El talento del lector
Cuando despertaron del ensue?o de las hipotecas y de aquel poder¨ªo econ¨®mico que hab¨ªan cre¨ªdo eterno, cuando despertaron en pleno centro del torbellino que lo arrasaba todo, el libro segu¨ªa ah¨ª. Era asombroso, nada ni nadie hab¨ªa conseguido alterarlo, nadie lo hab¨ªa movido del lugar de siempre. Miraron incr¨¦dulos, parec¨ªa mentira. All¨ª estaba, totalmente imperturbable. A?os de barbarie no hab¨ªan podido con ¨¦l, y ahora, a principios de aquel siglo que hab¨ªa comenzado con la gran borrasca, el libro estaba all¨ª para recordarles o simplemente informarles, por si no lo sab¨ªan, que la literatura habla un lenguaje distinto, no opresor, muy diferente al resto de los lenguajes perversos que nos esclavizan con sus tiran¨ªas cotidianas: el lenguaje econ¨®mico, pol¨ªtico, religioso, familiar, televisivo.
Todo esto no ocurri¨® en otro tiempo, sino que est¨¢ sucediendo ahora mismo, 23 de abril de 2009. Parece como si el Cervantes que se entrega a Juan Mars¨¦ hubiera abierto horizontes y todos ahora regres¨¢ramos a la vieja costumbre del buen libro y a recordar que ese gran libro siempre ha estado ah¨ª y es la distracci¨®n por excelencia, porque nos permite la ilusi¨®n de un dominio del tiempo, m¨¢s all¨¢ de las cat¨¢strofes y crisis. Esa ilusi¨®n nos sustrae al devenir implacable que conduce a esa muerte que se esconde en los relojes en una novela de Laurence Sterne. Heredero leg¨ªtimo de Cervantes, Sterne renov¨® la relaci¨®n del escritor con el lector, esa relaci¨®n que ¨²ltimamente parece regresar a un primer plano, pues existe la impresi¨®n de que algo empieza a moverse. En pleno ensue?o de las hipotecas y del becerro de oro de la novela g¨®tica, se forj¨® la est¨²pida leyenda del lector pasivo. La ca¨ªda del monstruo est¨¢ dando paso a la reaparici¨®n del lector con talento y se replantean los t¨¦rminos del contrato moral entre autor y p¨²blico. Respiran de nuevo los escritores que se desviven por un lector activo, por un lector lo suficientemente abierto como para permitir en su mente el dibujo de una conciencia radicalmente diferente a la suya propia.
Si se exige talento a un escritor, debe exig¨ªrsele tambi¨¦n al lector. Porque no hay que enga?arse: el viaje de la lectura pasa muchas veces por terrenos dif¨ªciles que exigen tolerancia, esp¨ªritu libre, capacidad de emoci¨®n inteligente, deseos de comprender al otro y de acercarse a un lenguaje distinto al de nuestras tiran¨ªas cotidianas. Como dice Vil¨¦m Vok, no es tan sencillo sentir el mundo como lo sinti¨® Kafka, un mundo en el que se niega el movimiento y resulta imposible siquiera ir de un poblado a otro. Las mismas habilidades que se necesitan para escribir se necesitan para leer. Los escritores fallan a los lectores, pero tambi¨¦n ocurre al rev¨¦s y los lectores les fallan a los escritores cuando s¨®lo buscan en estos la confirmaci¨®n de que el mundo es como lo ven ellos. Los nuevos tiempos traen esa revisi¨®n y renovaci¨®n del pacto exigente entre escritores y lectores. Vuelve el lector con talento. Y hoy, adem¨¢s, premian a Juan Mars¨¦. Sorprendente felicidad doble en un mundo sin alegr¨ªas.
Babelia
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