Don Manuel lidera la batalla del aeropuerto
Los vecinos de Alvedro se resignan a la ampliaci¨®n aunque dar¨¢n guerra
"Estamos como queremos, no nos falta detalle", proclama con sorna Antonio Seijo, la mirada perdida en la ventana del dormitorio de su casa. De frente, al pie de su peque?a huerta, se eleva la pista principal del aeropuerto de Alvedro. A la izquierda, las obras de construcci¨®n del nuevo aparcamiento, unas 2.600 plazas que lindar¨¢n con su propiedad. En Culleredo, a unos ocho kil¨®metros del centro de A Coru?a, miles de vecinos conviven desde hace d¨¦cadas con el ir y venir de los aviones. "Estoy tan acostumbrado que ni los escucho", afirma impasible un vecino mientras ara su peque?a finca al pie de la pista en la que acaba de aparecer, gigante, un Boeing de Iberia. Es el de las 13.30 horas, iniciando las maniobras para emprender el vuelo hacia Madrid.
"No estamos contra el progreso. ?Qu¨¦ tonter¨ªa!", afirma el cura de Culleredo
De un lado y otro del aer¨®dromo, que cumplir¨¢ 46 a?os el d¨ªa 25 de este mes, se asientan cientos de casas, residencias familiares de varias generaciones acostumbradas a vivir entre el ruido y olor de las naves que invaden n¨²cleos de poblaci¨®n fuertemente rurales, salpicados de parcelas agrarias y forestales.
Nadie quiere ni entiende la raz¨®n del proyecto de ampliaci¨®n del aeropuerto que s¨®lo anhelan y defienden en la capital provincial. Es el segundo aer¨®dromo m¨¢s peque?o de Espa?a, tras el de San Sebasti¨¢n, y ampliar su pista, rodeada de poblaci¨®n y cultivos, en 400 metros acarrear¨¢ "consecuencias ambientales y sociales de elevada magnitud", admite Aena, la empresa p¨²blica que gestiona los aeropuertos, en el estudio de impacto ambiental que est¨¢ hasta mediados de mes en exposici¨®n p¨²blica.
En Culleredo (27.670 habitantes), como en Oleiros (32.381) o en Cambre (22.900), los dos ¨²ltimos afectados por la denominada huella sonora del tr¨¢fico a¨¦reo, ya est¨¢n preparando la dura batalla contra un proyecto que eliminar¨¢ de cuajo un n¨²cleo de poblaci¨®n, el de O Curro, con sus 46 casas, una f¨¢brica y un colegio, y unas 250 parcelas, la mayor¨ªa con cultivos de hortalizas y ma¨ªz, adem¨¢s de grandes masas de "densa vegetaci¨®n".
Los vecinos, tanto los que se quedar¨¢n sin casa como los que ver¨¢n crecer el aeropuerto con un talud de 35 metros de alto ante sus ventanas, est¨¢n dispuestos a movilizarse. Pero cunde tambi¨¦n la resignaci¨®n. "Son cosas de los de arriba, no tenemos nada que hacer", afirma Antonio Seijo.
Unos metros m¨¢s lejos, en el n¨²mero 10 de la avenida de Hermida, Pilar Cervanto y su familia tambi¨¦n est¨¢n convencidos de que es misi¨®n casi imposible parar el proyecto. "Cuando naci¨® el aeropuerto, en los a?os 60, pusieron una marca hasta donde quer¨ªan que llegase, y hasta ahora lo fueron haciendo todo tal y como ellos ten¨ªan previsto". Ellos son, para Pilar, las autoridades. Y frente a ellos, lamenta la mujer, "Culleredo no somos nada".
Con su dormitorio y su cocina con vistas, en primera l¨ªnea, a la cola de la pista en la que aterrizan y despegan los aviones, desde las 7 de la ma?ana hasta las 11 de la noche, esta vecina de 54 a?os lleva toda la vida al pie del aeropuerto, viendo c¨®mo fue ampli¨¢ndose, c¨®mo fue "cogiendo" casas de familiares y vecinos, c¨®mo cada vez se iban haciendo m¨¢s grandes y ruidosas las aeronaves. "Depende de los aviones, pero ahora son muchos los que, cada vez que vienen o se van, hacen temblar mis ventanas". "A m¨ª, cuando abrieron el aeropuerto, ya me cogi¨® una finca grande de 20 ferrados", destaca el padre de Pilar. Esta casa no est¨¢ afectada por la ampliaci¨®n de la pista prevista para 2014. "Pero ir¨¢ despu¨¦s, eso seguro", a?ade, convencida, su hija.
El des¨¢nimo cunde entre los residentes en A Hermida, en O Curro, en Tarr¨ªo y otras muchas parroquias de "un medio natural de elevada calidad ambiental y cultural", como reconoce Aena en su estudio sobre la ampliaci¨®n del aeropuerto.
"Se pretende hacer un bien tan peque?o, como el de ampliar 400 metros la pista, a costa de un mal tan grande, van a barrer las casas de muchas familias", se queja Manuel Dom¨ªnguez. Es el p¨¢rroco de San Esteban de Culleredo desde hace tantos a?os como tiene Alvedro y se ha sumado a la cruzada capitaneada por el alcalde, el socialista Julio Sacrist¨¢n. "La fuerza de la raz¨®n es nuestra", sentencia el cura.
Y al igual que el alcalde, rechaza de plano los argumentos procedentes de la capital. "No estamos en contra del progreso. ?Qu¨¦ tonter¨ªa! Me suena a guasa cuando oigo el alcalde de A Coru?a decir que hace falta m¨¢s aeropuerto". "Ya tenemos bastante con el que hay", coincide Pilar Cervanto.
En todas las casas del vecindario de Alvedro, en los bares o en el p¨²lpito, se repiten los comentarios y las preguntas: "?Por qu¨¦ gastar tanto dinero para ampliar un aeropuerto en medio de la gente, cuando est¨¢ el de Santiago a s¨®lo media hora?"; "hace falta realmente tanto aeropuerto? Ya son dos en la misma provincia".
El parr¨®co, combativo, llama a la movilizaci¨®n en el ¨²ltimo n¨²mero de la hoja parroquial: "Los ayuntamientos afectados tenemos la raz¨®n. Ahora bien, hace falta que sepamos exponerla ante los mandamases. Si no quieren hacer caso, es que prefieren la fuerza, y no la fuerza de la raz¨®n". Y es que don Manuel, a diferencia de sus fieles y vecinos, tiene fe en que se aborte la ampliaci¨®n de Alvedro. "Creo que ante la oposici¨®n de los ayuntamientos y de sus gentes, se lo van a pensar mucho. Cuando la alta pol¨ªtica quiere algo, se hace, pero yo no creo que esto lo lleven a cabo, es demasiado desastre".
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