La Cojonuda
Ten¨ªa mucha raz¨®n el cardenal Pay¨¢ cuando se opuso radicalmente a que el sacramento de la confesi¨®n pudiera administrarse por v¨ªa telef¨®nica. Estaba todav¨ªa el invento en pa?ales, pero el primado de Espa?a, que era un lince, ya advirti¨® que para la aut¨¦ntica confesi¨®n eran convenientes las distancias cortas. Y le puso una medida: no m¨¢s de 20 metros. ?se viene a ser el radio que m¨¢s se aproxima a la verdad. Sabemos que en la comparecencia p¨²blica de los personajes poderosos, y m¨¢s poderosos cuanto mayor sea su secreto, vale m¨¢s una confidencia furtiva, un cuchicheo captado por un micr¨®fono que se supone cerrado, que un largo discurso, probablemente redactado por un ghostwriter o escritor fantasma. Por ejemplo, el escritor fantasma de D¨ªaz Ferr¨¢n, presidente de la CEOE, nunca se atrever¨ªa a incluir, por m¨¢s que el texto lo pidiese a gritos, un elogio liberal de la presidenta madrile?a Esperanza Aguirre que incluyese el colof¨®n ditir¨¢mbico: "?Es cojonuda, es cojonuda!". Despu¨¦s de la seductora posteridad anat¨®mica que domin¨® en la visita semi¨®tica de do?a Carla Bruni a Espa?a, acompa?ada de un mandatario franc¨¦s, en Gerardo D¨ªaz Ferr¨¢n brota espont¨¢neamente, sin remilgos, la exaltaci¨®n castiza de los atributos que de verdad fundamentan nuestra identidad desde la noche de los tiempos. En nuestra historia ya va siendo hora de honrar a los cojones, los lleve quien los lleve. En nuestro caso, por lo o¨ªdo, son atributos preferentemente femeninos, aunque ignoro el dictamen final de nuestros dos grandes sexadores de pollos hist¨®ricos, Oliver Vidal y Laurel Jim¨¦nez Losantos, autores de un nuevo best seller donde Espa?a se rompe por en¨¦sima vez. Como saben, el Desastre es un negocio acreditado durante siglos. Ahora nos disponemos a exportarlo a Europa con una tripulaci¨®n de la Espa?a del ?ltimo D¨ªa encabezada por el antorchado Jaime Mayor Oreja. A menos de 20 metros. ?Christe, el¨¦ison! +
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