Religi¨®n e integrismo
Pese a que pierda terreno conforme avanza el conocimiento, el hecho religioso parece consustancial al ser humano. Su raz¨®n de ser principal es aliviar la desaz¨®n que suscita a menudo el vivir y sobre todo el morir. Religi¨®n ha existido siempre y probablemente apareci¨® con la hominizaci¨®n misma, cuando su incipiente racionalidad hizo que nuestros remotos antepasados buscaran una balbuceante explicaci¨®n, que s¨®lo pod¨ªa ser sobrenatural, a una naturaleza misteriosa, tan pronto hostil como propicia, de la que depend¨ªa el vivir de cada d¨ªa y la propia supervivencia de la especie. Las divinidades, tanto masculinas como femeninas, a las que hab¨ªa que predisponer favorablemente para atenuar el desvalimiento humano debieron de ser muchas y muy diversas, con referencia casi siempre a lo m¨¢s presente: el sol, la luna, la tierra, la lluvia, el rayo, los animales.
La religiosidad puede centrarse en el individuo, pero no tiene por qu¨¦ ser p¨²blica
A diferencia del catolicismo, el Islam es a la vez una religi¨®n y un Estado
Con el lento progreso comenz¨® a entenderse mejor el mundo en derredor y surgieron las grandes religiones monote¨ªstas que, a partir de una verdad revelada, intentaron explicar la vida humana como creaci¨®n de un Sumo Hacedor y un tr¨¢nsito hacia la vida eterna. Entre sus rasgos figura el que todas fueron y son machistas. Dios en ellas siempre es var¨®n y con su auge ya no hubo diosas, otrora tan numerosas.
La coexistencia de esas religiones fue casi siempre conflictiva, ya que por definici¨®n todas ellas se consideran la ¨²nica verdadera. La historia est¨¢ llena, as¨ª, de guerras de religi¨®n y de aberrantes y criminales pogromos. Pero el progreso se aceler¨® y entre los avances m¨¢s notables de la Edad Contempor¨¢nea destaca el que empezara a modificarse el papel de la religi¨®n en la sociedad. Paulatinamente, se dej¨® de considerar obligado el tener determinadas creencias. El hecho de que ¨¦stas, por as¨ª decirlo, se privatizaran ha sido un paso de gigante. Por primera vez en la historia de la humanidad, desde hace poco m¨¢s de un siglo, en los pa¨ªses m¨¢s avanzados y desde hace unos decenios en otros m¨¢s a la zaga como Espa?a, cada cual puede creer o no creer lo que quiera y a nadie se le piden cuentas por ello. Preguntar por las ideas religiosas de una persona resulta hoy inusitado e incluso hacerlo en encuestas o censos est¨¢ vedado por las leyes. Ese respeto, que hoy nos parece esencial, a algo que pertenece a la esfera de lo m¨¢s personal, permite imaginar el sufrimiento que supuso en lo pasado para muchos la vigilancia p¨²blica de las ortodoxias y la persecuci¨®n, a veces atroz, de infieles y herejes.
Es l¨®gico, sin embargo, que las grandes religiones no acepten con facilidad abandonar el papel primordial que durante siglos han desempe?ado en muchos pa¨ªses. A la luz de la historia parece, empero, la suya una batalla perdida. Al ser el hecho religioso personal e intransferible hoy ha queda
-do demostrado en los pa¨ªses m¨¢s adelantados que la religiosidad puede centrarse en el individuo o como mucho en la familia, pero no tiene por qu¨¦ ser p¨²blica. En clara contraposici¨®n, no se entiende as¨ª en los pa¨ªses musulmanes ni por parte de algunos en pa¨ªses cat¨®licos como Espa?a o Italia. Ese af¨¢n por mantener la presencia de la religi¨®n en la sociedad y que ¨¦sta en sus leyes, usos y costumbres aplique siempre los preceptos de la correspondiente ley divina, es el integrismo o fundamentalismo tan presente en el mundo del Islam y en buena parte de la jerarqu¨ªa cat¨®lica. No en toda ella, por cierto, pues afirmaciones de algunos obispos espa?oles o italianos ser¨ªan impensables en un obispo franc¨¦s, cuyo pa¨ªs cuenta con una larga tradici¨®n de laicismo respetada por todos. Es verdad que las posiciones integristas se ven apoyadas desde el Vaticano, pero es muy posible que ese apoyo desaparezca en cuanto acceda al solio pontificio un Papa que no sea un conservador a ultranza, lo que ocurrir¨¢ tarde o temprano, si se tiene en cuenta que la Iglesia Cat¨®lica es una instituci¨®n vieja de siglos y sabia de experiencias. Cabe esperar as¨ª que alg¨²n d¨ªa acabar¨¢ aceptando el sacerdocio femenino, el matrimonio de los curas, el divorcio, la contracepci¨®n, la homosexualidad, incluso el aborto en determinadas condiciones. Respecto de este ¨²ltimo, en el mundo se registran unos 25 millones de interrupciones voluntarias legales del embarazo, buena parte de ellas en pa¨ªses cristianos, es decir, a juicio de los integristas, otros tantos asesinatos que, para mayor inri, se hacen con todas las de la ley.
