El fin de los tiempos
No ser¨¢ este cr¨ªtico quien reproche a un cineasta como Alex Proyas su tendencia a las derivas l¨²gubres del imaginario y a las preguntas un tanto rimbombantes sobre la textura de lo real, o, como en el caso que nos ocupa, sobre la naturaleza -arbitraria o determinista- del universo.
Los acontecimientos que rodearon a su segundo largometraje, El cuervo (1993), le otorgan todo el derecho del mundo a ponerse pesado en ambos aspectos: su estrella, Brandon Lee, muri¨® durante el rodaje -queda para los conspiranoicos debatir si la muerte fue accidental o no- y Proyas asisti¨® a la incontrolable sacralizaci¨®n de la pel¨ªcula como objeto de culto entre sensibilidades necr¨®filas y/o neog¨®ticas. No hay que acudir, pues, a su cine en busca de excesivas alegr¨ªas: si acaso, es territorio apropiado para exigir razonables dosis de gravedad, ambici¨®n conceptual, una forma sofisticada y, en el mejor de los casos, una obra maestra del calibre de Dark city (1998), su tercer e insuperado largo.
SE?ALES DEL FUTURO
Direcci¨®n: Alex Proyas.
Int¨¦rpretes: Nicolas Cage, Chandler Canterbury, Rose Byrne, Lara Robinson, Nadia Townsend.
G¨¦nero: ciencia-ficci¨®n. Australia, 2009.
Duraci¨®n: 121 minutos.
En Se?ales del futuro, el director aporta su toque de distinci¨®n al thriller apocal¨ªptico, en una clave numerol¨®gica que conecta con esas contempor¨¢neas ficciones que convierten al protagonista -y, por extensi¨®n, al espectador- en cript¨®grafo de urgencia en fren¨¦tica b¨²squeda de sentido. La pel¨ªcula tambi¨¦n funciona como s¨ªntoma de la ansiedad central que el esp¨ªritu de nuestra ¨¦poca inocula en casi todo tratamiento de la ciencia-ficci¨®n: la percepci¨®n de que quiz¨¢ nos hallamos ante el fin de la historia. Las series num¨¦ricas que una enigm¨¢tica ni?a dej¨® en una c¨¢psula de tiempo fracturan el ensimismado (y et¨ªlico) descreimiento de un profesor viudo (Nicolas Cage), convirti¨¦ndole en sujeto de un tortuoso s¨ªndrome de Casandra al borde de un Apocalipsis inminente.
El talento de Proyas brilla en la modulaci¨®n de la atm¨®sfera -de manera muy especial en el pr¨®logo- y en la plasmaci¨®n hiperrealista del horror -hay tres cat¨¢strofes en el curso del relato que quitan el hipo-, pero el desenlace huele a (eso s¨ª, comprensible) negociaci¨®n entre los nubarrones an¨ªmicos del cineasta y los rostros l¨ªvidos de los ejecutivos del estudio.
Babelia
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