Obama espera ahora la respuesta del mundo
S¨®lo el hecho de que no haya noticia de una sola bandera estadounidense quemada o un solo retrato del presidente de EE UU arrastrado por el suelo, hubiera justificado la ¨²ltima gira europea de Barack Obama. Pero, adem¨¢s de eso, el viaje, a¨²n limitado en cuanto a la consecuci¨®n de resultados concretos, ha marcado un nuevo estilo y abre una nueva ¨¦poca en el liderazgo internacional de la mayor superpotencia.
La gira de Obama ha mostrado al mundo una Administraci¨®n estadounidense humilde, capaz de reconocer errores, dispuesta a escuchar y aprender de los dem¨¢s, y, en ¨²ltima instancia, lista para seguir liderando el mundo pero acorde con las exigencias de este tiempo, en alianza con los amigos, en di¨¢logo con los enemigos y, en la medida de lo posible, en paz y en beneficio de las mayor¨ªas. Como record¨® Obama en Londres, "los tiempos en los que Roosevelt y Churchill se reun¨ªan en torno a una copa de brandy y lo arreglaban todo ya han pasado".
El nuevo estilo de liderazgo expuesto en la gira europea requiere resultados para sobrevivir
"Ven¨ªamos a proyectar lo mejor de EE UU y creo que lo hemos conseguido", dice un asesor del presidente
"Ven¨ªamos a proyectar lo mejor de Estados Unidos y creo que lo hemos conseguido", estima David Axelrod, el principal asesor de Obama. "Hemos recuperado el prestigio y Estados Unidos se ha vuelto a comprometer con el mundo. No puedo recordar un presidente que haya tenido una actuaci¨®n tan productiva en la escena internacional".
En efecto, el presidente norteamericano ha revitalizado la relaci¨®n preferente con los aliados europeos, ha abierto una prometedora v¨ªa de colaboraci¨®n con Rusia y China, ha conseguido un s¨®lido respaldo a su estrategia en Afganist¨¢n, ha propuesto los primeros pasos para un mundo libre de armas nucleares, ha reconstruido los lazos con un socio vital como es Turqu¨ªa y ha tendido la mano al mundo isl¨¢mico con la promesa de que Estados Unidos jam¨¢s estar¨¢ en guerra con ellos.
Todo ello, muy importante como presentaci¨®n de un nuevo y brillante horizonte para la humanidad, ha servido para robustecer la credibilidad de Obama y aumentar su fama -si es que esto es todav¨ªa posible- entre los ciudadanos de la mayor parte de los pa¨ªses del mundo.
Pero, admitiendo el ¨¦xito de imagen, ese esfuerzo puede no servir de mucho si no se ve corroborado por resultados espec¨ªficos que lo justifiquen ante la opini¨®n p¨²blica estadounidense, que es la que, en ¨²ltima instancia, juzgar¨¢. Y, en este sentido, el riesgo de este viaje es que Obama haya ofrecido m¨¢s de lo que ha obtenido a cambio.
En la cumbre del G-20, todo su trabajo para conseguir un acuerdo s¨®lo se vio relativamente compensado en el terreno que Estados Unidos m¨¢s apostaba, el de las acciones de est¨ªmulo econ¨®mico por parte de los Gobiernos. En Estrasburgo, las bonitas palabras de reconciliaci¨®n de los l¨ªderes europeos se tradujeron en modestas aportaciones de tropas a largo plazo en Afganist¨¢n. Y su oferta al mundo isl¨¢mico est¨¢, evidentemente, pendiente de obtener respuesta.
"Desde luego no esper¨¢bamos llegar aqu¨ª y cambiar el mundo en una semana, pero creo que hemos conseguido algunos resultados tangibles y hemos sentado las bases para obtener m¨¢s en el futuro", opina Axelrod.
Algunos resultados hay, por supuesto. La creaci¨®n de una nueva arquitectura del sistema financiero mundial, as¨ª como la inyecci¨®n de m¨¢s de un bill¨®n de d¨®lares (unos 750.000 millones de euros) a trav¨¦s del FMI y el compromiso de que los planes de est¨ªmulo de las principales econom¨ªas sumar¨¢n cinco billones de d¨®lares al final del a?o pr¨®ximo, son acuerdos que satisfacen los objetivos de Estados Unidos en el G-20. Los 5.000 soldados de refuerzo en Afganist¨¢n o el inicio de las negociaciones de desarme con Rusia se pueden mencionar tambi¨¦n entre los logros de la gira.
Pero, ciertamente, el mayor valor del viaje es lo que representa como inversi¨®n para una nueva relaci¨®n entre Estados Unidos y el mundo. El mejor ejemplo es el de la propuesta de desnuclearizaci¨®n. "La semilla est¨¢ plantada", en palabras de Axelrod.
El mundo ha visto a un presidente estadounidense capaz de juntar a m¨¢s de 20.000 personas en una plaza, de acudir con la misma naturalidad a una sinagoga en Praga y a una mezquita en Estambul. Ha visto a un presidente extraordinariamente popular y audaz, que no teme reconocer las responsabilidades de su pa¨ªs en la actual crisis econ¨®mica o en Hiroshima y Nagasaki.
Ese poder de la imagen de Obama puede ser muy rentable para Estados Unidos en el futuro y ha empezado a serlo ya para la comunidad internacional. La mediaci¨®n de Obama sirvi¨® para evitar un conflicto entre China y Francia en el G-20; fue decisiva para que Turqu¨ªa aceptara al dan¨¦s Anders Fogh Rasmussen como secretario general de la OTAN, y ha permitido el primer contacto -el lunes por la noche en Estambul- entre Turqu¨ªa y Armenia para tratar sobre el genocidio de 1915. "Su capacidad para mediar empieza por su capacidad para escuchar", afirma el portavoz de la Casa Blanca, Robert Gibbs.
Esa capacidad se va a ver puesta a prueba inmediatamente en un mundo que no deja mucho espacio para los buenos prop¨®sitos, como Corea del Norte se encarg¨® de recordar en medio de la gira. Obama va a estar enseguida presionado para obtener respuesta positiva a su oferta de un nuevo liderazgo. De momento, Rusia y China, aparentemente ancladas en el viejo patr¨®n, han frustrado los planes estadounidenses de conducir la reacci¨®n a Pyongyang a trav¨¦s del Consejo de Seguridad de la ONU.
"No estamos ciegos a la realidad de que los pa¨ªses tienen sus propios intereses", asegura Axelrod. Tambi¨¦n Estados Unidos los tiene, por supuesto, y si ¨¦stos no se ven compensados suficientemente y pronto, el hermoso eco de esta gira puede acabar convertido en un sue?o irrealizable.
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