El muro de la miseria ya divide R¨ªo
Once favelas son cercadas para contener su expansi¨®n y luchar contra la droga
En el acceso a la favela Morro Dona Marta, enclavada en un precioso cerro del barrio carioca de Botafogo, se respira un ambiente tan apacible que no parece la entrada al suburbio donde hace s¨®lo unos meses los disparos formaban parte de la vida cotidiana. Hoy los colegiales van y vienen sin temor, hay un boyante mercadillo y un peque?o puesto donde los agentes de la Polic¨ªa Militar charlan relajadamente. Aqu¨ª no suena un tiro desde hace meses.
Desde diciembre, las calles est¨¢n limpias de narcotraficantes tras la contundente ocupaci¨®n de la favela por la polic¨ªa militar, que luch¨® varios d¨ªas con los delincuentes cuerpo a cuerpo. Varios presuntos criminales murieron y otros huyeron hacia los bosques selv¨¢ticos que rodean Dona Marta. Algunos dicen que est¨¢n refugiados en favelas vecinas y siguen con sus negocios, pero la polic¨ªa celebra uno de sus mayores ¨¦xitos en a?os: haber metido en cintura a una de las favelas m¨¢s insurgentes de R¨ªo de Janeiro e impuesto en ella una paz sostenible.
La medida s¨®lo est¨¢ proyectada para barriadas ubicadas junto a zonas ricas
"Esto es para que no molestemos a los que viven en el asfalto", dice un vecino
En la zona alta de la favela se construye desde hace dos meses un muro de aspecto penitenciario que llega a tener cinco metros de altura. Unos 40 hombres acarrean, cubo a cubo, el hormig¨®n armado necesario. "Esto no hay quien lo eche abajo", presume el maestro de obra.
Dona Marta es la primera de las 11 favelas de R¨ªo que antes de fin de a?o ser¨¢n cercadas por un muro. La iniciativa ha partido con gran sigilo del Gobierno del Estado de R¨ªo, que act¨²a en connivencia con la alcald¨ªa de la ciudad. No es la primera vez que se intenta aplicar una medida que siempre ha sido objeto de gran pol¨¦mica en Brasil. En otras ocasiones, los pol¨ªticos aludieron a la seguridad para justificar la medida, pero nunca consiguieron el apoyo popular. Esta vez han optado por bautizar al muro como "ecol¨ªmite" para destacar los aspectos m¨¢s medioambientales y campestres del proyecto.
Seg¨²n la empresa p¨²blica encargada de las obras, la finalidad del muro es frenar la deforestaci¨®n de los bosques atl¨¢nticos que anta?o cubr¨ªan como un manto los cerros cariocas. Lo que nadie ha explicado a¨²n es por qu¨¦ los muros s¨®lo est¨¢n proyectados en las favelas ubicadas junto a barrios considerados ricos por las agencias inmobiliarias y no en las zonas norte u oeste de la ciudad, m¨¢s deprimidas y donde tambi¨¦n hay favelas rodeadas de vegetaci¨®n protegida.
Seg¨²n el Instituto Municipal de Urbanismo Pereira Passos, el ¨¢rea ocupada por las favelas en R¨ªo de Janeiro aument¨® casi un 7% entre 1999 y 2008. Sin embargo, las 11 favelas seleccionadas crecieron mucho menos (1,2%) y Dona Marta, en realidad, ha empeque?ecido.
El soci¨®logo espa?ol Ignacio Cano, experto en seguridad p¨²blica y violencia en R¨ªo, afirma que "la construcci¨®n irregular en zonas de protecci¨®n ambiental no s¨®lo se da en las favelas, sino tambi¨¦n en zonas de lujo". Cano tambi¨¦n apunta medios menos agresivos para alcanzar los mismos objetivos, como la instalaci¨®n de pivotes demarcadores de las ¨¢reas aptas para la construcci¨®n, el seguimiento a¨¦reo permanente y la demolici¨®n de toda vivienda que viole esa l¨ªnea roja.
"Es evidente que el muro servir¨¢ para dificultar que los narcos huyan cuando la polic¨ªa ocupe la favela", comenta un l¨ªder comunitario de una barriada afectada. "No entienden que el narcotr¨¢fico, cuando quiera, reventar¨¢ el muro con explosivos o abrir¨¢ agujeros para escapar", a?ade.
La medida parece, efectivamente, dirigida contra las redes que controlan la venta de drogas y la vida cotidiana de muchas favelas. Ante las frecuentes operaciones policiales que degeneran en fuegos cruzados, los delincuentes cuentan con la ¨²ltima opci¨®n de huir a las zonas boscosas.
Los habitantes de Dona Marta no critican el muro abiertamente. Unos simplemente dicen que les molesta no tener acceso al bosque para recolectar frutas silvestres. Otros necesitan algunos minutos de conversaci¨®n para admitir que se sienten segregados con la construcci¨®n de estos cercos. "Esto no es m¨¢s que una manera de tenernos controlados, de que molestemos menos a la gente que vive en el asfalto", comenta E. R.
Dona Marta es ahora un lugar id¨ªlico en comparaci¨®n con favelas como Rocinha, Pavao o Pavaocinho. La gran pregunta es qu¨¦ ocurrir¨¢ cuando el muro llegue a estas otras favelas, donde el narcotr¨¢fico se muestra irreductible ante el poder p¨²blico.
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