'Realities'
Cuando o¨ª la palabra pandemia me son¨® m¨¢s a cualquiera de las que reverberan en las p¨¢ginas de Desierto, de J. M. G. Le Cl¨¦zio, que a alguna con un sentido propio de mi realidad habitual. Voy leyendo la historia de esos hombres del desierto que hace justo un siglo, a principios del XX, avanzan desde la inmensidad del S¨¢hara con sus familias (cientos, miles de hombres, mujeres, ni?os y animales) enfrent¨¢ndose a cristianos, guerreando con franceses, padeciendo hambre y sed, diezmados por las epidemias.
Voy leyendo todo esto en un todoterreno que nos lleva por el sur de Marruecos y subiendo despu¨¦s, por el este, a trav¨¦s de un desierto de piedras y arena hasta Merzouga, la ciudad que creci¨® al borde de las dunas. Los hombres de mi libro suben por el oeste, primero hasta Esmara, y luego m¨¢s arriba, pero el paisaje es semejante al que ven mis ojos a trav¨¦s de la ventanilla y del polvo de las pistas: lo veo en palabras y lo leo en el horizonte.
S¨®lo cambian el escenario y los protagonistas. Acaso todos formemos parte de una ficci¨®n descomunal
Entonces, cuando me cuentan que se teme una pandemia, que en Madrid han habilitado una planta completa en un hospital para una posible situaci¨®n de emergencia, porque se han detectado casos, y muchos m¨¢s en M¨¦xico de los que reconocen las autoridades sanitarias (o sea, pol¨ªticas), que en aquel pa¨ªs la orden es no celebrar actividades p¨²blicas o privadas en las que se congregue un grupo numeroso de personas, que quiz¨¢ se cierren las fronteras a los viajeros que hayan estado all¨ª, que en algunos pa¨ªses ya lo han hecho. Cuando oigo que es una preocupaci¨®n a escala mundial y vuelvo a o¨ªr la palabra pandemia, miro con atenci¨®n a mi alrededor: las jaimas de los n¨®madas, las acacias, los oasis de palmeras donde bullen los huertos, los burros deslomados, los reba?os de cabras avanzando sobre los filos de las piedras, y de pronto la realidad me parece muy extra?a. No s¨¦ bien si es de verdad la realidad o si la ficci¨®n trasciende las p¨¢ginas de una novela. Aqu¨ª no hay cerdos, as¨ª que la realidad del mundo que hemos dejado atr¨¢s a¨²n resulta m¨¢s lejana. Aqu¨ª no hay cerdos, pero los cerdos nos devuelven lo que nosotros les damos: enfermedad y muerte. Miedo. Como el que ellos sienten cuando son cebados, arrastrados, empujados. Conducidos a la muerte y asesinados.
Entonces me cuentan que Raquel y Gin¨¦s han ganado el concurso por parejas y que Sergi es el campe¨®n individual. Siento haberme perdido la final, como siento haberme perdido a Hugo, a Hurley, cuando estuvo hace unos d¨ªas en Madrid para promocionar Lost (aunque s¨¦ que realmente s¨®lo querr¨ªa ver a Hugo en la isla, quiz¨¢s ir a visitarle al manicomio -s¨®lo por ser ¨¦l-, pero me sentir¨ªa muy perdida si le veo en el Retiro). Puede que Raquel, Gin¨¦s y Sergi sean los ¨²nicos que no se sienten perdidos estos d¨ªas, o quiz¨¢ empiecen ya, justo ahora que han triunfado en Fama, a sentirse perdidos como viajeros de un avi¨®n que se estrella en una isla. Posiblemente, tras cinco meses de encierro, convivencia y competici¨®n, los bailarines vengan tambi¨¦n de una isla igual que la de Hugo, una isla donde la naturaleza humana se manifiesta como acaso ninguna novela, ninguna pel¨ªcula, ser¨ªan capaces de mostrar.
El cine (sobre todo el espa?ol) deber¨ªa beber de Fama 24 horas para saber lo que es una escena y como un reality es capaz de representar la realidad sin que por ello deje de serlo, porque ficci¨®n y realidad dan paso a un tercer plano, y ese es su turbador inter¨¦s. Nos vale si el objetivo de los protagonistas es bailar; cumplir su sue?o, como coinciden en declarar los concursantes.
Al paso de nuestro todoterreno vamos dejando atr¨¢s ni?os y adolescentes muy j¨®venes. Los mayores ya se han ido, a cumplir tambi¨¦n con un sue?o cuyo escenario suele ser Madrid, como si toda la ciudad fuera una gigantesca Cubierta de Legan¨¦s. Lo mismo que en un reality, muchos se han quedado en el camino, a veces los mejores. La verdadera realidad. As¨ª que me pregunto si el verdadero reality es aquel o este grupo de turistas aterrizados en una novela de Le Clezio excesivamente literaria. O si es ficci¨®n el paisaje que se extiende m¨¢s all¨¢ de la mirada, como si buscara perderse no en el desierto, sino en un infinito imposible, un infinito que aspirara al acabamiento. Dejando llegar la mirada hasta el asombro de los espejismos, pienso que nada ha cambiado de verdad, que el desierto es el mismo que hace un siglo, como lo son los hombres, las mujeres, los ni?os, los animales, las pandemias. Que s¨®lo cambian el escenario y los protagonistas. Que acaso todos formemos parte de un gigantesco reality, de una ficci¨®n descomunal.
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