La prueba jud¨ªa de Obama
El embarazo que la visita del se?or Avigdor Lieberman, nuevo ministro israel¨ª de Asuntos Exteriores, parece haber causado en el El¨ªseo es comprensible. ?Era necesario que Nicolas Sarkozy aceptase recibir a alguien de cuyo nombramiento un ex ministro tambi¨¦n israel¨ª, Shlomo Ben Ami, declar¨® que constituye una "provocaci¨®n" para todos los implicados en los acuerdos de paz (es decir, para el grupo conocido como el "quinteto": la ONU, la Uni¨®n Europea, Rusia, Reino Unido y Estados Unidos)? El se?or Lieberman, cuyas declaraciones han sido comparadas a menudo con las de Jean Marie Le Pen, y cuyas groser¨ªas hacia los ¨¢rabes han sido severamente juzgadas, s¨®lo tiene una obsesi¨®n: renunciar a todos los acuerdos concluidos anteriormente y trabajar para hacer de Israel un Estado de jud¨ªos, para los jud¨ªos y poblado ¨²nicamente por ciudadanos jud¨ªos.
Pese al Likud, el presidente de EE UU mantiene su visi¨®n sobre Oriente Pr¨®ximo
Las palabras del presidente iran¨ª en Ginebra trasluc¨ªan cierta suavizaci¨®n
Nicolas Sarkozy decidi¨® ce?irse al protocolo: s¨®lo le recibir¨ªa Bernard Kouchner, hom¨®logo del ministro israel¨ª. Aunque alguna vez se haya proclamado con entusiasmo "el mejor amigo de Israel", Kouchner ha recordado en repetidas ocasiones que tanto Francia como la Uni¨®n Europea son partidarias del establecimiento de dos Estados soberanos, uno palestino y otro israel¨ª. Ahora bien, el jefe del Gobierno israel¨ª, Benjam¨ªn Netanyahu, ha decretado que esa soluci¨®n ya no es pertinente y le ha encargado a su ministro que abogue por su causa ante distintos gobiernos europeos, antes de hacerlo ¨¦l mismo en Washington. Un portavoz del El¨ªseo ha observado que ahora existe una "estrategia francoestadounidense" para Oriente Pr¨®ximo, lo que, dicho sea de paso, significa que, tras dos a?os en el poder, el presidente franc¨¦s reniega de su pat¨¦tica inclinaci¨®n en favor de George Bush para sumarse a la pol¨ªtica de Barack Obama, que le inspira unos sentimientos mucho menos evidentes. Por otra parte, todo lo que los comentaristas pol¨ªticos y los especialistas universitarios escribieron sobre el atlantismo de unos y el antiamericanismo de otros ha quedado obsoleto.Seg¨²n nuestros colegas israel¨ªes, Avigdor Lieberman tiene instrucciones de recuperar la argumentaci¨®n que Ariel Sharon puso a punto durante la cruzada contra el terrorismo. Esta vez, sin embargo, ya no se trata de Irak, sino del diab¨®lico Ir¨¢n, que blande sobre Occidente y el denominado "mundo ¨¢rabe moderado" una amenaza nuclear. Convendr¨ªa, por tanto, persuadir a los pa¨ªses que se alejaron de Israel a ra¨ªz de la tr¨¢gica expedici¨®n de Gaza de que deber¨ªan revisar la urgencia de sus prioridades con realismo. S¨®lo hay un enemigo y es Ir¨¢n. Cualquier muestra de debilidad ante ¨¦l constituir¨ªa una capitulaci¨®n similar a la que protagonizaron los europeos ante Hitler en 1938. La negociaci¨®n con los palestinos bien puede esperar.
Cuando abrazaba con tanto ardor la cruzada de George Bush contra Irak y el "eje del mal", Ariel Sharon sab¨ªa el partido que pod¨ªa sacarle a la hora de evitar negociar con Yaser Arafat. Bastaba con presentar (olvidando repentinamente a Ham¨¢s) al l¨ªder palestino como el mejor aliado de Sadam Husein. "Combatamos al enemigo n¨²mero uno: Irak. Ya veremos luego qu¨¦ hacemos con los palestinos".
