La bah¨ªa de los ovnis
En La Parguera, Puerto Rico, las aguas bioluminiscentes activan la fantas¨ªa
Dicen los parguere?os -gente de imaginaci¨®n y humor- que aquello que llaman La Pared, un arrecife de colores portentosos que se forma a unas seis millas de la costa, a lo largo de 40 kil¨®metros y con unos 300 metros de profundidad, no es m¨¢s que la sede submarina de un grupo de extraterrestres que cuando se acerca la noche emergen de las aguas, llegan a tierra, cruzan el valle de Lajas, suben hacia el monte del Estado, por Maricao, entre fincas cafetaleras donde se cultiva una variedad del grano ar¨¢bigo denominada Borb¨®n, y all¨ª se esconden. Y que el gran aerostato del servicio aduanero de Estados Unidos que otea sus playas desde hace a?os, no registra embarcaciones o aviones que navegan sin autorizaci¨®n sino, simplemente, ovnis.
La Parguera es un barrio costero con canales en el municipio boricua de Lajas, situado al suroeste de la isla, en el mar del Caribe. Recibe su nombre por los pargos que viven en sus aguas y cuenta con unos 2.000 habitantes que viven de la pesca y el turismo. La zona es un manglar sobre el que se han edificado casitas multicolores, flotantes, y cuenta con tres atracciones tur¨ªsticas de primera magnitud: su bah¨ªa bioluminiscente, los cayos (donde es posible ver manat¨ªes, tortugas carey o delfines) y La Pared, un ed¨¦n para el buceo.
Monos nadadores
Frente a su costa est¨¢ la isla de Magueyes, donde se ubica un laboratorio universitario dedicado a analizar el ecosistema de la zona, y la de Monos, en cuyas tierras hubo una colonia de primates (llevada ex profeso para un experimento cient¨ªfico) que aprendieron a nadar y, en cuanto pudieron, salieron de naja. De esto ¨²ltimo los parguere?os se lamentan, porque hoy en d¨ªa los monos aparecen por doquier y se comen frutas y vegetales en los campos cultivados. No perturban -pero incomodan- y, como los ovnis que aparentemente vienen avist¨¢ndose desde a?os atr¨¢s, pasman porque aparecen en cualquier parte.
En Magueyes la Universidad de Puerto Rico ha instalado un mare¨®metro, un laboratorio y la sede de un instituto que estudia la evoluci¨®n del arrecife de coral, amenazado por una enfermedad que se conoce como blanqueamiento y que hace tres a?os provoc¨® una muerte masiva en el Caribe, especialmente en Puerto Rico. Los arrecifes y los manglares protegen el sur de la isla, anualmente castigada por la temporada de huracanes. De ah¨ª que toda La Parguera est¨¢ se?alada con las salidas que han de utilizarse en caso de tsunami.
Tremenda pared
Cuando el puertorrique?o quiere destacar la excelencia, utiliza un adjetivo: tremendo. Y s¨ª, La Pared, ese arrecife coralino que los locales llaman veril, es una tremend¨ªsima maravilla de la naturaleza submarina no s¨®lo por su grandiosidad sino tambi¨¦n por la transparencia de sus aguas, la calidad y colorido de sus corales (es posible ver el rar¨ªsimo coral negro), y la abundancia de fauna marina. V¨ªctor J. Lasanta, Ca?a, un instructor s¨¦nior de PADI (la asociaci¨®n mundial l¨ªder en la formaci¨®n de buceadores) que tiene sobre sus anchas espaldas m¨¢s de 5.000 inmersiones en muchos mares, dice cuando nos lleva en su bote hacia uno de los puntos balizados, el Two for you: "Las aguas de La Parguera son maravillosas, tiene la mejor inmersi¨®n en pared del Caribe porque es la m¨¢s viva, la m¨¢s activa, la m¨¢s colorista". Antes de que saltemos del bote, Ca?a repite: "Respeten el coral, no lo da?en. Y disfruten, que est¨¢n en un para¨ªso".
En el agua, la inmersi¨®n programada es a unos 40 metros y apabulla. La luz penetra de tal forma que ilumina la pared y se descubre un enorme anfiteatro, con escalones, tapizado por algas y corales de un color inusitado. A pesar de la profundidad, la luz perfora las aguas y deja al descubierto otro mundo, donde en ocasiones nadan tiburones ballena o plateadas barracudas.
