Manzanares, la calidad
El final de la faena fue apote¨®sico. El toro cay¨® sin puntilla, fulminado por un estoconazo hasta la bola, y la Maestranza se pobl¨® de pa?uelos blancos en solicitud de las dos orejas para el torero dominador y artista que acababa de dictar toda una lecci¨®n de toreo elaborado, de menos a m¨¢s, de dominio y est¨¦tica, de sapiencia y de sentimiento, de firmeza y naturalidad, de maestr¨ªa y finura. No fue una faena inspirada de principio a fin porque el toro no embest¨ªa con largura. Manzanares le oblig¨® a seguir la muleta, y lo fue embebiendo, poco a poco, casi hipnotiz¨¢ndolo, y consigui¨® imantarlo, al fin, a una franela poderosa que le marc¨® el camino de la obra grandiosa de un joven al que Dios le ha dado la gracia de crear ante un toro algo misterioso que llamamos arte. Ser¨¢ o no ser¨¢, pero la piel se te pone de gallina cuando este Manzanares torea de verdad.
Ruiz / Rivera, El Juli, Manzanares
Cuatro toros de Daniel Ruiz, correctos de presentaci¨®n, blandos, mansos y descastados; primero, noble, y tercero, inv¨¢lido y manso, de Gavira.
Rivera Ord¨®?ez: media ca¨ªda y estocada (ovaci¨®n); media y dos descabellos (silencio). El Juli: estocada trasera (oreja); dos pinchazos, estocada y un descabello (silencio). Jos¨¦ Mar¨ªa
Manzanares: estocada (silencio); estocada (dos orejas).
Plaza de la Maestranza. 27 de abril. Duod¨¦cima corrida de feria. Lleno.
Tiene la gracia de crear ante un toro algo misterioso que llamamos arte
?Y c¨®mo lo hizo? No es f¨¢cil contar un sentimiento. Es preferible dejar volar la imaginaci¨®n. A ver: iniciales doblones por bajo, templados y torer¨ªsimos. Toreo por la derecha, exigi¨¦ndole cada vez m¨¢s a su oponente; de la firmeza de Manzanares surge una tanda hermosa. Pero el animal tiende a rajarse. La muleta, en la izquierda, y los naturales brotan lentos, pero henchidos de sabor. La escasa codicia del toro la suple la motivaci¨®n del torero que se adue?a de la situaci¨®n y emociona con una labor de menos a m¨¢s que acaba con un trincherazo enorme, un circular portentoso y otro trincherazo de cartel. Con la plaza enloquecida monta la espada, la hunde hasta la empu?adura y el animal se derrumba patas arriba. ?Se ha entendido algo? Pues eso es, m¨¢s o menos, el toreo tal como hoy lo entienden los mortales.
Hubo otro maestro en la plaza y se llam¨® El Juli. ?ste carece de la calidad de su compa?ero, pero no se le puede negar su magisterio, su poder¨ªo y su ilusi¨®n por el triunfo. Lleva toda la vida toreando, pero parece un chaval que busca el triunfo con un descaro encomiable. Su faena al noble segundo fue toda una demostraci¨®n de buen hacer, de t¨¦cnica y de lucimiento. Falt¨® intensidad, tal vez, por la excesiva dulzura y el escaso aguante del toro, pero es una delicia ver a este torero en este momento. Se justific¨® ante el muy deslucido quinto, al igual que Manzanares se quit¨® de en medio al huidizo tercero.
Tambi¨¦n estuvo Rivera, que sali¨® felizmente ileso de una tremenda voltereta que sufri¨® al entrar a matar a su primero. Pero se le ve envejecido profesionalmente, agobiado y sin ideas, sin gracia y sin sitio. Con lo buen torero que dijo ser en los primeros a?os de alternativa...
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