Piratas en el ?ndico
La misi¨®n internacional necesita mayor capacidad de disuasi¨®n frente a los secuestros
Pese a los esfuerzos desplegados por la Uni¨®n Europea, la Alianza Atl¨¢ntica y algunas de las principales potencias las aguas del ?ndico siguen siendo un punto negro de la navegaci¨®n internacional. M¨¢s de 16 barcos y 260 tripulantes se encuentran en manos de bandas de piratas que est¨¢n sembrando el terror en una de las rutas mar¨ªtimas m¨¢s frecuentadas del mundo. Y la ¨²ltima semana ha resultado particularmente dif¨ªcil para las embarcaciones que se han adentrado en el ?ndico, y tambi¨¦n para las fuerzas internacionales encargadas de su protecci¨®n. Un velero franc¨¦s, un carguero paname?o, un remolcador italiano y un portacontenedores norteamericano, cuyo capit¨¢n, Richard Phillips, estuvo a merced de los piratas hasta anoche mismo, han sufrido ataques en los ¨²ltimos d¨ªas.
El repunte en la actividad de los piratas no pone en duda la eficacia de los esfuerzos multilaterales, sino que demuestra la crudeza de los t¨¦rminos en los que se est¨¢ planteando el problema. La presencia internacional no ha tenido hasta el momento efectos disuasorios, como si los piratas buscasen deliberadamente el enfrentamiento armado y el cuerpo a cuerpo. Esta actitud obliga a que los pa¨ªses que participan en la misi¨®n de proteger estas aguas -entre ellos Espa?a, que desde principios de este mes dirige la fuerza europea en la zona- ajusten la estrategia a seguir. En principio la pirater¨ªa en el ?ndico era s¨®lo delincuencia a gran escala, pero hoy no cabe descartar que algunos grupos terroristas est¨¦n contemplando estas escaramuzas navales como un nuevo campo de batalla.
El fin de la pirater¨ªa frente a Somalia depende de que la misi¨®n naval internacional vaya adquiriendo mayor capacidad de disuasi¨®n, y del futuro pol¨ªtico del pa¨ªs. Si no se recompone el Estado en Somalia, el secuestro de barcos ser¨¢ una tentaci¨®n irresistible para los habitantes de un territorio sin ley. Tanto m¨¢s cuanto que los armadores, y puede que tambi¨¦n algunos Gobiernos, han pagado en el pasado rescates millonarios. El dilema pol¨ªtico y moral no es sencillo, pero cada secuestro que se resuelve como exigen los piratas se convierte en un est¨ªmulo para sus nuevas acciones. Y los secuestros que se resuelven por v¨ªas expeditivas, como el del capit¨¢n Phillips anoche, suelen acabar con ba?os de sangre en los que los rehenes corren los mismos riesgos que los piratas.
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