Ai Weiwei, un artista contra la autoridad
Ai Weiwei se asoma a la puerta de su estudio -un conjunto de paralelep¨ªpedos de ladrillo gris, organizados alrededor de un jard¨ªn en el que se elevan un peque?o bosque de bamb¨², un sauce llor¨®n y varios jarrones de cer¨¢mica, obra suya-, y mira en silencio. En un lateral del patio dormitan algunas esculturas de animales de piedra. En otro, un rect¨¢ngulo oscuro da paso a una habitaci¨®n en la que trabaja media docena de colaboradores. El viento trae el murmullo de la autopista que conduce al aeropuerto de Pek¨ªn.
Ai estrecha, somnoliento, la mano del visitante. Los ojos, profundos, rodeados por un rostro del que desciende una barba que recuerda a los sabios de las pinturas tradicionales chinas filosofando bajo un ¨¢rbol, platicando junto a un r¨ªo. Son las tres de la tarde, y, si fuera espa?ol, nadie dudar¨ªa de que acaba de salir de la siesta.
"La sociedad china actual no tiene moral, juicio propio, y la gente no est¨¢ acostumbrada a asumir su responsabilidad"
Pero no es momento para estas preguntas. Vestido con una camiseta y pantal¨®n c¨®modo, Ai Weiwei regresa a la penumbra del estudio, se sienta al extremo de una enorme mesa de madera maciza, y comienza a hablar. Al principio, despacio, como si tuviera la cabeza a¨²n en otro lado. Al poco rato, con vehemencia. Sin que sobren palabras a sus frases. Empieza contando la vida de su familia. C¨®mo el a?o que ¨¦l naci¨® en Pek¨ªn (1957), su padre, Ai Qing, uno de los mejores poetas chinos del siglo XX, fue acusado de intelectual derechista por el r¨¦gimen de Mao Zedong y fue desterrado, primero al noreste del pa¨ªs, y, posteriormente, a la regi¨®n musulmana de Xinjiang, en el oeste.
Los a?os de destierro en Xinjiang fueron tiempos duros, en los que el poeta fue obligado a limpiar letrinas p¨²blicas y le fue prohibido publicar. A?os que marcaron profundamente al joven Weiwei, que permaneci¨® en esta regi¨®n remota hasta finalizar el colegio. "Mi padre era un hombre sencillo. Su sensibilidad siempre se dirigi¨® hacia la gente corriente y los aspectos esenciales de la vida. Pero su mente no era muy pr¨¢ctica. Luch¨® entre su pensamiento literario y el momento pol¨ªtico que le tocaba vivir. Batall¨® toda su vida por la justicia, y comparto con ¨¦l este sentimiento".
Rehabilitada la familia al finalizar la Revoluci¨®n Cultural (1966-1976), y de regreso en Pek¨ªn, Ai Weiwei estudi¨® dos a?os en el Instituto Cinematogr¨¢fico. En 1979, fue uno de los fundadores del colectivo de artistas Stars (Xingxing), cuyo objetivo era enfatizar el individualismo, en contra de la uniformidad de la Revoluci¨®n Cultural. El grupo se disolvi¨® en 1983, a causa de la presi¨®n de las autoridades, y la mayor¨ªa de sus miembros dej¨® el pa¨ªs.
"Yo me fui a Estados Unidos al tercer a?o (en 1981) porque estaba totalmente desencantado con la situaci¨®n en China", explica. All¨ª trabaj¨®, entre otros oficios, limpiando casas, y entr¨® en contacto con el mundo cultural neoyorquino -el poeta Allen Ginsberg, el pintor Keith Haring, el fot¨®grafo Robert Frank-. Estudi¨® alg¨²n tiempo en la escuela Parsons de dise?o y en la Art Students League, aunque no obtuvo ning¨²n diploma. Durante este periodo, descubri¨® el dada¨ªsmo, a Jasper Johns y a Andy Warhol, y comenz¨® a hacer fotos y esculturas, que deb¨ªa tirar cada vez que se mudaba porque eran demasiado voluminosas. "En Estados Unidos, aprend¨ª sobre el arte conceptual, el minimalismo, el arte pop, y Marcel Duchamp, que me influy¨® profundamente. Aprend¨ª a ser un artista inteligente, no un artista ¨²nicamente con habilidades visuales o t¨¦cnicas. ?stas hacen falta, pero s¨®lo como herramienta para representar tu idea".
Tras 12 a?os en el extranjero, en 1993 volvi¨® a Pek¨ªn porque su padre estaba enfermo. Instalado en la capital, ayud¨® a establecer el poblado de artistas conocido como East Village, y public¨® varios libros clandestinos sobre esta nueva generaci¨®n de creadores chinos. Fue entonces cuando tom¨® en la plaza de Tiananmen su famosa foto del pu?o cerrado con el dedo coraz¨®n extendido. "La hice pensando en lo que hab¨ªa ocurrido all¨ª [la matanza de Tiananmen, en 1989], pensando en nuestro Gobierno". Posteriormente, repiti¨® este gesto ante la Casa Blanca, en Washington, y en Par¨ªs y Berl¨ªn. "Se convirti¨® en un gesto como individuo y artista hacia las estructuras de poder, ya sean pol¨ªticas o culturales".
Weiwei ha desafiado tradicionalmente a la autoridad -fotografi¨® a su mujer, Lu Qing, levant¨¢ndose la falda ante el retrato de Mao, en Tiananmen-, y ha trastocado el uso de los objetos y su significado, con objeto de desmontar el orden establecido y las tradiciones. Ejemplos, ya convertidos en cl¨¢sicos, son la serie de tres fotos en blanco y negro realizadas en 1995 en las que deja caer y rompe un jarr¨®n de la dinast¨ªa Han (202 antes de Cristo-220 despu¨¦s de Cristo); las vasijas neol¨ªticas, pintadas con brillantes colores warholianos; la mesa plegada en ¨¢ngulo recto con dos patas en el suelo y otras dos en la pared, o la instalaci¨®n de bicicletas engarzadas unas con otras.
