El miedo aterriza en M¨¦xico
Las autoridades sopesan la posibilidad de paralizar la ciudad, incluidos el metro, los autobuses y el aeropuerto
La ciudad de M¨¦xico est¨¢ en silencio, escuch¨¢ndose a s¨ª misma, sintiendo el ritmo de su respiraci¨®n bajo los trozos de tela azul. A esta ciudad, que no se amilana ante nada y ante nadie, se le est¨¢ empezando a notar el miedo en los ojos. S¨®lo en los ojos. Porque la sonrisa, que es su orgullo y su reclamo tur¨ªstico, hace dos d¨ªas que qued¨® sepultada bajo unas mascarillas que ya usan casi todos, desde los guardias de tr¨¢fico hasta los incombustibles mariachis nocturnos de la plaza de Garibaldi.
El miedo va aumentando conforme la cifra de muertos sube -la ¨²ltima oficial es de 149-, pero tambi¨¦n a medida que los mexicanos van viendo en televisi¨®n que el mundo entero anda preocupado por lo que est¨¢ sucediendo aqu¨ª, por la propagaci¨®n del maldito virus de la influenza porcina.
Desde los polic¨ªas a los mariachis, todos usan ya mascarillas
La totalidad de la poblaci¨®n est¨¢ considerada grupo de riesgo
Los mexicanos -lo dicen las encuestas y lo puede atestiguar cualquiera que salga a la calle- tienen una desconfianza cong¨¦nita ante la informaci¨®n oficial. No es culpa del Gobierno actual. O no s¨®lo. Pero lo cierto es que, durante los primeros momentos, el anuncio del brote fue puesto en cuarentena por buena parte de la poblaci¨®n. El viernes, s¨®lo unas horas despu¨¦s de que la palabra influenza [gripe en ingl¨¦s] llegara para quedarse, la gente sigui¨® haciendo su vida como si tal cosa.
Pero ayer, ya no. El jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, no era capaz de disimular su preocupaci¨®n. Inform¨® de que en las ¨²ltimas horas se hab¨ªan producido cinco muertes m¨¢s en distintos hospitales de la ciudad. Y de que, del 1 al 10, el estado de alerta ya estaba situado en el n¨²mero 8. Y eso fue por la ma?ana...
El presidente del Gobierno, Felipe Calder¨®n, sigui¨® apareciendo muy serio en televisi¨®n para llamar una y otra vez a la calma. Insisti¨® en que el Gobierno federal dispone de suficientes vacunas -?son suficientes un mill¨®n de vacunas en una ciudad de 20 millones de habitantes, en un pa¨ªs de 100 millones?-, pero enseguida se puso a detallar las medidas de precauci¨®n como si fuera un m¨¦dico de atenci¨®n primaria. Una a una, sin saltarse ninguna. Lavarse las manos, ponerse la mascarilla, evitar acudir a sitios concurridos, limpiar con detenimiento las manillas de las puertas y las llaves de los grifos. Por supuesto, nada de besos ni de compartir la cuchara o el tenedor con un posible transmisor del virus. Tambi¨¦n algo fundamental: "Hay que acudir al m¨¦dico en cuanto se perciban los primeros s¨ªntomas. Se ha demostrado que quien acude pronto, tiene muchas posibilidades de salvarse".
Pero, ?c¨®mo pudieron acudir pronto los que hace una semana se sintieron mal sin saber que un virus asesino andaba suelto por la ciudad? Los vecinos de M¨¦xico est¨¢n empezando a atar cabos y a deducir que algunas extra?as muertes ocurridas hace 15 o 20 d¨ªas bien pudieron deberse a la gripe. Pero hasta el jueves pasado por la noche, nadie avis¨® de nada. Si a eso se a?ade que la cifra oficial de bajas s¨®lo incluye a los fallecidos desde el d¨ªa 13, ?cu¨¢l es en realidad el alcance de la epidemia?
Lo que ya se sabe es que el grupo de riesgo, que en un principio las autoridades hab¨ªa limitado a la infancia y a la vejez, incluye a toda la poblaci¨®n. Las pocas identidades que se van conociendo corresponden, de hecho, a personas j¨®venes, plet¨®ricas de salud hasta que las visit¨® la gripe porcina.
Uno de ellos se llamaba Jorge Francisco Guzm¨¢n Ju¨¢rez y ten¨ªa 24 a?os. No hab¨ªa pasado una semana desde que empez¨® a sentirse mal hasta que, ayer, falleci¨®. Sinti¨® dolor de est¨®mago, escalofr¨ªos y fiebre. Acudi¨® a un m¨¦dico que s¨®lo le recet¨® un remedio para el dolor de tripa. Cuando sus familiares lo llevaron al hospital, ya lleg¨® inconsciente.
A la espera de nuevos datos de fallecidos, lo que s¨ª ya parece claro es que el jefe del Gobierno de M¨¦xico DF, Marcelo Ebrard, se inclina cada vez m¨¢s por paralizar la ciudad al completo. Ser¨ªa la primera vez en la historia. El metro y los autobuses pueden dejar de funcionar en las pr¨®ximas horas, y las autoridades federales sopesan la posibilidad de cerrar el aeropuerto. Los colegios est¨¢n cerrados hasta el d¨ªa 6 de mayo. Ya los aviones llegan casi vac¨ªos. Pero, si de repente dejasen de llegar, esta ciudad conocer¨ªa un miedo nuevo, impensable. El de quedarse aislada de un mundo que, para lo bueno y para lo malo, siempre hace escala aqu¨ª.
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