Qui¨¦n se esconde en las manos del ladr¨®n
Estaba leyendo el ¨²ltimo libro de John Berger, De A para X. Una historia en cartas, y ese escritor ingl¨¦s cuyo rostro se ha ido transformando con los a?os, misteriosamente, en el de Samuel Beckett, le dijo: "Todas las historias son historias de manos, manos que agarran, que sopesan, que se?alan, que unen, que amasan, que enhebran, que acarician; manos abandonadas en el sue?o, manos que cortan, que comen, que limpian, que tocan m¨²sica, que se aferran, que aprietan un gatillo...". Y, claro, con la que est¨¢ cayendo en Madrid, Juan no pudo resistirse y a?adi¨®: "Y manos que roban". Luego se puso a mirar las fotos de preso de alguno de los encausados en el llamado caso G¨¹rtel y pens¨® en lo corto que puede ser el camino que lleva de meter las manos en la caja del dinero a poner la huella digital en una ficha de la polic¨ªa. "Llevarse un poco de donde hay mucho no es robar, sino compartir", le dijo John Berger desde su novela, sin duda para provocarlo, y ¨¦l le contest¨®: "S¨ª, pero eso vale para los presos pol¨ªticos de tu libro, que roban contra el poder, no para estos otros, que lo hacen en nombre del poder". Hay gente que cree que una urna y una hucha son la misma cosa, y que un voto siempre vale menos que un cheque, pero no siempre tienen raz¨®n, porque a veces llega un juez con la toga puesta, de esos a los que no les puedes colar el bal¨®n entre las piernas, y te explica que, como dijo alg¨²n fil¨®sofo de los que lee Juan Urbano, no se puede evitar que alguien sea un ladr¨®n, pero s¨ª hacer que deje de robar.
Pobre Madrid, tan rodeado de esp¨ªas de tebeo y malhechores de guante blanco
La Sala Civil y Penal del Tribunal Superior de Justicia de Madrid (TSJM) se ha declarado competente para mirarle las alcantarillas a algunos cargos p¨²blicos y juzgar ese caso G¨¹rtel, que es un asunto oscuro, lleno de ese barro negro de la pol¨ªtica con que algunos manchan las alfombras del Congreso y que, de momento, ya le ha salpicado el traje a varios altos cargos del PP. El TSJM relaciona con las "actividades aparentemente il¨ªcitas objeto de investigaci¨®n" a tres diputados de la Asamblea de Madrid, de los que sospecha que pueden haber recibido "importantes cantidades de dinero en atenci¨®n a sus actividades de mediaci¨®n e influencia, con motivo de la adjudicaci¨®n de contratos a varias empresas relacionadas con imputados en la causa seguida en dicho Juzgado Central de Instrucci¨®n". Dicho en plata: un mill¨®n doscientos mil euros en sobornos.
El magistrado de la Audiencia Nacional Baltasar Garz¨®n, que es quien instruye la causa, tambi¨¦n implica al tesorero del PP en el presunto cobro de otro mill¨®n trescientos cincuenta mil euros corruptos. A Juan le volvi¨® a extra?ar que existiera esa condici¨®n, la de aforado, que hace que investigar a un cargo p¨²blico sea m¨¢s complicado que investigar a cualquier otra persona que, seguramente, tendr¨ªa mucho m¨¢s dif¨ªcil cometer los delitos de los que se acusa a los presuntos inocentes del caso G¨¹rtel: cohecho, tr¨¢fico de influencias, blanqueo de capitales, falsedad y asociaci¨®n il¨ªcita.
La pregunta que nos hacemos casi todos, sin embargo, es hasta d¨®nde llega ese dinero, y qui¨¦n se esconde dentro de las manos de los supuestos ladrones, sean quienes sean. Alguno de los encausados ha afirmado haber llevado mil millones a la calle de G¨¦nova y a las casas particulares de alguno de los perseguidos. ?Qu¨¦ manos firmaron la orden? ?Cu¨¢les contaron las monedas? ?Qu¨¦ manos lo repartieron? Debajo de las multiplicaciones hay una gota de sangre de pato, dice Federico Garc¨ªa Lorca. Mala cosa, tener que acordarse tantas veces de ese verso.
En cualquier caso, pobre Madrid, tan rodeado de esp¨ªas de tebeo y malhechores de guante blanco. Esta ciudad se merece algo mejor, aunque algunos no se den ni cuenta. Ser¨¢n como ese Herodoto de Halicarnaso del que cuenta John Berger en su libro que fue el primero que escribi¨® que el problema de los tiranos era que dejaban de o¨ªr a los dioses porque los ensordec¨ªa el ruido de sus propias m¨¢quinas de guerra. Con el dinero pasa m¨¢s o menos lo mismo: brilla tanto que a algunos les vuelve ciegos.
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