El arquitecto asceta
El ¨²ltimo premio Pritzker vive en un pueblo de 900 habitantes, cerca de la frontera suiza con Italia. En la web del Ayuntamiento de Haldenstein, Peter Zumthor (1943) figura como el arquitecto del pueblo. Hijo de un ebanista de Basilea, nacido y criado en esa ciudad, y formado en Nueva York, explica que decidi¨® vivir mirando las monta?as y escuchando los cencerros de las vacas cuando conoci¨® a su mujer, Annalisa. "Ella es de aqu¨ª. Pens¨¦ que esto pod¨ªa ser una buena vida", dice. Debe de serlo. Han pasado 40 a?os. Hace 30 que, tras trabajar en la comisi¨®n de rehabilitaci¨®n del patrimonio de su cant¨®n, levant¨® el estudio donde todav¨ªa trabaja, un edificio tosco de madera que parece una de las viejas construcciones del pueblo, sin edad y sin que el tiempo parezca ya afectarlas. "Fueron pasando los a?os y un d¨ªa me di cuenta de que mis tres hijos hablaban el dialecto de la zona", dice. "Debemos de ser de aqu¨ª, pens¨¦. Y aqu¨ª nos quedamos, sin m¨¢s. Lo mejor que me ha pasado en la vida nunca ha sido planificado".
"Desde luego, Dise?ar un concesionario de coches no es el sue?o de mi vida"
"Creo en mantener la mirada capaz de ver y el esp¨ªritu capaz de cambiar"
"Metiendo tantas cosas perdemos la belleza de la arquitectura"
?Cree en un destino? Creo en mantener la mirada capaz de ver y el esp¨ªritu capaz de cambiar.
Pero usted cambia poco. Es dif¨ªcil ponerle fecha a sus edificios... Bueno... Tengo muy claro lo que no me gusta. Lo que me gusta es otra historia.
?Qu¨¦ le gusta? Todo. Eso es lo que dicen mis hijos, que me gusta todo: leer, pasear, estar con amigos, jugar con mis nietos, caminar por el campo, fumar cigarros, ver pel¨ªculas, escuchar m¨²sica. Me gusta todo excepto hacer algo que no quiero hacer.
Por ejemplo, dise?ar para Armani (rechaz¨® una pasarela), para Hugo Boss (rechaz¨® hacer una mansi¨®n para los herederos) o para Audi (rechaz¨® firmar sus concesionarios). Desde luego, dise?ar un concesionario no es el sue?o de mi vida.
?Su arquitectura es el resultado de su forma de vida o, al rev¨¦s, su forma de vida se refleja en su arquitectura? No es c¨®mo yo vivo. Ni siquiera c¨®mo trabajo. Es c¨®mo soy. Yo vivo y trabajo como soy. ?Por qu¨¦ soy as¨ª? Eso ya no lo s¨¦. Alguien, Dios, me hizo as¨ª. Y c¨®mo trabajo y c¨®mo vivo es lo mismo.
No lejos de su pueblo, en Sumvitg, Zumthor construy¨® uno de sus primeros proyectos. Corr¨ªa el a?o 1986 cuando una avalancha de nieve derrumb¨® la capilla barroca de Sogn Bednedetg (San Benedicto). "Fue culpa de la rampa del parking. Por all¨ª la nieve form¨® una avalancha contra la capilla". Decidieron reconstruirla en otro sitio, camino de los Alpes y protegida de avalanchas por los ¨¢rboles del bosque. El Ayuntamiento firm¨® con la etiqueta "sin convicci¨®n" el permiso de obra. Pero el cura quer¨ªa algo contempor¨¢neo para futuras generaciones. La imagen firme y discreta, puritana y t¨¢ctil de la nueva capilla dio la vuelta al mundo. Y los arquitectos comenzaron a prestar atenci¨®n al suizo. Pero fue una d¨¦cada despu¨¦s, y no muy lejos, donde Zumthor cuaj¨® su obra cumbre, las termas de Vals.
Annalisa Zumthor-Cuorad, la mujer del arquitecto, es profesora de ni?os con dificultades para aprender. Juntos han criado tres hijos. Uno es matem¨¢tico; otro, veterinario, y la tercera, psic¨®loga. Ninguno ha querido ser arquitecto. "Mucha entrega, mucho disfrute, pero bastante sufrimiento", explica Zumthor.
?Mala vida? A veces cuesta llegar a fin de mes. En el estudio somos 15. Y eso requiere ciertos ingresos. A veces hemos vivido con el agua al cuello. Enti¨¦ndalo, no ha sido dram¨¢tico, pero desde luego no ha sido una vida de despilfarro.
Sus hijos viven en Haldenstein y Vals. Ninguno quiso emigrar a una gran ciudad. ?Para qu¨¦? Esto es Suiza. Nos gusta vivir en pueblecitos de las monta?as. Cuando llegas a uno, si llamas a una puerta, te abre un granjero o una criatura terror¨ªfica, nunca se sabe. [Suelta una carcajada]. Es broma, Suiza es monta?a. Nadie piensa que una vida en un pueblo sea rural. Yo mismo estoy a una hora de Z¨²rich. Seguramente lo mismo que tarda usted en llegar a Barajas.
Pues s¨ª. ?Qu¨¦ es lo mejor de vivir en un pueblo peque?o? Tienes tiempo. Me gusta la naturaleza, el paisaje. No se lleve la idea de que vivo aislado. Hay una ciudad de 35.000 habitantes a cinco minutos, Chur.
?Tiene amigos dentro del mundo arquitect¨®nico? S¨ª.
