Un paseante de capa y polainas
Cuando Dal¨ª viaja a Madrid en septiembre de 1922, para ingresar en la Academia de Bellas Artes de San Fernando y la Residencia de Estudiantes, su aspecto era m¨¢s que pintoresco. Las patillas y melena le daban un aire agitanado. Luc¨ªa chalina y boina a lo bohemio. Y remataba la faena con una capa y unas polainas tan anacr¨®nicas que la gente hac¨ªa corro en la calle para verlo, y ¨¦l tem¨ªa que en cualquier momento fueran a apedrearlo.
Dal¨ª no se ape¨® de tales aparejos hasta bastante tiempo despu¨¦s de conocer al aguerrido grupo que ya campaba a sus anchas por la Resi. A saber, y por orden de intervenci¨®n: Pep¨ªn Bello, Luis Bu?uel y Federico Garc¨ªa Lorca. Los cuales -seg¨²n recordar¨ªa en su Vida secreta- en un principio lo consideraban "un residuo rom¨¢ntico m¨¢s bien vulgar y m¨¢s o menos peludo..., un ser lamentable, estigmatizado por la deficiencia mental y, en el mejor de los casos, pintoresco".
Su apocamiento y carencia de sentido pr¨¢ctico rayaban en lo patol¨®gico. El Dal¨ª de la etapa madrile?a poco tiene que ver con el futuro Avida Dollars: no sab¨ªa leer la hora del reloj, ignoraba que un duro equival¨ªa a cinco pesetas, era incapaz de tomar un tren o sacar una entrada de teatro, e incluso de cruzar la calle solo.
Hasta que un d¨ªa se enteraron de que ensayaba cuadros cubistas y empezaron a ser conscientes del talento y humor que se agazapaban tras su aspecto t¨ªmido.
A partir de ese momento, el grupo de Pep¨ªn Bello, Lorca y Bu?uel lo adopt¨® casi como una mascota, llev¨¢ndolo de parranda para provocar. Sol¨ªan exhibirlo por los locales m¨¢s elegantes, irrumpiendo en ellos con aire desafiante, como diciendo (y aqu¨ª se cede la palabra a Dal¨ª): "?Bueno! Nuestro amigo parece, sin duda alguna, una rata de alcantarilla, pero es el personaje m¨¢s importante que hayan visto ustedes nunca, y a la menor descortes¨ªa de su parte, los derribamos de un pu?etazo. Especialmente Bu?uel, el m¨¢s duro de pelar y el m¨¢s atrevido, inspeccionaba la sala en busca del menor pretexto para entablar combate. Cualquier pretexto era bueno para ¨¦l mientras prometiese llevar a una batalla campal... Cuando salimos, dije a los guardaespaldas de mi exotismo: 'Han estado muy amables conmigo. Pero no tengo ning¨²n deseo de continuar as¨ª. ?Ma?ana voy a vestirme como todos los dem¨¢s!".
Agust¨ªn S¨¢nchez Vidal es catedr¨¢tico de Historia del Cine de la Universidad de Zaragoza.
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