No es lo mismo
Est¨¢s currando intentando cerrar los ¨²ltimos detalles de la pel¨ªcula, antes de ir al aeropuerto, y de repente recibes una llamada en la que te dicen que tienes que responder a un cuestionario de estad¨ªstica de no s¨¦ qu¨¦ departamento oficial. Intentas escaquearte, pero te recuerdan que "tienes la obligaci¨®n" de contestar. Y aunque ni tienes la cabeza puesta en eso, ni ganas, ni nada... no hay tu t¨ªa.
Empieza el interrogatorio telef¨®nico y mi respuesta a la primera pregunta es "seg¨²n". La encuestadora, muy paciente, me dice que seg¨²n no vale, que tiene que rellenar una casilla; o sea, que me lee varias opciones, y yo sigo dici¨¦ndole que todo depende, porque no es lo mismo. Y donde yo tengo dudas, ella tiene casillas. Pero tengo que volver a lo m¨ªo. De modo que la chica de las preguntas me echa un cable, rellenamos como sea y se acab¨® el marr¨®n.
Va Mars¨¦ y suelta que el problema del cine no es la pirater¨ªa, sino la falta de talento de los guionistas
Pero cuelgas y te quedas con la copla, porque es verdad: todo depende, y todo no es lo mismo. Para empezar, no es lo mismo que la que te hace las preguntas sea una borde o que sea una t¨ªa enrollada como la que me toc¨®. Ni tampoco es lo mismo que te guste Mach¨ªn o que, mientras intentas volver a currar, le tengas que seguir escuchando Toda una vida unas 80 veces, interpretada (es mucho decir) al clarinete, por un incalificable que se ha colocado debajo de casa. ?Qu¨¦ va a ser lo mismo! Llegas a odiar a Mach¨ªn, al que invent¨® el clarinete y acabas sacando el monstruo que llevas dentro.
Tambi¨¦n depende, por ejemplo, del conjunto de ropa interior que te hayas puesto ese mismo d¨ªa, cuando vas a coger el avi¨®n. No es lo mismo un conjunto que otro. Porque llegas a la zona del esc¨¢ner, donde te hacen sacar el ordenador, los cables, el anillo que no te sale del dedo, el colgante que ni te acordabas que llevabas, cuatro monedas, ?ah!, y el cintur¨®n. Y cuando crees que ya est¨¢ por fin, atraviesas ese maldito arco que siempre pita, y el guardia de turno, harto ya de repetir lo mismo, te dice que te quites los zapatos, y no vale decir que no a ese acto que para ti es la humillaci¨®n suprema. Venga, a quitarse los zapatos bajo la atenta mirada de todo pichi, ?qu¨¦ horror! Pasas creyendo que est¨¢s libre de pecado, pero no, vuelve a pitar. Es entonces cuando, con los mismos pichis de antes mir¨¢ndote, te viene una t¨ªa de uniforme y te soba pero bien sobada. Y todo el mundo se entera que llevas sujetador con aros de metal. Lo que dec¨ªa: no es lo mismo.
Ni es lo mismo que discutas con tus amigos sobre si hay o no guiones buenos, o sobre si se deber¨ªa rebajar el precio de las entradas de cine, a que Juan Mars¨¦, ganador del premio Cervantes de este a?o, suelte, para que todo el mundo se entere, que el problema del cine espa?ol no es la pirater¨ªa, sino la falta de talento de los guionistas. ?Hala!, touch¨¦, Mars¨¦, majo.
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