Retablos de lo residual
Siempre quise mostrar al mundo que el arte est¨¢ en todas partes, y s¨®lo precisa del filtro de una mente creativa", declaraba Louise Nevelson (1899-1988) sobre sus obras monumentales ensambladas a partir de desechos urbanos, instalaciones pioneras que afianzaron su nombre como una de las escultoras americanas m¨¢s innovadoras e influyentes de la posguerra. Coleccionaba "objetos hallados", restos variopintos de muebles, de instrumentos, de relojes, de trozos de madera o residuos de f¨¢brica, y los dotaba de una nueva "identidad", limpi¨¢ndolos con un color s¨®lido y orden¨¢ndolos en cajas con las que compon¨ªa una suerte de collages en tres dimensiones. La sincron¨ªa de cub¨ªculos pintados de negro uniforme podr¨ªa multiplicarse hasta el infinito en Untitled 1964, un enorme panel cuyo impacto visual preside la primera exposici¨®n dedicada a la obra de Nevelson en el Reino Unido en los ¨²ltimos 46 a?os. Toda una reivindicaci¨®n de esta artista singular, olvidada en Europa en las ¨²ltimas d¨¦cadas -a diferencia de otros de sus coet¨¢neos, como Louise Bourgeois-, pese a que su vasta producci¨®n se exhibe en los principales museos de Estados Unidos y del Viejo Continente, adem¨¢s de engrosar los fondos de casi noventa colecciones p¨²blicas en todo el mundo.
Louise Nevelson acab¨® por ser reconocida en Estados Unidos como "la gran dama de la escultura contempor¨¢nea"
Inmensos relieves de madera monocroma, collages sobre papel o tabla, que incorporan materiales como la madera, la pintura, el vinilo o el metal, incluso p¨¢ginas de diarios, integran la treintena de obras expuestas en la sede londinense de la Fundaci¨®n Louise Blouin. El recorrido reci¨¦n inaugurado arranca a mediados de los a?os cincuenta y se prolonga a lo largo de tres d¨¦cadas de trabajo, de continua exploraci¨®n del espacio entre forma e ilusi¨®n, entre pintura y escultura, entre s¨®lido y vac¨ªo. Es lo que Nevelson denominaba "el alba y el crep¨²sculo" (Dawns and Dusks, el t¨ªtulo de la muestra londinense), "los lugares que median entre la tierra y el mar, entre los materiales que utilizo y su manifestaci¨®n (art¨ªstica) posterior". Autora de dif¨ªcil etiquetaje, su trabajo ha sido ligado a diferentes movimientos, como el cubismo, el dada¨ªsmo o los surrealistas, aunque ella se consideraba a s¨ª misma una formalista integrada en el expresionismo abstracto. "Cuando se habla de expresionismo abstracto, se cita a Mark Rothko, a John Chamberlain o Willem de Kooning, pero suele olvidarse que Nevelson fue la ¨²nica mujer aceptada e integrada en ese grupo", subraya Jeff Burch, responsable de la exposici¨®n y director de la galer¨ªa neoyorquina PaceWildenstein que ha nutrido sus fondos, m¨¢s de la mitad in¨¦ditos hasta ahora para el p¨²blico.
Mujer, jud¨ªa, artista inquieta que quiso abrazar las nuevas ideas del siglo XX, Nevelson logr¨® establecer su nombre en un mundo de arte dominado por las figuras masculinas hasta acabar siendo reconocida en su tiempo como "la gran dama de la escultura contempor¨¢nea". Fue el fruto de una lucha contracorriente que tambi¨¦n marc¨® su biograf¨ªa. Nacida en Ucrania como Louise Berliawsky, su padre era un contratista maderero que traslad¨® a la familia a Rockland (Maine, Estados Unidos) cuando Louise contaba seis a?os. En el nuevo mundo asisti¨® a acontecimientos hist¨®ricos excepcionales y a su traducci¨®n en un cambio radical en el panorama del arte norteamericano, que ejerci¨® de espoleta en su b¨²squeda de un lenguaje visual distintivo. Su boda con el naviero Charles Nevelson, en 1920, le procur¨® un nuevo apellido y el traslado a Nueva York, donde pronto se rebel¨® contra los cors¨¦s que le impon¨ªa su matrimonio burgu¨¦s, del que tuvo a su ¨²nico hijo, Myron (que se labr¨® tambi¨¦n una carrera como escultor). Trece a?os despu¨¦s, la pareja se separaba. "Cuanto m¨¢s libre se vuelve la mujer, m¨¢s libre es tambi¨¦n el hombre. Porque cuando esclavizas a alguien, t¨² mismo est¨¢s esclavizado", declaraba a?os m¨¢s tarde sobre aquella ruptura. Estudi¨® dibujo, pintura, baile y drama, y tante¨® sus primeros pasos en la creaci¨®n de la mano de tres figuras tan destacadas como diferentes entre s¨ª. Kenneth Hayes Miller fue su mentor en la neoyorquina Art Students League, centro que abandon¨® para seguir los pasos de su tambi¨¦n profesor Hans Hoffman en M¨²nich. Durante aquellos a?os treinta trabaj¨® como escen¨®grafa de cine en Viena y Berl¨ªn hasta la llegada al poder de los nazis en Alemania, que forz¨® su regreso al continente americano. Sus primeros trabajos se inspiraron en el arte precolombino, explorado en sus frecuentes viajes a M¨¦xico. All¨ª consigui¨® trabajar como asistente del muralista Diego Rivera, un artista con el que compart¨ªa la obsesi¨®n por los grandes espacios y las obras monumentales.
