Los dioses olvidaron cerrar el gas
Las llamas eternas son el atractivo de Yanartas, en el parque nacional de Olympos, en Turqu¨ªa. Un fen¨®meno natural asociado a la Quimera y a la divinidad de los herreros, Hefestos, a quien los griegos dedicaron un templo
La Quimera perteneci¨® a una de las estirpes infernales de m¨¢s rancio abolengo de toda la mitolog¨ªa cl¨¢sica. En su Teogon¨ªa, Hes¨ªodo le atribuye por hermanos a la Esfinge de Tebas y al Le¨®n de Nemea. Y los tres eran a su vez hijos de la Hidra de Lerna (que fue en su infancia mascota de Hera y que s¨®lo H¨¦rcules consigui¨® matar) y nietos de Tif¨®n.
Ten¨ªa, al parecer, tres cabezas: de le¨®n, de macho cabr¨ªo y de serpiente. Escup¨ªa fuego y era r¨¢pida como el rayo. Se tragaba reba?os enteros, fund¨ªa con su aliento las flechas y las espadas de sus enemigos y ten¨ªa aterrorizados a los habitantes de Licia, el riqu¨ªsimo reino de Asia Menor situado en torno a lo que hoy es el golfo de Antalya, en el sur de Turqu¨ªa.
Y tambi¨¦n muri¨® a manos de otro h¨¦roe m¨ªtico, como su madre, la Hidra. En su caso fue Belerofonte, que contaba con la ayuda del caballo alado Pegaso y de su ingenio: aprovech¨® que abr¨ªa las fauces para arrojarle una lanza de plomo directa al est¨®mago. El metal se derriti¨®, s¨ª, pero resbal¨® por su garganta y le abras¨® las entra?as. Tambi¨¦n Belerofonte acabar¨ªa muriendo por culpa de su hybris -la arrogancia suicida que castigan los dioses-. Pero ¨¦sa es otra historia, y la cont¨® Eur¨ªpides en una de sus tragedias perdidas.
Sin embargo, incluso despu¨¦s de muerta y enterrada, la Quimera sigue respirando fuego y echando humo en Yanartas: un rinc¨®n perdido de la costa licia de Turqu¨ªa, dentro del parque nacional de Olympos y a una hora en coche al oeste de Antalya, la capital de la regi¨®n.
Yanartas significa en turco "piedra ardiente". Y realmente arden las piedras a causa del gas natural que se filtra desde hace siglos por las grietas de la ladera de una de las estribaciones del Tahtali Daglar, una cadena monta?osa impresionante que asciende casi hasta los 3.000 metros y cae luego a pico hasta el Mediterr¨¢neo.
Baile de sombras
El ¨²ltimo tramo de subida hasta las llamas eternas se hace a pie y es duro, pero merece la pena. Sobre todo, al atardecer, cuando se pone el sol sobre el mar, muy cerca y muy abajo. Entonces, las llamaradas brillan y sisean el doble: hacen bailar las sombras y casi temer que reaparezca el monstruo para tomar posesi¨®n de su guarida.
?ste es, en m¨¢s de un sentido, un verdadero punto caliente de ese Mediterr¨¢neo m¨ªtico donde cada isla y cada pe?asco tiene su leyenda digna de o¨ªrse. Junto al fuego siguen las ruinas del templo levantado por los griegos en honor a Hefestos, el dios herrero: vieron en el prodigio natural de las llamas un recordatorio de la fragua ol¨ªmpica donde forjaba las armas de los dioses. Los romanos mantuvieron en ¨¦l el culto a Vulcano y en ¨¦poca bizantina se reconvirti¨® en capilla cristiana.
La primavera es buena ¨¦poca para visitar esta zona: cuando las monta?as alt¨ªsimas a¨²n conservan restos de nieve y corre ya el agua del deshielo por los torrentes que se descalabran hacia el mar. Este tramo de costa es una reliquia de lo que debi¨® de ser el Mediterr¨¢neo anterior a la desertizaci¨®n y la hybris del ladrillo, de la que ahora (a buenas horas) empezamos a lamentarnos desde nuestra orilla. Un espl¨¦ndido bosque mediterr¨¢neo de pl¨¢tanos de sombra, casta?os, pinos, madro?os y adelfas protege la tierra f¨¦rtil, preserva la humedad de estas monta?as costeras y endulza el clima incluso en pleno verano. Por aqu¨ª, piensa uno, no deben de ser tan frecuentes las guerras del agua.
