Zuma, el Reagan surafricano
El pr¨®ximo presidente del pa¨ªs es un l¨ªder carism¨¢tico y populista
Jacob Zuma es un tradicionalista zul¨² que dej¨® el colegio a los 12 a?os. Se ha divorciado dos veces, pero a¨²n tiene cuatro esposas y, seg¨²n dicen, est¨¢ a punto de casarse con una quinta; y ha tenido, que se sepa, 18 hijos. En los seis ¨²ltimos a?os se le ha acusado (sin que prosperara judicialmente) de violaci¨®n y de fraude, y de aqu¨ª a 10 d¨ªas ser¨¢ elegido presidente de Sur¨¢frica. Dado que es el candidato del gobernante Congreso Nacional Africano (ANC, en sus siglas en ingl¨¦s), el de Nelson Mandela, no hay nada, fuera de la mala salud o una muerte inesperada, que impida que Zuma, de 67 a?os, se convierta en l¨ªder del pa¨ªs m¨¢s rico y democr¨¢tico del continente africano.
La principal revista pol¨ªtica de Sur¨¢frica, The Financial Mail, resumi¨® un sentimiento muy compartido, dentro y fuera del pa¨ªs, cuando public¨® el a?o pasado en su portada una fotograf¨ªa de Zuma con una advertencia en letra grande: "Tened miedo". Los responsables de la revista se acordaban, seguramente, de otra imagen que inquieta a muchos surafricanos, sobre todo a los blancos: Zuma, sobre un escenario, vestido con un atuendo zul¨² de piel de leopardo, con una lanza en la mano y cantando la canci¨®n Traedme mi ametralladora.
La idea de que Zuma se convertir¨¢ en un Mugabe es exagerada
El l¨ªder del ANC parece m¨¢s un gato casero que un leopardo
El Gobierno pasa de un defensor de los derechos de la mujer a un pol¨ªgamo
"Una cualidad suya: es consciente de lo que no sabe", dice un ministro
Zuma: "Hay que diferenciar entre las opiniones de Mbeki y las del Gobierno"
"La era de negaci¨®n de la realidad del sida ha terminado", afirma una ministra
EL PA?S entrevist¨® hace poco en Johanesburgo a Zuma y otros personajes destacados del ANC y encontr¨® que, aunque el capital de idealismo acumulado durante la era Mandela se ha disipado, la idea de que Zuma vaya a convertirse en un d¨¦spota de caricatura al estilo Robert Mugabe es exagerada. En primer lugar, por el contexto pol¨ªtico en el que act¨²a. En Sur¨¢frica hay libertad de prensa y una oposici¨®n pol¨ªtica que se deja o¨ªr; existe un poderoso movimiento sindical y una sociedad civil vibrante, virtudes que no se detectan en Zimbabue.
En cuanto a la salud del Estado de derecho, cuestionada esta semana por la decisi¨®n del fiscal general de sobreseer la causa contra Zuma por fraude, sigue siendo con mucho m¨¢s robusta que la de M¨¦xico, un pa¨ªs de caracter¨ªsticas econ¨®micas similares. En segundo lugar, Zuma no ha dado de momento se?ales de ser ni fan¨¢tico ni un tirano. En persona, es m¨¢s gato casero que leopardo.
Cuando entona su canci¨®n de la ametralladora lo hace con una sonrisa c¨®mplice, no en plan amenazador, y cuando uno se encuentra con ¨¦l descubre que es de risa f¨¢cil y actitud afable, en contraste con su predecesor, Thabo Mbeki, un hombre fr¨ªo, estirado y acomplejado, que se vio forzado a dimitir el a?o pasado. Y, tambi¨¦n a diferencia de Mbeki, de intelectual no tiene nada. Zuma es el primer presidente del ANC, desde la creaci¨®n de la organizaci¨®n en 1912, que carece de t¨ªtulo universitario. No es un Mbeki, ni much¨ªsimo menos un Obama. No tiene ideas claras sobre nada, salvo un apego general a los valores fundacionales del Congreso Nacional Africano de la justicia social y el no racismo. Como presidente, ser¨¢ un Ronald Reagan de centro izquierda, un portavoz nacional con una habilidad innata para conectar con sus compatriotas m¨¢s que un dirigente que elabore pol¨ªticas o defina ideas.
