Una presidencia gris
La secuencia de los presidentes de la Comisi¨®n Europea apenas tiene grandes nombres. Pero la mediocridad hist¨®rica no constituye argumento para su repetici¨®n. Menos a¨²n en momentos decisivos de crisis global; de incertidumbres institucionales por el bloqueo del Tratado de Lisboa; de pesada digesti¨®n de la ¨²ltima gran ampliaci¨®n al Este... Esa coyuntura exigir¨ªa contar al frente de la instituci¨®n que desempe?a la funci¨®n de motor de la UE con una persona de alto perfil pol¨ªtico, energ¨ªa, sinton¨ªa con las nuevas corrientes y poco complaciente incluso con los jefes de Estado y de Gobierno reunidos en el Consejo Europeo. No es el caso.
El primer mandato de Jos¨¦ Manuel Dur?o Barroso, se salda con un fracaso en la prioridad que se marc¨®, el crecimiento econ¨®mico y del empleo, seg¨²n la Agenda de Lisboa del a?o 2000; y ello, mucho antes de que se desbocase la actual recesi¨®n. Y sobre todo con un fiasco en su prevenci¨®n: no pod¨ªa ser de otra manera, puesto que Dur?o, un convencido neocon (anfitri¨®n del tr¨ªo de las Azores), denostaba hasta anteayer la necesidad de una correcta regulaci¨®n financiera, a la que se apunt¨® en el pen¨²ltimo momento, seg¨²n soplaba el viento. Huero de ambici¨®n colectiva, se ha resignado al diktat de los Gobiernos, tendente a convertir a la Comisi¨®n en mera secretar¨ªa t¨¦cnica del Consejo, en vez de mantenerla como alma del entramado comunitario.
La promesa de su renovaci¨®n por los l¨ªderes del PPE al que pertenece quiz¨¢ no sea extra?a. Lo es m¨¢s el apoyo de tres dirigentes socialistas (Zapatero, S¨®crates y Brown), sin siquiera negociaciones. Precisamente en v¨ªsperas de las elecciones al Parlamento Europeo, que, en ausencia de listas paneuropeas, deber¨ªan ser ocasi¨®n para fomentar la imagen de candidatos de perfil diferenciado, requisito de una alta participaci¨®n. Aunque despu¨¦s de las necesarias transacciones el realismo aconseje nombrar a personalidades de consenso.
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