OTAN: los pr¨®ximos 60 a?os
La Alianza Atl¨¢ntica ha funcionado, pero ahora necesita una profunda reforma. Los europeos deben estar en un plano de igualdad con los norteamericanos. Para ello deben asumir sus propias necesidades de defensa
La Alianza Atl¨¢ntica es la historia de un ¨¦xito. Desde la firma del Tratado de Washington, hace ahora 60 a?os, hasta la disoluci¨®n del Pacto de Varsovia y de la Uni¨®n Sovi¨¦tica en 1991, cumpli¨® la misi¨®n para la que fue creada: defender a Europa occidental de la amenaza que ven¨ªa del Este. Algo que los europeos solos no hubieran sido capaces de garantizar.
Con el fin de la guerra fr¨ªa, la organizaci¨®n que se hab¨ªa creado en los a?os 50 para aplicar el Tratado, la OTAN, se encontr¨® con que su misi¨®n principal hab¨ªa desaparecido y emprendi¨® un camino de transformaci¨®n, m¨¢s dirigido a garantizar su supervivencia que a defender a los aliados contra otros riesgos, un tanto indeterminados. Se inici¨® una ampliaci¨®n hacia el Este que ha llegado hasta las fronteras rusas, y se aprobaron dos nuevos conceptos estrat¨¦gicos enfocados a ampliar los objetivos de la alianza y a promover la ejecuci¨®n de misiones fuera de ¨¢rea, que por supuesto no estaban contempladas en el Tratado y que inclu¨ªan, en ocasiones, operaciones de combate, como en el caso del bombardeo de Serbia durante la crisis de Kosovo, en 1999, ejecutado sin autorizaci¨®n del Consejo de Seguridad y en contra de la Carta de Naciones Unidas. La Alianza mostraba as¨ª su vocaci¨®n de convertirse en un gendarme global, arrog¨¢ndose la prerrogativa de decidir cu¨¢ndo una guerra era justa.
Los intereses de Estados Unidos y Europa pueden ahora no ser id¨¦nticos en algunos casos
La UE deber¨ªa estar en la OTAN como est¨¢ EE UU: pudiendo decidir y actuar por su cuenta
Es precisamente en esas misiones fuera de ¨¢rea donde se ha puesto de manifiesto que los intereses de Estados Unidos y Europa, id¨¦nticos en la guerra fr¨ªa, pueden ahora no coincidir exactamente en algunos casos. Las relaciones con Rusia se han deteriorado -en contra de los intereses europeos- por la iniciativa de Washington para desplegar parte del sistema de defensa antimisiles en dos pa¨ªses europeos y por la decisi¨®n de admitir como miembros de la OTAN, aunque sin fecha, a Ucrania y Georgia, que Mosc¨² considera esenciales para su seguridad. En Kosovo, se mantiene el despliegue de KFOR y se le dan nuevas misiones que suponen un reconocimiento de facto de la independencia, a pesar de que hay cuatro aliados, entre ellos Espa?a, que no la aceptan y de que la resoluci¨®n del Consejo de Seguridad (1244) por la que se cre¨®, reconoce la integridad de la Rep¨²blica Federal de Yugoslavia (hoy Serbia). En Afganist¨¢n, los aliados han visto evolucionar su misi¨®n desde la seguridad de Kabul hasta operaciones de combate en todo el pa¨ªs, sin que haya habido una decisi¨®n estrat¨¦gica com¨²n, y s¨®lo ahora, a iniciativa de Washington, parece que esa estrategia puede concretarse.
A pesar del radical cambio en el escenario estrat¨¦gico, los mecanismos de decisi¨®n aliados siguen siendo los mismos. Te¨®ricamente, la decisi¨®n corresponde al Consejo Atl¨¢ntico, pero en la pr¨¢ctica los pa¨ªses europeos -o algunos de ellos- se ven a veces compelidos a aceptar decisiones o a seguir estrategias adoptadas en Washington sobre las que tienen serias reservas. La consecuencia es un escaso entusiasmo que se traduce en aportaciones limitadas o restricciones en el empleo de la fuerza, con el consiguiente debilitamiento de la cohesi¨®n. La vuelta de Francia a la estructura militar integrada, m¨¢s formal que real, puesto que ya estaba en el Comit¨¦ Militar y en los Cuarteles Generales, podr¨¢ aumentar el peso europeo, pero no cambiar¨¢ por s¨ª sola la relaci¨®n interna de fuerzas existente ahora. Mientras los europeos act¨²en individualmente, la situaci¨®n ser¨¢ la misma.
Pasados casi 20 a?os de la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, una Europa reunificada, con 500 millones de habitantes y cerca del 30% del PIB mundial, no puede confiar eternamente su defensa a una potencia externa. La dependencia militar implica siempre una cierta dependencia pol¨ªtica y supone una limitaci¨®n evidente de la libertad de acci¨®n que la Uni¨®n Europea necesita para ejercer un papel relevante en el mundo multipolar que ahora emerge.
