Jug¨® y perdi¨®
Patxi L¨®pez recibir¨¢ hoy en Gernika, de manos de su antecesor, la makila de lehendakari, s¨ªmbolo de la continuidad del autogobierno vasco. Ibarretxe tuvo el martes, tras un discurso cargado de hiel, un postrer gesto de dignidad: anunci¨® su abandono de la pol¨ªtica. Era l¨®gico que lo hiciera, pero pudo no haberlo hecho: nadie en el PNV se habr¨ªa atrevido a reproch¨¢rselo.
Era l¨®gica su salida porque hab¨ªa apostado por una determinada pol¨ªtica, y s¨®lo una, y hab¨ªa perdido. Durante 10 a?os, Ibarretxe ha encarnado la estrategia (teorizada por Egibar) de frente nacionalista como v¨ªa para garantizar la continuidad del PNV en Ajuria Enea. Esa estrategia s¨®lo es posible en torno a un programa soberanista, punto de uni¨®n entre el PNV, partidos abiertamente independentistas como EA y Aralar y otro impostadamente soberanista, como la Ezker Batua de Madrazo (quien en la campa?a, viendo la que ven¨ªa, dijo que no hab¨ªa secundado la consulta soberanista de Ibarretxe por nacionalismo sino por ser partidario de la democracia directa, por oposici¨®n a la representativa).
La retirada de Ibarretxe era condici¨®n para que el PNV saliera del callej¨®n en que se hab¨ªa metido
La f¨®rmula soberanista (independentista con desenlace aplazado) tiene la ventaja de su ambig¨¹edad. En una encuesta del Gobierno vasco publicada en junio de 2002 sal¨ªa que el 46% de los votantes del PP eran defensores de la autodeterminaci¨®n, aunque tambi¨¦n que los votantes populares partidarios de la independencia eran el cero por ciento. Es evidente que su interpretaci¨®n de la autodeterminaci¨®n no coincid¨ªa con la de Otegi, por ejemplo, como tampoco la de este ¨²ltimo coincide con la de muchos votantes del PNV m¨¢s partidarios de una Euskadi aut¨®nomica, con o sin reforma del Estatuto, que de un Estado independiente. Cuando Ibarretxe proclama que en Euskadi sigue habiendo una "mayor¨ªa abertzale", que apoya sus propuestas soberanistas, est¨¢ sumando independentistas violentos y pac¨ªficos, soberanistas de nuevo cu?o y nacionalistas autonomistas. Y sin estos ¨²ltimos, el PNV no habr¨ªa ganado ninguna elecci¨®n.
Con la estrategia de unidad soberanista, el PNV ha logrado 30 de los 35 esca?os nacionalistas (el 85%); pero esos 35 no alcanzan la mayor¨ªa absoluta que s¨ª suman PSE y PP: por tanto, ha fracasado su estrategia destinada a mantener al PNV en el poder; la sesi¨®n de investidura demostr¨® que Ibarretxe carec¨ªa de mayor¨ªa para gobernar. Jug¨® a esa ¨²nica baza y perdi¨®. Imaz jug¨® la suya contra el muro de Ibarretxe y tambi¨¦n se fue. Ahora le toca a ¨¦l.
Pero su salida se explica tambi¨¦n por la necesidad colectiva de salir del callej¨®n al que Ibarretxe hab¨ªa conducido a la pol¨ªtica vasca (y a su partido). En primer lugar, en relaci¨®n al problema de ETA, que ayer busc¨® marcar presencia en el cambio de lehendakari haciendo estallar una bomba en Cantabria. Con sus propuestas soberanistas, Ibarretxe hab¨ªa alimentado la idea de que no hay paz sin concesiones pol¨ªticas sustanciales. Pero "un Estado democr¨¢tico nunca va a poder darle a ETA lo que quiere, y aunque se lo diera, pedir¨ªa algo m¨¢s. Por ello, y en contra de lo que se piensa, es m¨¢s f¨¢cil que una organizaci¨®n terrorista lo deje a cambio de nada que a cambio de algo". Esa es la conclusi¨®n a la que, tras a?os de tratos con ese mundo, ha llegado Jes¨²s Eguiguren (P¨²blico, 24-4-09).
En t¨¦rminos m¨¢s barrocos, que incluyen referencias al marxismo anal¨ªtico, M. Zubiaga, un te¨®rico del soberanismo que suele escribir en Gara, sosten¨ªa el pasado domingo en ese diario que la lucha armada que fue "innovaci¨®n t¨¢ctica creadora de incertidumbre" en los a?os 60 "es hoy dolorosa rutina" y ya no puede mantenerse como algo "que no puede dejar de hacerse aunque no tenga sentido". La violencia que ahora corresponde ejercer al soberanismo es "la autoviolencia que supone aparecer como derrotado ante el enemigo", y que es condici¨®n para "la victoria final".
Callej¨®n tambi¨¦n en relaci¨®n a su partido: si pese a su rechazo por el Congreso y el Tribunal Constitucional, el plan Ibarretxe y la consulta siguen vigentes, e incluso son hitos irrenunciables de los que partir para cualquier soluci¨®n al conflicto, el PNV no podr¨¢ llegar a alianzas con partidos no soberanistas; si hubiera seguido al tim¨®n (como jefe de la oposici¨®n y asistente a las reuniones del Euskadi Buru Batzar) nadie habr¨ªa osado cuestionar en su presencia ese cors¨¦ que limita las oportunidades de recobrar la centralidad (y el poder).
Con ¨¦l al frente, tambi¨¦n habr¨ªa sido m¨¢s dif¨ªcil normalizar las relaciones con La Moncloa y con los partidos mayoritarios, algo que preocupa a la direcci¨®n del PNV. En el libro de M. A. Iglesias, ??igo Urkullu, lamenta el "ejercicio nefasto de la pol¨ªtica" que hab¨ªa llevado al PNV, en nombre de la estrategia de "suma de fuerzas nacionalistas", a "romper todos los puentes" con el PP y el PSOE. La propuesta de "recuperar relaciones" con esas fuerzas encontr¨® escaso eco en el lehendakari, entre otras cosas por la influencia de su entorno "que le dice s¨®lo lo que quiere escuchar".
El 29 de enero, un d¨ªa despu¨¦s de que se reprodujeran en la prensa los reproches de Urkullu a Ibarretxe contenidos en ese libro, ambos coincidieron en un acto p¨²blico celebrado en Vitoria. Queriendo tranquilizar al presidente de su partido, el entonces lehendakari le dijo: "Estate tranquilo, ??igo; cuando alguien saca este tipo de descalificaciones es que tiene pocos argumentos". Sin reparar en que que era su interlocutor quien hab¨ªa pronunciado las palabras que interpretaba como ofensivas
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