Es una maniobra que ya no puede sorprender a Barack Obama. Esta estrategia, que le hac¨ªa el juego a un George Bush deseoso de v¨¦rselas con Irak, no puede seducir a un Barack Obama preocupado por hacer la paz con Ir¨¢n. Tras 100 d¨ªas de mandato, el presidente norteamericano mantiene la visi¨®n sobre Oriente Pr¨®ximo, los ¨¢rabes y el islam que se form¨® durante la campa?a presidencial. Ya he hablado de ella antes, pero la resumir¨¦: la lucha contra el terrorismo no debe adoptar bajo ning¨²n concepto la apariencia de una cruzada contra el islam ni agrupar s¨®lo a unos cuantos occidentales que ignoran a la ONU. Por otra parte, la incorporaci¨®n de ¨¢rabes y musulmanes a una coalici¨®n antiterrorista s¨®lo ser¨ªa posible tras un acuerdo de paz entre palestinos e israel¨ªes.
Pese a que la supervivencia de tales convicciones pod¨ªa ser motivo de cierto escepticismo -y m¨¢s a¨²n cuando implicaban una unidad entre los palestinos que no ha sido posible-, hay que convenir en que Barack Obama confirm¨® su firmeza inmediatamente despu¨¦s de la conferencia internacional de la ONU contra el racismo (Durban II) celebrada en Ginebra el pasado abril. Vale la pena detenerse en este punto.
La decisi¨®n de Estados Unidos de boicotear esta conferencia -hab¨ªa sido organizada por los libios y los cubanos y los textos que se propon¨ªan someter a discusi¨®n pr¨¢cticamente s¨®lo incriminaban a Israel- ha dado lugar a diversas interpretaciones. Tras escuchar el discurso, siempre exagerado, del presidente Ahmadineyad, nos pregunt¨¢bamos si Barack Obama atenuar¨ªa su pol¨ªtica de apertura.
Sin embargo, a¨²n no hab¨ªa terminado la cumbre de Ginebra cuando un portavoz de la Casa Blanca declaraba que Estados Unidos ratificaba su "deseo de iniciar conversaciones con las autoridades iran¨ªes". Es m¨¢s, ese mismo d¨ªa, Barack Obama anunci¨® su decisi¨®n de invitar a Washington sucesivamente a los presidentes egipcio, palestino e israel¨ª. Finalmente, para coronarlo todo, algunos comentarios oficiosos subrayan que, por inaceptables que fuesen, las declaraciones del presidente iran¨ª trasluc¨ªan cierta suavizaci¨®n de las posturas, pues ni negaba la realidad del Holocausto ni estigmatizaba al conjunto de los jud¨ªos. Respecto al destino reservado al Estado de Israel, cuya creaci¨®n pretend¨ªa ser una soluci¨®n para el sufrimiento de los jud¨ªos, les correspond¨ªa decidir a los palestinos.
A trav¨¦s de una evocaci¨®n de los profetas b¨ªblicos, Ahmadineyad incluso lleg¨® a manifestar un relativo respeto por la religi¨®n jud¨ªa. Eso s¨ª, persist¨ªa en una explicaci¨®n, acorde a la del fundador de la rep¨²blica de los mul¨¢s, seg¨²n la cual la explotaci¨®n del sufrimiento de los jud¨ªos durante el genocidio condujo a los extranjeros de todos los pa¨ªses a instalarse en una tierra que pertenec¨ªa a los palestinos. Las circunstancias se encargar¨ªan de hacer desaparecer esa operaci¨®n de usurpaci¨®n. Seguramente esto no supone un gran cambio para los israel¨ªes, ni para los jud¨ªos, ni para los partidarios del respeto a las leyes internacionales, pero para los diplom¨¢ticos expertos en iranolog¨ªa no carece de significaci¨®n.
Tanto es as¨ª que pese al problema, ya de proporciones gigantescas, de un Pakist¨¢n talibanizado, pese a la crisis econ¨®mica mundial, que conduce a las industrias al desastre y a una progresi¨®n exponencial del paro, y dando la espalda a los dram¨¢ticos debates sobre la oportunidad de una operaci¨®n b¨¦lica contra Ir¨¢n, Barack Obama mantiene intacta su visi¨®n, sus convicciones y su estrategia.
Una prueba de fuerza parece inevitable. No ante los jud¨ªos norteamericanos en su conjunto -el 72% de ellos votaron a Barack Obama-, sino ante el American Israel Public Affairs Committee (AIPAC), el lobby m¨¢s poderoso despu¨¦s del American Riffle Association, que, desde hace una d¨¦cada, viene prestando un apoyo incondicional al Likud, el partido de Netanyahu. Sencillamente, resulta que, desde hace dos a?os, hay otros lobbies mucho m¨¢s liberales en lo que respecta a la cuesti¨®n israel¨ª y hoy parecen dispuestos a ayudar a Barack Obama.
Jean Daniel es director de Le Nouvel Observateur. Traducci¨®n de Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva.
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