La cuesti¨®n m¨¢s importante en el Sud¨¢n
La consecuencia m¨¢s inmediata de la orden de detenci¨®n del presidente del Sud¨¢n, Omar Hassan al-Bashir, dictada por el Tribunal Penal Internacional el mes pasado, fue la expulsi¨®n de la mayor¨ªa de los organismos de ayuda del pa¨ªs, pero esa atenci¨®n mundial centrada en la regi¨®n de Darfur del Sud¨¢n, si bien est¨¢ justificada, ha eclipsado una cuesti¨®n a¨²n m¨¢s decisiva: la de mantener la b¨²squeda de una paz m¨¢s amplia en todo el Sud¨¢n. Lo m¨¢s necesario ahora es crear un consenso internacional sobre una estrategia para la aplicaci¨®n plena del Acuerdo General de Paz (AGP) de 2005 en el Sud¨¢n.
El AGP puso fin a la m¨¢s larga guerra civil de ?frica, que hab¨ªa dejado tras s¨ª m¨¢s de dos millones de muertos. En dicho acuerdo no s¨®lo figuran los par¨¢metros que deben propiciar la autodeterminaci¨®n del Sud¨¢n meridional, sino que, adem¨¢s, se expone un proceso de democratizaci¨®n del propio Sud¨¢n. Al fin y al cabo, el car¨¢cter opresivo del r¨¦gimen de Jartum es la ra¨ªz de muchos conflictos que han dividido el pa¨ªs.
La comunidad internacional tiene que conseguir la plena aplicaci¨®n del Acuerdo General de Paz
Si el Gobierno de Jartum persiste en socavar el proceso de reforma y desbaratar el refer¨¦ndum de libre determinaci¨®n prometido para el Sur en enero de 2011, el regreso a una guerra civil total es una posibilidad real.
El compromiso del Gobierno del Sud¨¢n con el AGP siempre ha sido equ¨ªvoco. De hecho, desde el fin de la guerra civil en 2005 el Ej¨¦rcito Popular de Liberaci¨®n del Sud¨¢n (EPLS) en el Sur ha tenido que enfrentarse con frecuencia a milicias que est¨¢n al servicio del Gobierno. Adem¨¢s, las fuerzas sudanesas de seguridad siguen armando a tribus ¨¢rabes que cruzan la frontera entre el Norte y el Sur con el fin de desestabilizar este ¨²ltimo, mayoritariamente cristiano.
No se debe permitir que la orden de detenci¨®n de al-Bashir espolee m¨¢s intentos por parte de su Gobierno de sabotear el AGP y el fr¨¢gil proceso que debe conducir al refer¨¦ndum de 2011. Tampoco debe volver a repetirse la desatenci¨®n internacional que durante demasiado tiempo ha permitido que el genocidio de Darfur resultara impune.
La inclinaci¨®n del Sur por la independencia ha cobrado impulso, porque el Norte no ha infundido un car¨¢cter atractivo a la unidad mediante la reforma y elecciones, como lo establece el AGP. Un segundo factor que impulsa la inclinaci¨®n por la deserci¨®n es la falta de compromiso del EPLS con la ideolog¨ªa de un Nuevo Sud¨¢n formulada por su fundador, John Garang, que hab¨ªa negociado el AGP y muri¨® en un accidente de aviaci¨®n en 2005.
Garang luch¨® por un Sud¨¢n democr¨¢tico, laico y unido, noble sue?o que el r¨¦gimen islamista de Jartum no ha tenido intenci¨®n de aplicar. As¨ª, la libre determinaci¨®n del Sur ha pasado a ser la ¨²nica salida pr¨¢ctica del dilema en que se encuentra el pa¨ªs y totalmente coherente con el acuerdo de paz de 2005.
Como el Norte tiene la capacidad -pero no la voluntad pol¨ªtica- de aplicar el AGP y el Sur tiene la voluntad, pero no la capacidad, una continua desvinculaci¨®n de la comunidad internacional podr¨ªa condenar al fracaso las perspectivas de paz. El Gobierno del Sud¨¢n Meridional padece graves limitaciones financieras, debidas a las irrealistas suposiciones sobre sus ingresos por petr¨®leo. A consecuencia de ello, su capacidad para mantener los servicios -y la capacidad militar para reaccionar ante cualquier maniobra del Gobierno de Jartum contra el acuerdo de paz- est¨¢ en grave riesgo.
S¨®lo Estados Unidos parece comprometido con la creaci¨®n de las condiciones necesarias para aplicar el AGP. El presidente George W. Bush, que recibi¨® en dos ocasiones al presidente del Sud¨¢n Meridional, Salva Kiir, en la Casa Blanca, aprob¨® un programa en 2006 para transformar el EPLS en un ej¨¦rcito profesional. M¨¢s recientemente, destacados congresistas americanos han recalcado ante Barack Obama la necesidad de aplicar medidas contundentes para aplicar el AGP.
Naturalmente, la ayuda financiera reviste importancia decisiva, pero el compromiso pol¨ªtico de la comunidad internacional es igualmente importante. Por ejemplo, aunque la Misi¨®n de las Naciones Unidas en el Sud¨¢n debe supervisar el cumplimiento del AGP, Darfur ha monopolizado pr¨¢cticamente su atenci¨®n.
La secesi¨®n de un Estado cristiano del Sud¨¢n Meridional respecto del pa¨ªs musulm¨¢n, importante miembro de la Liga ?rabe, tendr¨ªa consecuencias estrat¨¦gicas trascendentales. Ahora China, estrecha aliada del Gobierno de Jartum, est¨¢ sopesando cuidadosamente sus intereses petroleros y sus preocupaciones estrat¨¦gicas en el Sur. Recientemente, una delegaci¨®n rusa de alto nivel lleg¨® a Juba, capital del Sud¨¢n Meridional, con el objetivo declarado de "desempe?ar un papel m¨¢s activo en el continente africano". Y Jap¨®n, importante consumidor de petr¨®leo de Oriente Pr¨®ximo, ha invitado recientemente al presidente Kiir a visitar Tokio.
Resulta lamentable la falta de acci¨®n diplom¨¢tica de la UE. El derecho internacional y el procesamiento de criminales de guerra es importante para un orden mundial civilizado, pero no sustituyen el compromiso pol¨ªtico y financiero activo de apoyar un acuerdo de paz, internacionalmente leg¨ªtimo y urgentemente necesario, como el AGP en el Sud¨¢n.
Shlomo Ben-Ami, ex ministro de Relaciones Exteriores de Israel, es vicepresidente del Toledo International Center for Peace. Traducci¨®n de Carlos Manzano. ? Project Syndicate, 2009.
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