Y tambi¨¦n las calas y las playas que puntean este extremo del golfo de Antalya han sabido escapar a la hidra de cemento. Para refrescarse tras la subida a Yanartas, lo mejor es bajar a la estupenda playa de ?irali, a menos de cinco kil¨®metros. Es un pueblecito que ha sido capaz de equilibrar los huertos de frutales y un sensato desarrollo tur¨ªstico, a base de peque?os hoteles de caba?as desperdigadas entre los ¨¢rboles y hamacas que cuelgan en primera l¨ªnea de una cala amplia y libre de bloques de pisos.
Piratas de Olympos
El paisaje por aqu¨ª sigue siendo m¨¢s o menos el mismo que debieron de ver -y de urbanizar, para bien en este caso- los habitantes de la antigua Olympos, un puerto muy pr¨®spero fundado hacia el 200 antes de Cristo en las orillas del r¨ªo Ulupinar, que desemboca en la playa. Los de Olympos, por lo visto, eran los m¨¢s temibles piratas de Licia, y la ciudad fue arrasada como castigo por los romanos. Pero ni por ¨¦sas pudieron evitar una ¨²ltima venganza intangible: desde aqu¨ª se contagi¨® al resto de Roma el culto a Mitra, el temible dios-serpiente que vino de los confines orientales. Sus ritos y misterios sangrientos marcaron un punto m¨¢s en la decadencia moral y religiosa del Imperio.
La vecina Phaselis, donde en el 334 antes de Cristo pas¨® el invierno el mism¨ªsimo Alejandro Magno (ten¨ªa buen gusto, desde luego) tuvo m¨¢s suerte: por algo sus ciudadanos eran famosos por trapaceros y aduladores. Los romanos le dieron trato de favor gracias a su insuperable emplazamiento. La verdad es que sigue siendo una de las ruinas m¨¢s fotog¨¦nicas e id¨ªlicas de todo el Mediterr¨¢neo, con sus calas de arena blanca, sus tres puertos de agua transparente, los pinos entre las ruinas y las gradas de su teatro a la orilla del mar.
Olympos tuvo menos fortuna, pero quiz¨¢ m¨¢s car¨¢cter. A¨²n conserva algo agreste y orgulloso en sus cimientos arrasados e invadidos por la maleza (el saqueo fue tan terrible que protest¨® el mism¨ªsimo Cicer¨®n). Todav¨ªa pueden visitarse los muelles fluviales, el peque?o teatro y la misteriosa puerta del templo romano, ¨²nico resto en pie que conmueve plantada y s¨®lida en un claro del bosque. En un sarc¨®fago bajo los ¨¢rboles todav¨ªa puede leerse el epitafio m¨¢s hermoso que se haya dedicado a un viejo pirata y lobo de mar: "Aqu¨ª yace el capit¨¢n Eudemos. Su barco arrib¨® al ¨²ltimo puerto y no tendr¨¢ m¨¢s singladuras, el viento no soplar¨¢ m¨¢s en sus velas. Su vida fue breve como un d¨ªa, como una ola que rompe en la orilla al poco de nacer".
? Javier Montes es autor de la novela Los pen¨²ltimos (Pre-textos).
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Gu¨ªa
Dormir
? ?irali est¨¢ lleno de hoteles y pensiones. Desde el gran lujo del Hotel Olympos Lodge (www.olymposlodge.com.tr), uno de los mejores hoteles de playa de Turqu¨ªa (hamacas sobre la arena, bungal¨®s y un hermoso jard¨ªn), hasta las casas particulares entre los naranjales que se alquilan por pocas liras. El Hotel Arcadia (www.arcadiaholiday.com) est¨¢ tambi¨¦n sobre la playa, con c¨®modas caba?as de madera y un comedor que en verano se deja abierto al mar.
Informaci¨®n
? Turismo de Turqu¨ªa (www.turismodeturquia.com).
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