No intenta pasar por lo que no es. "Soy dirigente del Congreso Nacional Africano porque sus miembros opinan que creo en los principios del partido", dijo en la entrevista. "?Por qu¨¦ voy a decir, cuando me elijan: 'Muchas gracias, ahora ¨¦sta es mi idea? ?No puedo hacer eso! Ser¨ªa traicionar a los miembros del ANC".
Zuma no se inmut¨® al sugerirle que, en un periodo de crisis econ¨®mica mundial, quiz¨¢ era necesario un l¨ªder que mostrase capacidad de liderazgo, que sacase su lanza y mostrara el camino, en vez de escudarse tras el programa de su partido. La analog¨ªa le gust¨®; solt¨® una risa y contest¨®: "La gente se equivoca al atribuir las estrategias pol¨ªticas a las personas cuando no son obra de las personas, son del Congreso Nacional Africano. As¨ª que no creo que deba presentarme y decir a la gente: '?sta es la pol¨ªtica econ¨®mica del ANC, pero no os preocup¨¦is, esta otra es la que yo voy a defender'. ?No puedo hacer eso!".
Hab¨ªa otros candidatos posibles a la presidencia del Congreso Nacional Africano (y, por consiguiente, de la naci¨®n) con muchas m¨¢s credenciales como l¨ªderes, pero, por motivos de luchas pol¨ªticas internas, Zuma acab¨® siendo la imperfecta opci¨®n de compromiso. En un pa¨ªs que, en general, observa cuidadosamente las formas de la correcci¨®n pol¨ªtica, cuyos anteriores l¨ªderes, como Mandela, eran ¨¢vidos defensores de los derechos de la mujer y en el que un tercio de los diputados parlamentarios son mujeres, tener a un pol¨ªgamo al frente resulta extra?o, como poco.
Una persona cuyas opiniones y decisiones influir¨¢n en las vidas de los surafricanos, m¨¢s que las de Zuma, es el ministro de Finanzas, Trevor Manuel, a quien algunos ven como vicepresidente en el pr¨®ximo Gobierno del ANC. Manuel, de tendencia marxista en sus d¨ªas de activismo antiapartheid, es hoy un hombre h¨¢bil y pragm¨¢tico admirado por sus hom¨®logos en Occidente. Sus posiciones econ¨®micas desmienten a quienes, en el mundo empresarial, temen que Sur¨¢frica se encamine hacia un modelo dictatorial o socialista. Peleado con el movimiento sindical, est¨¢ a favor de fomentar la creaci¨®n de empleo para los j¨®venes dentro de una econom¨ªa de libre mercado, aunque eso signifique rechazar las demandas de conservar los puestos de trabajo a perpetuidad para los miembros de los sindicatos.
Manuel, muy posiblemente el verdadero due?o del poder en un Gobierno de Zuma, se inclina por una visi¨®n optimista del futuro. "Para m¨ª, lo importante es la sensaci¨®n de que Zuma quiere demostrar que no hace falta nacer con los privilegios para ser capaz de hacer cosas. Por eso creo que hay grandes probabilidades de que triunfe en el Gobierno, sobre todo si no existen demasiadas capas entre ¨¦l y quienes pueden serle ¨²tiles, si est¨¢ bien asesorado. Una de sus cualidades es que es consciente de lo que no sabe".