Sin embargo, Europa comparte con Estados Unidos y Canad¨¢, valores, ciertos intereses, riesgos y, sobre todo, una enorme conexi¨®n cultural, econ¨®mica y comercial que hace a ambas partes interdependientes. Una alianza pol¨ªtica y defensiva entre ellos sigue siendo ¨²til y necesaria no s¨®lo para la seguridad de ambos, sino tambi¨¦n para la estabilidad global. El v¨ªnculo trasatl¨¢ntico debe y puede seguir existiendo.
Pero este v¨ªnculo no puede expresarse ya a trav¨¦s de una estructura y unos procesos de decisi¨®n que est¨¢n basados en la relaci¨®n de fuerzas que exist¨ªa en la guerra fr¨ªa, es decir, que responden a la preeminencia pol¨ªtica que EE UU adquiri¨® en aquella ¨¦poca sobre los pa¨ªses europeos a cambio de otorgarles su protecci¨®n. La ¨²nica manera efectiva de que Europa asuma su responsabilidad y su parte de la carga com¨²n, es que esa relaci¨®n desequilibrada se sustituya por una alianza entre iguales en la que ambas orillas del Atl¨¢ntico tengan el mismo peso y sean igualmente aut¨®nomas y solidarias.
El Tratado de Washington debe ser reformado y convertirse en un tratado entre EE UU y la UE, al que puedan asociarse tambi¨¦n los miembros actuales de la OTAN que no forman parte de la Uni¨®n. El nuevo articulado deber¨ªa incluir, adem¨¢s, la posibilidad de acciones comunes fuera de ¨¢rea, y las condiciones en las que podr¨ªan llevarse a cabo, as¨ª como la extensi¨®n del compromiso de asistencia mutua a la defensa contra agresiones o amenazas que no tengan car¨¢cter territorial.
La Uni¨®n Europea tendr¨ªa en el nuevo tratado una voz ¨²nica, lo que deber¨ªa l¨®gicamente reflejarse en la organizaci¨®n y la estructura militar. Un solo representante de la Uni¨®n se sentar¨ªa en el Consejo Atl¨¢ntico, as¨ª como en el resto de los ¨®rganos aliados, incluido el Comit¨¦ Militar. En este ¨²ltimo, el representante europeo tendr¨ªa que ser el comandante de las fuerzas aliadas europeas, subordinado al Consejo Europeo, que deber¨ªa disponer de una estructura de mando propia de la UE.
Esta estructura no tiene que ser creada ex novo, puede ser la actualmente existente de la OTAN en Europa, aunque con una nueva dependencia puramente europea, ya que m¨¢s del 80% del personal y los recursos actuales son europeos y sus ¨®rganos pueden funcionar perfectamente sin la contribuci¨®n norteamericana.
Para evitar que las fuerzas de EE UU en Europa estuvieran subordinadas a los Cuarteles Generales con mando europeo, algo que las directivas presidenciales estadounidenses no permiten, se podr¨ªa establecer un Cuartel General espec¨ªfico para ellas, cuyo jefe ser¨ªa el interlocutor del comandante de las fuerzas aliadas europeas. Entre ambos Cuarteles Generales, europeo y estadounidense en Europa, se establecer¨ªan v¨ªnculos suficientemente estrechos para permitir un adiestramiento y un desarrollo de capacidades coordinados, as¨ª como la participaci¨®n en operaciones combinadas -bajo una u otra autoridad, seg¨²n el caso- cuando se produjera la decisi¨®n pol¨ªtica correspondiente.
De este modo, se conservar¨ªa un v¨ªnculo trasatl¨¢ntico s¨®lido -incluida la asistencia mutua- y se mantendr¨ªa la capacidad de actuar juntos, aprovechando la experiencia acumulada, pero con una organizaci¨®n que responder¨ªa mejor a la necesidad de una autonom¨ªa europea real. La Uni¨®n Europea estar¨ªa en la Alianza Atl¨¢ntica del mismo modo que Estados Unidos, es decir, sin depender exclusivamente de ella. Podr¨ªa tomar sus propias decisiones, sin pedir permiso a nadie, y asumir sus propias responsabilidades, incluida la de su propia defensa colectiva, lo que le dar¨ªa la independencia pol¨ªtica imprescindible para actuar como un actor global diferenciado.
A nadie se le escapan las dificultades que tiene la puesta en marcha de una reforma de esta trascendencia, empezando por la falta de unidad de los europeos, sin la cual no puede acometerse. La reforma tendr¨¢ que enfrentarse adem¨¢s, probablemente, a cierta incomprensi¨®n en Washington e incluso al intento de bloqueo de alg¨²n pa¨ªs aliado. El proceso de transformaci¨®n no ser¨¢ f¨¢cil ni, por supuesto, corto.
Y, no obstante, hay que intentarlo. Porque la alternativa es una progresiva falta de objetivos comunes, y, por ende, de la cohesi¨®n aliada, que puede conducir a la inoperancia de la organizaci¨®n, si no a su desaparici¨®n a medio plazo. Por el contrario, s¨®lo una adaptaci¨®n profunda a las nuevas realidades permitir¨¢ que dentro de 60 a?os otras generaciones puedan seguir celebrando el aniversario de una alianza que tanto ha contribuido a la paz en Europa y a la estabilidad global.
Jos¨¦ Enrique de Ayala es general de brigada del Ej¨¦rcito de Tierra en la reserva.
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