como ese l¨ªder. Las encuestas pre-electorales ya hab¨ªan revelado una llamativa contradicci¨®n: una amplia mayor¨ªa consideraba necesario el cambio pol¨ªtico, pero casi en la misma proporci¨®n dec¨ªa preferir como lehendakari a Ibarretxe. Dos objetivos dif¨ªcilmente conciliables. En teor¨ªa, una f¨®rmula posible de cambio habr¨ªa sido un Gobierno PNV-PSE en el que el partido de Urkullu renunciara a la l¨ªnea soberanista. Pero para ello el lehendakari no pod¨ªa seguir siendo Ibarretxe; y para que no lo fuera, ten¨ªa que haber quedado por detr¨¢s de Patxi L¨®pez.
Pero qued¨® por delante y eso hizo que pasase a primer plano la alternativa de una mayor¨ªa sin presencia nacionalista. Esa posibilidad part¨ªa con el lastre de su escasa popularidad, seg¨²n las encuestas (era la preferida por entre el 7% y el 10% de los votantes vascos, frente a m¨¢s del 30% que optaban por la de PNV y PSE). El prestigio de lo probable permite suponer, sin embargo, que la popularidad de la hip¨®tesis L¨®pez-Basagoiti habr¨¢ crecido desde el 1-M. Ya ha ocurrido en el conjunto de Espa?a, seg¨²n se deduce de un sondeo de P¨²blico (19-3-09): el 40% avala esa f¨®rmula, frente al 15% que prefiere la de PNV-PSE.
Puede ser un presagio. Roto el tab¨² de que no pod¨ªa haber un Gobierno sin nacionalistas, tal vez el que se forme ahora sea capaz de conectar con sectores de la poblaci¨®n que vayan m¨¢s all¨¢ del ¨¢mbito de los partidos que lo respaldan. Es posible que su debilidad de partida sea un incentivo para buscar acuerdos con todos, como tuvo que hacer Su¨¢rez en la Transici¨®n; sabiendo que, como ha dicho Basagoiti, "aqu¨ª hay muchos nacionalistas y hay que saber gobernar tambi¨¦n para ellos".
Es al PNV al que ahora le toca demostrar la fuerza de sus ideas cuando no est¨¢n respaldadas por la utilizaci¨®n del presupuesto y dem¨¢s instrumentos del poder. Esa situaci¨®n, in¨¦dita en tres d¨¦cadas, tambi¨¦n dar¨¢ ocasi¨®n a los sucesores de Sabino Arana para decidir si aspiran a convertirse en un partido de Gobierno para el conjunto de los vascos o s¨®lo para su mitad nacionalista. El declive del PNV, perceptible en las elecciones en 2005, 2007 y 2008, ha estado enmascarado por su permanencia en el poder gracias a una pol¨ªtica de pactos en torno al programa soberanista de quienes le apoyaban, incluyendo en caso necesario a Batasuna y sucesores.
Esa pol¨ªtica, encarnada por Ibarretxe, hab¨ªa conducido al PNV a un callej¨®n sin salida. En el Pa¨ªs Vasco falta masa cr¨ªtica para un proyecto independentista, y hab¨ªa cierta impostura en pedir el voto autonomista, mayoritario en su electorado, para hacer la pol¨ªtica de la minor¨ªa radical. En aras de proyectos inviables, se renunciaba a reformas practicables, como las iniciadas en otras comunidades. La continuidad de Ibarretxe habr¨ªa supuesto otros cuatro a?os de ese empe?o voluntarista y personalista que ha perdido por el camino el pretexto que lo hizo nacer: el de que era el camino para convencer a ETA .
Al anunciar que competir¨¢ con L¨®pez por la investidura Ibarretxe dijo algo que sonaba a conocido: que, en contraste con los votos que ¨¦l pueda recoger, los 38 que sumar¨¢n PSE y PP ser¨¢n "para destruir". En el pacto suscrito en agosto de 1998 por PNV, EA y ETA los firmantes se compromet¨ªan a romper todo acuerdo "con los partidos que tienen como objetivo la construcci¨®n de Espa?a y la destrucci¨®n de Euskal Herria (PP y PSOE)".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.