Ni un d¨ªa, ni un c¨¦ntimo
La presa Hoover, considerada como una de las grandes obras de la ingenier¨ªa civil de toda la historia, fue construida entre 1931 y 1936, en el r¨ªo Colorado, en plena Gran Depresi¨®n norteamericana, y las obras finalizaron casi dos a?os antes de lo previsto, gracias al empe?o del ingeniero encargado de la construcci¨®n, Frank Crowe. Para conseguir su reto, Crowe presion¨® d¨ªa y noche a los trabajadores, sin importarle los riesgos que corr¨ªan, sin abastecerles de agua potable suficiente y sin tomar la menor precauci¨®n para que no resultaran intoxicados por mon¨®xido de carbono, como les ocurri¨® a bastantes de ellos. Evitar esas muertes y esas terribles condiciones de trabajo hubiera retrasado la obra quiz¨¢ seis meses, dentro del plazo autorizado, pero a Crowe le gustaban los retos y ser competitivo. La obra hubiera sido la misma, igual de grandiosa, igual de importante, igual de ¨²til... pero hab¨ªa simplemente una empresa y un hombre que no estaban dispuestos a perder un penique ni a perder un d¨ªa.
Pfizer realiz¨® ensayos cl¨ªnicos con ni?os nigerianos. Once de ellos murieron y 181 sufrieron da?os cerebrales
?No merecemos que se nos avise de que quiz¨¢ estamos conviviendo con m¨¦dicos que participaron en aquello?
La historia de Crowe viene a cuento de otras muchas, igualmente terribles, e incluso peores, que jalonan la biograf¨ªa de pretendidos grandes hombres y de famosas grandes empresas. Una de ellas, una de las peores, ocurri¨® en 1996 en Nigeria, cuando la multinacional farmac¨¦utica Pfizer, la m¨¢s grande del mundo, autoriz¨® a realizar ensayos cl¨ªnicos de un nuevo antibi¨®tico, posiblemente indicado para la meningitis y otras graves infecciones, con doscientos ni?os nigerianos. Once de ellos murieron y otros 181 sufrieron da?os cerebrales. Pfizer nunca ha aceptado su responsabilidad, pero esta misma semana sus abogados han anunciado un acuerdo con el Gobierno de Nigeria para indemnizar a las familias de los ni?os muertos y enfermos con una cantidad no determinada, pero que algunas fuentes cifran en 55 millones de euros. (?Qui¨¦n garantiza que el dinero acabar¨¢ en manos de los interesados y no se perder¨¢ en las sendas de la extraordinaria corrupci¨®n nigeriana?).
La cuesti¨®n es la siguiente: la meningitis no es una enfermedad espec¨ªficamente tropical que obligue a realizar los ensayos cl¨ªnicos en pa¨ªses del tr¨®pico africano. Se dan casos de meningitis en Europa y en Estados Unidos, y aunque es cierto que en esa ¨¦poca Nigeria sufr¨ªa una dur¨ªsima epidemia, el nuevo antibi¨®tico, llamado Trovan, pod¨ªa haber sido testado previamente en Norteam¨¦rica o en Europa, con las condiciones y las normas que exigen los departamentos de salud de los pa¨ªses m¨¢s desarrollados. La epidemia de Nigeria fue considerada, probablemente, por alg¨²n gran hombre como una oportunidad estupenda de acelerar los planes y los plazos.
Los nuevos antibi¨®ticos salvan, sin duda, muchas vidas. La presa Hoover tambi¨¦n permite llevar agua a millones de personas que padec¨ªan sequ¨ªa y pobreza. Simplemente, no hac¨ªa falta acortar los plazos. Las cosas son as¨ª de mezquinas. Si Trovan pod¨ªa ser un buen antibi¨®tico, bastaba con cumplir las reglas que rigen en el mundo desarrollado para lograr su homologaci¨®n. La formidable Pfizer asumi¨® un reto. Un m¨¦dico se empe?¨® en ser competitivo (no perder ni un penique ni un d¨ªa), y el resultado est¨¢ a la vista.
La pena es que conocemos el nombre de Crowe, un ingeniero canalla y aprovechado, de la Gran Depresi¨®n, pero no sabemos el nombre del ejecutivo y de los m¨¦dicos que dirigieron y participaron en el proyecto africano, hace escasamente diez a?os. ?Por qu¨¦ no? ?Por qu¨¦ los ciudadanos no tenemos derecho a saber qui¨¦nes son, c¨®mo se llaman, d¨®nde viven y d¨®nde trabajan? ?De qu¨¦ sirven nuestros representantes si no nos protegen difundiendo los nombres de las personas que participaron en aquel ensayo cl¨ªnico? ?Acaso no se difunden listas de personas a las que se acusa de pederastia? ?Acaso no protestan los padres del mundo desarrollado porque quieren que se les advierta cuando se instala en el barrio un violador de menores? ?No merecemos que se nos avise de que posiblemente estemos tratando y conviviendo con los m¨¦dicos contratados por Pfizer que estuvieron en Nigeria en 1996? No hace falta acusarlos de nada. Basta con difundir en Internet los nombres, contrastados y seguros, de los especialistas que participaron en aquel ensayo. Uno s¨®lo de ellos tuvo la decencia de denunciar lo ocurrido. Uno s¨®lo de aquellos m¨¦dicos envi¨® una carta al presidente de Pfizer explicando lo que, a su juicio, hab¨ªa ido mal. Al parecer, ya no trabaja en la compa?¨ªa.
?frica, los africanos, est¨¢ haciendo un enorme esfuerzo para abandonar el subdesarrollo y la corrupci¨®n. L¨¢stima que tenga que soportar a grandes hombres empe?ados en grandes retos. L¨¢stima que esos esfuerzos tengan que convivir en el siglo XXI con Benedicto XVI y con algunas grandes compa?¨ªas internacionales.
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