Luz en la piel
En el mundo hay ocho, tres de ellas en Puerto Rico. A la bah¨ªa luminiscente de La Parguera se puede llegar en una lancha a motor (no as¨ª a las de Fajardo y Vieques, donde se accede en kayak) y, si la noche es cerrada, cuando uno salta al mar parece que una funda de luz se superpone a la propia piel; donde todo era negritud aparecen peque?os puntos luminosos que act¨²an cuando se agita el agua. Este fen¨®meno es generado por unos microorganismos, los dinoflagelados, capaces de producir un haz de luz cuando se sienten perturbados.
En la bah¨ªa de La Parguera, cuyas aguas oscilan entre 25 y 28 grados cent¨ªgrados, la profundidad es escasa y el espect¨¢culo fant¨¢stico. Cualquier movimiento en el agua genera una descarga de luz y sobre el silencio, en medio de la bah¨ªa, se pueden escuchar las voces de quienes viven en las casitas, sobre el manglar, que son los vigilantes de la zona. Pero todos reconocen que en la bah¨ªa hay ahora menos luminiscencia que hace a?os, y que eso se debe a los motores de los barcos.
Esn¨®rquel y sangr¨ªa
Los cayos de La Parguera, para quien no practique el submarinismo, permiten ver la fauna y la flora multicolor con la sola ayuda de unas gafas y un esn¨®rquel. Hay zonas donde la profundidad es escasa, unos tres metros, y desde la superficie se pueden observar las colonias de peces, el coral (con menos color), y una gran variedad de gusanos de mar, estrellas y muchos invertebrados. Una excursi¨®n en barco por los cayos descubre, adem¨¢s, una extensa gama de aves que viven en los manglares y, probablemente, manat¨ªes o delfines.
De regreso a tierra firme, los parguere?os recomiendan probar las empanadillas que cocinan en los chiringuitos del barrio, que se ofrecen con camar¨®n, langosta, chap¨ªn, cangrejo, pulpo o serrucho, a un precio que oscila entre uno y dos euros la pieza. Para finiquitar la jornada, La Parguera ofrece su propia bebida, una sangr¨ªa de marca Co?o, que no es tal sino una sabrosa combinaci¨®n de jugo de frutas (entre las que destaca la pi?a), dicen que vino tinto y ron blanco Don Q. Lo sirven con hielo picado y es un invento digno de beber; como el Caldo de Oso, otro c¨®ctel hecho con pi?a, guayaba y ron Bacard¨ª. El buceo y el esn¨®rquel siempre producen sed.
Otras pistas
En La Parguera hay numerosos quioscos de sabrosa comida local, situados en el paseo peatonal de la plaza de San Pedro, junto a los embarcaderos; incluso ofrecen empanadillas de tibur¨®n. Todo el pescado es magn¨ªfico.
En cualquier parte se encuentra una pi?a colada tal como la inventara el barman Ram¨®n Monchito Marrero hace 55 a?os en el hotel Caribe Hilton de San Juan. A partir de las doce de la noche, no se autoriza la bebida. Y en Lajas se cultiva la pi?a cabezona, de gran tama?o y excelente sabor, ¨²nica en la isla.
Frente a La Parguera se encuentran islitas que son manglares, pero con playas de arena blanca y fina. Las m¨¢s conocidas, a las que se accede en barco, son Guilligan, Ballena y La Mata.
A ambos lados de La Parguera hay playas de gran belleza, a unos siete kil¨®metros. Por su derecha, Ca?a Gorda y Playa Santa, en Gu¨¢nica, y a su izquierda, Boquer¨®n y Combate, en Cabo Rojo.
En Gu¨¢nica se encuentra el Bosque Seco, uno de los mejor conservados en el mundo, declarado por la Unesco reserva internacional de la biosfera.
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Gu¨ªa
Informaci¨®n
? La Parguera se encuentra a unos 35 kil¨®metros de Ponce.
? Oficina de Turismo de Puerto Rico (www.gotopuertorico.com; tel¨¦fono local gratuito, 1 800 866 78 27).
Dormir
Hay varios hoteles: los mejores son la Posada Por La Mar (001 787 899 43 43) y el parador Villa Parguera (www.villaparguera.net; 001 787 899 77 77). Ambos est¨¢n al borde del mar, rodeados por el mangle.
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