El Brooklyn Museum de Nueva York fue la sede de su estreno en una exposici¨®n de grupo organizada en 1935. Tuvo que esperar otros seis a?os para exhibir en solitario sus trabajos en la Nierendorf Gallery de la misma ciudad, la primera de los dos centenares y medio de exposiciones en solitario que protagonizar¨ªa a lo largo de su f¨¦rtil singladura. Sus ensayos con elementos m¨²ltiples, objetos abandonados que recog¨ªa por el paisaje urbano, recubr¨ªa de un spray monocromo y transformaba en paisajes esculturales, se enmarcaban entre el pop art y la abstracci¨®n geom¨¦trica.
"Los a?os cincuenta y sesenta son sus a?os m¨¢s brillantes", afirma Jeff Burch sobre aquella producci¨®n que tiene su estrella en las famosas "cajas" de Nevelson, obras de arte realizadas a partir de detritus y que pintaba de blanco, dorado y, en su estilo m¨¢s depurado, finalmente de negro, su color favorito "porque es la esencia del universo". Empleaba semanas, meses, incluso a?os, reinventando o "redescubriendo", seg¨²n sus propias palabras, esas colecciones de "objetos encontrados". Ya entrada la artista en la cincuentena, sus propuestas concitaron la atenci¨®n de los grandes museos estadounidenses, como el Brooklyn o el Museum of Modern Art (MOMA), donde -con 60 a?os- fue incluida en la hist¨®rica exposici¨®n Sixteen Americans de 1959, junto a los entonces veintea?eros Jasper Johns, Frank Stella o Robert Raushenberg. Cuando el Museo Whitney le dedic¨®, en 1967, su primera retrospectiva, Nevelson era ya una figura asentada y comercial, reconocida por la cr¨ªtica gracias a obras como Tropical Gardens II (ensamblaje de enormes cajas verticales articuladas con piezas de instrumentos musicales) y representante del cartel de su pa¨ªs en la Bienal de Venecia.
El f¨ªsico que acompa?aba a la persona p¨²blica era distintivo y poderoso, con sus perennes atuendos ¨¦tnicos, el pa?uelo ocultando la cabellera y unas prominentes e imposibles pesta?as postizas. Siempre quiso desmentir la imagen de fortaleza que transmit¨ªan su personalidad y su obra: "Siento que mis trabajos son femeninos y delicados: pueden parecer fuertes, pero la verdadera fuerza reside en la delicadeza. Mi vida entera est¨¢ en ellos, y mi vida entera es femenina". La declaraci¨®n contrasta con la rotundidad que marc¨® su vasta colecci¨®n de arte p¨²blico, obras que compiten en monumentalidad con el entorno arquitect¨®nico que las envuelve.
Siempre se mantuvo fiel a sus or¨ªgenes, a sus amigos y a aquellos que le brindaron apoyo en su labor creativa, como la galer¨ªa Pace del barrio de Manhattan, espacio habitual de sus exposiciones desde 1964. La prestigiosa PaceWildenstein -que tiene su gen¨¦sis en aquel modesto centro- se ha volcado en la recuperaci¨®n de la figura de Nevelson, eclipsada en los ¨²ltimos lustros por las nuevas corrientes del arte, sobre todo en el continente europeo (aunque a excepci¨®n de Italia, poseedora de importantes fondos de su obra). El centro neoyorquino acaba de adquirir a Maylo Nevelson cincuenta piezas de su madre nunca exhibidas y una parte de esa colecci¨®n se exhibe estos d¨ªas en la Fundaci¨®n Louise Blouin, sita en el elegante barrio de Holland Park, al oeste de la capital brit¨¢nica. La muestra revela c¨®mo en la etapa final de su carrera la artista conjuga la indagaci¨®n en nuevos materiales, como el metal, el plexigl¨¢s, el pl¨¢stico o el esmalte, con un cierto regreso a sus obras primigenias, "un giro en c¨ªrculo hacia los inicios que es habitual en muchos artistas", sostiene Burch. Poco antes de su muerte, en 1988, Louise Nevelson explicaba que vida y obra integraban para ella un mismo todo: "Acepto que he estado completamente comprometida en el arte y la creaci¨®n, que no son s¨®lo dos conceptos sino un lugar en el que vivir y respirar". Su contribuci¨®n al modernismo americano es ¨²nica, con esas construcciones escult¨®ricas, los "paisajes ensamblados", que encarnan el hito de su carrera.
Louise Nevelson. Dawns and Dusks. Fundaci¨®n Louise Blouin. Londres. Hasta el 14 de junio
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