El dilema de Zuma es que uno de los grandes retos del ANC es la lucha contra la corrupci¨®n, sobre todo en las instancias inferiores de la Administraci¨®n. En los ¨²ltimos a?os, los peri¨®dicos han estado llenos de noticias, entre otras cosas, sobre concesiones dudosas de contratos por parte de ayuntamientos del ANC. Y aunque el principal mensaje de su campa?a electoral ha sido que se castigar¨¢ con todo el peso de la ley la corrupci¨®n entre los cargos electos, Zuma ha pasado los ¨²ltimos seis a?os librando una batalla legal tras otra, primero por una acusaci¨®n de violaci¨®n (tuvo que someterse a juicio; fue absuelto), y segundo, por una de abuso de poder para enriquecerse.
Manuel subray¨® a EL PA?S que la suma en cuesti¨®n era una nader¨ªa (unos 40.000 euros, dijo, aunque seg¨²n otros la cifra asciende a 250.000) en comparaci¨®n con las fortunas adquiridas de forma sospechosa, entre otros, por banqueros estadounidenses, algunos de los cuales se han dedicado a redecorar sus despachos y comprar aviones privados con el dinero de rescate concedido por el Gobierno de EE UU. "Adem¨¢s, tiene que tener en cuenta nuestro sistema. Hay pa¨ªses en los que el jefe del Estado llama al Banco Central y pide dinero", explic¨® Manuel, en alusi¨®n a Robert Mugabe. "Aqu¨ª ser¨ªa impensable rebajarse a ese nivel. Porque el sistema est¨¢ ah¨ª y es s¨®lido".
Como tambi¨¦n lo es, cree Zuma, el sistema legal. Cuando le acusaron de violaci¨®n y fraude, era el vicepresidente del pa¨ªs, el segundo m¨¢s poderoso del Gobierno detr¨¢s de Mbeki. S¨®lo en una democracia "madura", seg¨²n Zuma, se pod¨ªa obligar a una persona con un cargo tan alto a dimitir y hacer frente a las acusaciones. "?En otros pa¨ªses, para empezar, no se habr¨ªa inculpado al vicepresidente del pa¨ªs, hermano!", exclam¨® en la entrevista, con otra de sus grandes sonrisas. "?No se habr¨ªa hecho! Ni mucho menos se le habr¨ªa sometido a un juicio p¨²blico... Nos enteramos de que est¨¢n investigando a Zuma, y el partido pol¨ªtico m¨¢s poderoso, el ANC, dice: dejemos que el proceso legal siga su curso. Si yo fuera periodista, dir¨ªa que en la punta sur de ?frica hay una democracia arraigada y comprendida por las masas; una democracia en la que nadie est¨¢ por encima de la ley".
El hecho de que la principal autoridad fiscal del pa¨ªs haya desestimado esta semana los cargos contra Zuma ha causado controversia, pero ¨¦l se esfuerza en dejar claro que ha sufrido un infierno legal hasta llegar a este momento, que ha corrido peligro de ir a la c¨¢rcel (de manera injusta seg¨²n ¨¦l, debido a la maldad de sus enemigos pol¨ªticos) y de caer en el olvido. En la entrevista reconoc¨ªa que la nube de corrupci¨®n que pende sobre ¨¦l es perjudicial para la causa electoral del ANC (y seguramente costar¨¢ muchos votos), pero que nunca pens¨® en dimitir como presidente del partido, un cargo para el que fue elegido hace 16 meses.
"Si la Constituci¨®n del pa¨ªs dice que uno es inocente hasta que se demuestre lo contrario, ?es que vamos a no respetar ese principio porque hay una nube? ?Por qu¨¦ hay que obligar a un individuo a que se haga el haraquiri sin saber si es inocente o no? ?Cu¨¢ntos tendr¨¢n que hac¨¦rselo si emprendemos esa v¨ªa? ?Por qu¨¦ juzgar un caso antes de que se someta a juicio? Y el hecho de que no quiera hacerme el haraquiri se debe precisamente a que respeto ese principio. No podemos dejar de respetarlo porque nos conviene pol¨ªticamente", a?adi¨® Zuma.