En los pa¨ªses musulmanes es dif¨ªcil, en cambio, atisbar un abandono del integrismo a corto plazo. En ello influye que el Islam es una religi¨®n m¨¢s intervencionista que otras en la vida p¨²blica. Pese a su mayor brevedad, el Cor¨¢n, a diferencia de los Evangelios, es entre otras cosas un c¨®digo de derecho civil, sobre todo en lo que ata?e a la familia. Frente a la aseveraci¨®n de Jesucristo de que su reino no es de este mundo, se ha dicho que el Islam es a la vez una religi¨®n y un Estado. Incluso as¨ª, todo texto sagrado puede interpretarse, bien en sentido dogm¨¢tico, bien desde la tolerancia, y el Cor¨¢n no es excepci¨®n. Ha habido ¨¦pocas de esplendor musulm¨¢n en las que se practic¨® una convivencia con los dem¨¢s alejada de cualquier integrismo, como cuando con el califato de C¨®rdoba la Espa?a musulmana era bastante m¨¢s civilizada y tolerante que la Espa?a cristiana. Hoy ocurre lo contrario en casi todos los pa¨ªses isl¨¢micos, donde cunden la pobreza y el desempleo, las dictaduras ineficaces y corruptas y donde es l¨®gico que muchos se aferren al fundamentalismo religioso como asidero que d¨¦ sentido a su vida. Esos pa¨ªses intentan compensar su atraso pol¨ªtico y econ¨®mico con unos valores religiosos que consideran superiores, al evitar el materialismo y el hedonismo de las naciones desarrolladas. Muchas veces, adem¨¢s, la religi¨®n es uno de los argumentos esgrimidos por los dictadores para justificarse. Algo, por lo dem¨¢s, ya utilizado en Espa?a no hace mucho por nuestro invicto Caudillo. Por su historia y por su posici¨®n geogr¨¢fica, Espa?a podr¨ªa figurar a la vanguardia a la hora de ayudar, desde el respeto y la no injerencia, a que los pa¨ªses musulmanes, en particular los ¨¢rabes, progresen hacia la laicidad. La Alianza de Civilizaciones, una buena idea, necesita traducirse en hechos concretos. Entre otras cosas, ?no cabr¨ªa con m¨¢s becas e intercambios culturales facilitar que j¨®venes ¨¢rabes, sobre todo mujeres, vean de primera mano las enormes ventajas que reporta el dejar atr¨¢s dictaduras y fundamentalismos? Claro que para ello habr¨ªa que respetar, lo que no siempre ocurre ahora, costumbres y tradiciones, por m¨¢s que a veces nos parezcan harto discutibles, tal como sucede con el famoso velo que oculta los cabellos femeninos. Es cierto que se trata de una tradici¨®n de larga data, pero en lugar de imponer su desaparici¨®n hay que dejar que como tantas otras tradiciones se caiga por su propio peso. Espa?a, una vez m¨¢s, puede servir de ejemplo de c¨®mo cabe abandonar instituciones como la Inquisici¨®n, que dur¨® nada menos que tres siglos, y tantas otras cosas de nuestro pasado que hoy (casi) ning¨²n espa?ol echa de menos.
Cuando en los pa¨ªses musulmanes las mujeres sean profesoras, m¨¦dicas, ingenieras y ministras, hiyabs, chadores y burkas desaparecer¨¢n como desaparecieron los refajos, cors¨¦s y miri?aques de nuestras abuelas. Entre tanto, respetemos esas tradiciones, aunque sotto voce hagamos votos por que desaparezcan. Lo que ocurrir¨¢ alg¨²n d¨ªa cuando, como una bendici¨®n del Cielo, ya no haya integristas.
Francisco Bustelo es catedr¨¢tico jubilado de Historia Econ¨®mica y rector honorario de la Universidad Complutense.
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