?Estrellas medi¨¢ticas? Bueno... Steven Holl o Jean Nouvel, que me llama mucho. Me dice que soy el mejor.
?Y usted qu¨¦ le contesta? Creo que ¨¦l ha hecho muchos edificios excepcionales.
Es curioso que lo admire cuando sus valores son muy distintos. ?l tiene siempre grandes ideas. No le interesa lo peque?o. De todos modos, la semana pasada, cuando cen¨¦ con ¨¦l, le pregunt¨¦ que por qu¨¦ constru¨ªa tanto. Me gustaban m¨¢s sus proyectos de antes.
?Qu¨¦ le contest¨®? ?Que ten¨ªa hambre! [Risas]. Dice que se ha dejado la vida haciendo concursos que muchas veces no ha ganado. Ahora que puede, lo quiere hacer todo. Es humano.
Mientras dise?aba las famosas termas, Zumthor particip¨® en el concurso para levantar el Kunsthaus de Bregenz, un pueblo austriaco a una hora de su casa. "Quer¨ªan algo funcional y discreto. Yo me propuse hacer un edificio inundado de luz, pero sin ventanas. Tratamos de cortar la fachada para dejar entrar luz. Pero no funcion¨®. Empleamos cristal lavado al ¨¢cido, que reparte la luz antes de que entre en el edificio. All¨ª no importa de d¨®nde llegue la luz: siempre entra de forma horizontal. Dentro, unos huecos entre las plantas atrapan y distribuyen esa luz. Por eso parece que el museo levite".
Mat¨¦rico, pero con una curiosidad que le lleva a experimentar con todo tipo de materiales, arcaicos y nuevos, Zumthor pertenece al grupo de los arquitectos solitarios: no vive preocupado por la escala ni por la cantidad de sus proyectos, y hace su trabajo al margen de las modas. "Hace a?os que recibo cartas de gente. Parece que mis edificios les hablan. No s¨¦ qu¨¦ aportar¨¢n mis proyectos a la arquitectura, pero s¨¦ qu¨¦ aportan a la gente".
Su idea de un edificio es que sea a la vez capaz de hablar de un lugar y del mundo entero. ?C¨®mo es posible? No lo s¨¦, pero la mejor arquitectura siempre lo hace. Casi cualquier ciudadano del mundo tiene hoy una idea del mundo. Vivimos en conexi¨®n, perpetuamente informados. Nuestro mundo debe reflejar ese conocimiento. Si un edificio m¨ªo parece arcaico y a la vez muy contempor¨¢neo, creo que lo he logrado. Lo que hago me gusta hacerlo con pasi¨®n y entrega. Si algo no me anima a levantarme pronto por la ma?ana, ?para qu¨¦ hacerlo?
Cuando Zumthor despeg¨®, hace unos cinco a?os, comenz¨® a construir apartamentos en Finlandia, un museo y un memorial en Noruega y un basti¨®n en Leiden (Holanda). Lleg¨® incluso a dibujar la bodega Pingus en Valbuena de Duero: una dentellada al paisaje para aprovechar la pendiente y trabajar la extracci¨®n por gravedad y no por bombeo. Pero nunca se construy¨®: "Creo que el due?o me hizo el encargo entusiasmado cuando crey¨® que era un viticultor genial y le vino grande. So?aba y luego regres¨® a la tierra. No creo que se haga. No he vuelto a saber nada de ¨¦l. Pero me pag¨® el trabajo. Demasiado dinero para algo que qued¨® en nada". Para entonces, a Zumthor le llegaban encargos de varios pa¨ªses. Pero fue en Alemania donde lo reclamaron con insistencia. Le llamaron de Berl¨ªn para hacer una galer¨ªa de arte. Y para levantar su proyecto m¨¢s ideol¨®gico: la topograf¨ªa del terror, en el antiguo cuartel de la Gestapo. Todo era transparente para recordar los cr¨ªmenes. Pero fue abandonado. Lo que lleg¨® a construir fue demolido. En Alemania, no obstante, han cuajado recientemente dos de sus grandes obras. La capilla del Hermano Klaus en Mechernich, cerca de la frontera holandesa, fue el encargo del granjero Hermann-Josef Scheiddweiler y de su mujer, Trudel. Ellos mismos la construyeron. Con la ayuda de amigos y vecinos, reunieron 112 troncos muy altos y los apoyaron uno contra otro, formando una tienda de campa?a. Durante 24 d¨ªas pusieron capas de hormig¨®n de medio metro. Luego encendieron un fuego que sec¨® los troncos. Y los retiraron. La cueva resultante tiene un aspecto ciertamente sagrado. No lejos, en el centro de Colonia, el Museo de Arte Kolumba comparte esa cualidad. Se levant¨® sobre las ruinas de una antigua iglesia g¨®tica derruida por un bombardeo en la Segunda Guerra Mundial. Y hoy costar¨ªa ponerle fecha al nuevo edificio.
Que un 'outsider' al margen de las modas como usted obtenga el Pritzker, ?indica que algo est¨¢ cambiando en la arquitectura? No s¨¦ si algo est¨¢ cambiando. La arquitectura actual tiene demasiada teor¨ªa y demasiado espect¨¢culo. A m¨ª me apasiona la arquitectura y me basta con las atm¨®sferas, los vac¨ªos, la experiencia f¨ªsica y t¨¢ctil de un edificio para no tener que meter nada m¨¢s. Metiendo tantas cosas estamos perdi¨¦ndola... Si perdemos la belleza de la arquitectura, nos quedaremos s¨®lo con im¨¢genes. Y una imagen no es un edificio.
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