El presidente saliente del ANC y sustituto temporal de Mbeki, Kgalema Motlanthe, no siente especial afecto por Zuma, con quien ha librado batallas pol¨ªticas internas. Pero est¨¢ de acuerdo con su argumento esencial. El debate interno hab¨ªa sido entre la l¨®gica electoral pragm¨¢tica de pedir a Zuma que se retirara de la carrera y el clamor para luchar contra lo que se consideraba una injusticia. "Creo que, si nos hemos pasado", dijo Motlanthe, "nos hemos pasado por el lado bueno, porque me preocupar¨ªa terriblemente que la gente sintiera que estaba cometi¨¦ndose una injusticia y no est¨¢bamos haciendo nada para resolverla".
El gran error en tiempos de Mbeki, bajo cuyo mando trabaj¨® Zuma durante seis a?os como n¨²mero dos, no fue la corrupci¨®n, sino la negligencia oficial respecto al sida. Cinco millones y medio de surafricanos ten¨ªan el virus, y 900 mor¨ªan a diario. El presidente Mbeki ignor¨® casi por completo el problema. ?Qu¨¦ opina Zuma? ?Deber¨ªa procesarse a Mbeki? ?Deber¨ªa pedir perd¨®n el Congreso Nacional Africano por los errores cometidos, al menos? "No, no creo", respondi¨®, con una risa inapropiada, para luego seguir en un tono menos en¨¦rgico, menos claro y menos convincente que cuando hablaba de la postura del ANC sobre sus penalidades judiciales o el principio de la ley. "Hemos trabajado bastante bien sobre el asunto del sida... La gente tiene que diferenciar entre las opiniones de Mbeki y las pol¨ªticas del Gobierno, que fueron de amplio alcance... Hubo demasiado politiqueo a prop¨®sito del VIH y el sida".
Zuma sigui¨® hablando durante un rato de esta manera enredada y confusa. Era como si a Ronald Reagan, en una conferencia de prensa, le hubieran hecho una pregunta para la que sus asesores no le hab¨ªan preparado.
Lo que le salva a Zuma es que Barbara Hogan, la ministra de Sanidad nombrada por el Congreso Nacional Africano cuando Mbeki dej¨® el cargo el a?o pasado, ha dicho p¨²blicamente que ella s¨ª se siente "avergonzada" de una pol¨ªtica oficial sobre el sida que durante el Gobierno de Mbeki desemboc¨® en 365.000 muertes evitables por la enfermedad, seg¨²n un estudio de la Universidad de Harvard. "La era de la negaci¨®n de la realidad", ha declarado Hogan, "se ha terminado por completo en Sur¨¢frica".
Zuma carece de la claridad y decisi¨®n para hacer una afirmaci¨®n incluso tan obvia y necesaria como ¨¦sta. La cualidad que m¨¢s le distingue, y le salva, es un cierto encanto personal. Lejos de provocar rechazo u hostilidad, la impresi¨®n que transmite tras pasar una hora con ¨¦l es de haber estado en presencia de un ni?o grande, simp¨¢tico y elocuente. Un ni?o del ANC, que ha mamado a los pechos del ANC, que ha aprendido todo lo que sabe en la escuela del ANC. Se habr¨ªa podido decir algo parecido de Reagan, otro ni?o grande criado en la escuela de la derecha dura del Partido Republicano. Reagan, seg¨²n su gente, tuvo mucho ¨¦xito porque como presidente de Estados Unidos se limit¨® a desempe?ar el papel de portavoz y, a veces, risue?o embajador. El trabajo de gobernar lo dej¨® en manos de otros. La posibilidad de que Sur¨¢frica, con Zuma, siga siendo rica, para los criterios africanos, y democr¨¢tica, para los criterios generales, depender¨¢ en gran parte de que ¨¦l haga algo parecido; de que tenga la madurez pol¨ªtica de la que hace gala para nombrar a su alrededor individuos que posean virtudes de las que ¨¦l carece.
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