La opini¨®n que no se ilustr¨®
Un libro re¨²ne vi?etas de las p¨¢ginas de opini¨®n de 'The New York Times' y saca a la luz algunas que no fueron publicadas en su d¨ªa por el diario
Antes de que nacieran los blogs estaban las p¨¢ginas de opini¨®n de los diarios. En uno de ellos, a principios de los a?os setenta, se produjo una revoluci¨®n: en la p¨¢gina opuesta a los editoriales de The New York Times comenzaron a publicarse opiniones externas sobre todo tipo de temas, algo que hasta entonces no hab¨ªa ocurrido en ese diario. Nac¨ªa la p¨¢gina mundialmente conocida como Op-Ed (opposite to editorials, enfrente de los editoriales), quiz¨¢ la m¨¢s influyente del mundo period¨ªstico. Y se decidi¨® que, en lugar de ilustrar esas opiniones con fotograf¨ªas, se invitar¨ªa a los mejores artistas para que interpretaran las ideas de las tribunas con total libertad. O casi.
Ilustrar ideas pol¨ªticas, religiosas, de importancia social y habitualmente pol¨¦micas es un arte que no siempre es compartido por quienes dirigen un peri¨®dico. "Pero quienes conocen por dentro un diario saben que lo que desde fuera se define con simpleza como censura a veces simplemente es un jefe con criterios diferentes, con antipat¨ªas concretas o simplemente ignorante". Son las palabras de Jerelle Kraus, responsable de arte de la p¨¢gina de opini¨®n del diario The New York Times durante 13 a?os y autora del libro All the art that's fit to print (and some that wasn't), (Todo el arte que cabe en las p¨¢ginas, y algo del que no cupo) un juego de palabras doble que alude al mensaje que ese diario lleva en su portada desde su fundaci¨®n, "All the news that's fit to print" ("Todas las noticias que entran en la p¨¢gina").
Kraus: "Lo que parece censura a veces es ignoracia o antipat¨ªa"
Kraus calcula que aproximadamente un 10% de las ilustraciones que encarg¨® en esos 13 a?os nunca llegaron a los lectores. Le ocurri¨® a una imagen del tirano ugand¨¦s Idi Amin por ser "demasiado severa", a Bill Clinton transformado en cruzado por ser "poco respetuosa", a Henry Kissinger por presentarlo con sus aventuras b¨¦licas tatuadas por todo el cuerpo y hasta a un term¨®metro que el poderoso editor Howell Raines consider¨® "pornogr¨¢fico".
Pero el otro 90% s¨ª consiguieron su objetivo: alcanzar el hemisferio derecho del cerebro, el de las emociones y la intuici¨®n del lector, obligarle a pensar o a interpretar de otra manera el texto al que acompa?aban. Cerca de 300 de esas extraordinarias ilustraciones, incluidas una treintena "nunca publicadas" -Kraus evita la palabra censura-, se recogen ahora en un libro que recorre no s¨®lo la ¨¦poca de Kraus, sino los 38 a?os de historia de la p¨¢gina Op-Ed.
En ella han colaborado un batall¨®n de artistas imprescindibles, como Ralph Steadman, (c¨¦lebre entre otras cosas por su matrimonio art¨ªstico con Hunter S. Thompson), Horacio Cardo, Brad Holland, Anita Siegel, Roland Topor, Philip Burke o Marshall Arisman. El libro, que incluye el trabajo de 142 creadores internacionales, viaja a trav¨¦s del arte a lo largo de los acontecimientos clave de las ¨²ltimas d¨¦cadas, pero tambi¨¦n le da voz a decenas de autores y periodistas y ofrece reveladoras an¨¦cdotas sobre la concepci¨®n y el trabajo en la Op-Ed, construyendo un volumen destinado a convertirse en una de las biblias de la historia de la ilustraci¨®n period¨ªstica moderna.
Sin embargo, All the art that's fit to print -que The New York Times no ha rese?ado, pese a que su autora comenz¨® a trabajar en ¨¦l cuando a¨²n era miembro de su redacci¨®n, que abandon¨® en 2007- est¨¢ consiguiendo publicidad en Estados Unidos precisamente porque muestra las im¨¢genes que The New York Times no se atrevi¨® a publicar. La supuesta censura es lo que m¨¢s llama la atenci¨®n, aunque la mayor¨ªa de lo que aparece en el libro s¨ª se public¨®. "Si trabajas para un peri¨®dico no eres independiente, aunque sea el mejor peri¨®dico del mundo, como en este caso. Y los editores temen m¨¢s a las im¨¢genes que a las palabras, porque son mucho m¨¢s directas. Pero mi principal objetivo al escribir este libro era retratar un fen¨®meno cultural y medi¨¢tico, diferente al de las vi?etas o tiras c¨®micas [el diario neoyorquino las tiene prohibidas], que supuso una revoluci¨®n dentro del periodismo visual", explica Kraus.
El libro tambi¨¦n alude a una ¨¦poca que ella considera acabada, puesto que desde que la ilustraci¨®n se hace por ordenador, el artista "se ha domesticado", ha optado por ofrecer diferentes versiones de la obra y es menos conceptual. Seg¨²n el ilustrador Mark Podwell, "lo que era maravilloso del arte en la Op-Ed de los setenta y ochenta es que no era literal. Tardabas un rato en entender lo que ve¨ªas. Adem¨¢s sol¨ªas hacer un dibujo y se imprim¨ªa. Hoy es muy raro que no te obliguen a cambiarlo o que directamente lo rechacen".
Es curioso observar el destino de algunos dibujos y la astucia de los jefes de arte para conseguir publicarlos. Podwall dibuj¨® un tanque cuyo ca?¨®n estaba formado por una menora (el candelabro jud¨ªo) para acompa?ar un art¨ªculo sobre la guerra de L¨ªbano en 1982. No se public¨®. Curiosamente, a?os despu¨¦s apareci¨® en el mismo diario ilustrando un art¨ªculo abogando por el derecho de Israel a defenderse.
Entre los que nunca llegaron al papel hay decisiones que realmente tienen poco que ver con el concepto pol¨ªtico de censura y m¨¢s con las percepciones subjetivas. Howell Raines, que lleg¨® a dirigir The New York Times (y dimiti¨® en 2003), fue redactor jefe de opini¨®n y una de las pesadillas de Kraus. "S¨®lo alguien con una mente tan retorcida como la suya pod¨ªa ver un pez¨®n en una bombilla (con la que se ilustraba un art¨ªculo sobre el copyright e Internet) o una eyaculaci¨®n en un term¨®metro (que acompa?aba las cartas al director)". Sin duda Raines es quien sale peor parado en un libro que tambi¨¦n describe c¨®mo aquel director abort¨® un dibujo del internacional Ben Shahn alegando que el artista "no sabe dibujar".
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