"La foto del jarr¨®n representa una liberaci¨®n espiritual, destinada a desembarazarnos nosotros mismos de la lucha cl¨¢sica de identidad cultural e interpretaciones hist¨®ricas. Es un gesto y una declaraci¨®n para dignificar las acciones personales", asegura. El arte de Ai Weiwei es profuso en este tipo de manifiestos. "A veces, necesitas una declaraci¨®n para identificarte t¨² mismo, pero tambi¨¦n para cuestionar la autoridad, cuestionar tu propia posici¨®n en algunos asuntos".
Reconoce que su arte tiene una gran influencia occidental, pero al mismo tiempo es heredero de la tradici¨®n china. Y dice que el arte le atrae porque "trata los sentimientos y la expresi¨®n del individuo". "Tiene que ver con qui¨¦nes somos y c¨®mo nos otorgamos una identidad a trav¨¦s de nuestro trabajo, c¨®mo comunicamos con el mundo".
Hasta que, en 2000, organiz¨® junto con el cr¨ªtico y comisario de arte Feng Boyi una controvertida exposici¨®n en Shanghai, titulada Fuck-off, Ai no era muy conocido. La muestra, repleta de obras provocadoras, fue clausurada por la polic¨ªa, y la popularidad de Ai se dispar¨®. Algunos de sus cr¨ªticos dicen que ¨¦ste era su objetivo. Otros le han tachado de hacer a menudo un arte basado en golpes de efecto simplistas contra el poder. Y otros de que la deconstrucci¨®n de muebles chinos la efectuaron antes otros artistas. En 2004, tuvo su primera exposici¨®n en Suiza.
En paralelo, Ai Weiwei ha desarrollado su faceta como arquitecto. Dise?¨® una de las primeras galer¨ªas de arte moderno en Pek¨ªn y, en 1999, construy¨® el estudio en el que vive. "A partir de ese momento, me impliqu¨¦ cada vez m¨¢s en la arquitectura, y he hecho 50 o 60 proyectos. La arquitectura te permite interaccionar con tu entorno, plantearte qui¨¦n eres".
Su fama en este campo le llev¨® a colaborar con el estudio suizo Herzog & De Meuron, encargado de construir el estadio nacional de los Juegos Ol¨ªmpicos de Pek¨ªn 2008. Ai dise?¨® una estructura intrincada, que se convertir¨ªa en el llamado Nido de p¨¢jaro. Un trabajo del que se muestra orgulloso, pero del que un a?o antes de que comenzaran los Juegos rechaz¨® la utilizaci¨®n que estaba haciendo el Gobierno como elemento de propaganda del Partido Comunista. "Pens¨¦ que los Juegos y dise?ar el estadio eran una buena oportunidad para mostrar al mundo que China quiere cambiar de forma sincera su historia. Pero tratando con esos bur¨®cratas me di cuenta de que los Juegos no iban a ser un momento de celebraci¨®n sino un viejo juego de propaganda. Esto me entristeci¨® mucho, y anunci¨¦ que no quer¨ªa tener nada que ver con ellos
[y que no asistir¨ªa a la inauguraci¨®n]". "Los Juegos Ol¨ªmpicos no fueron m¨¢s que una sonrisa simulada, algo totalmente vac¨ªo. Fueron un ejemplo extremo de una sociedad falsa y totalitaria contempor¨¢nea. Muestran la timidez del Gobierno, lo asustado que est¨¢, el miedo que tiene a ense?ar los problemas, la verdad".
Para Ai Weiwei, ser artista hoy en China tiene un significado especial. "Me expone a la realidad de las condiciones actuales, y exijo mi derecho a discutir abiertamente y dar mi opini¨®n sobre la cultura, la sociedad y la pol¨ªtica, e intentar expresar mis sentimientos personales, por ejemplo, en mi blog, en Internet. La sociedad china actual no tiene moral, juicio propio, y la gente no est¨¢ acostumbrada a asumir su responsabilidad. No est¨¢ acostumbrada porque el mayor ¨¦xito de las sociedades totalitarias es hacer pensar a la gente que no es nada, que haga lo que haga nada va a cambiar".
Cuando se le pregunta si no teme que sus palabras le lleven a la c¨¢rcel, como ha ocurrido con otras voces disidentes, contesta: "No. Quiero hablar todo lo que pueda antes de que esto ocurra. Cuando est¨¦ en prisi¨®n, no podr¨¦ decir nada, y me dedicar¨¦ a dormir".
Insiste en que todo artista, famoso o no, tiene una responsabilidad, porque "hoy vivimos en una sociedad totalmente diferente, con circunstancias como la globalizaci¨®n, Internet y el flujo de informaci¨®n, que afectan a todo el mundo y generan interacciones pol¨ªticas y sociales, incluso con gente que no conoces, que nunca pod¨ªas haber imaginado". Asumir esta responsabilidad es la ¨²nica forma de acercar la democracia para China, seg¨²n dice. Pero hacerlo es complicado, reconoce. "Debes ser capaz de cuestionarte, colocarte en una posici¨®n dif¨ªcil y quedarte con las manos completamente vac¨ªas".
Para aquellos creadores como el director de cine Zhang Yimou, de quien fue compa?ero en el Instituto Cinematogr¨¢fico de Pek¨ªn, que se han acercado en los ¨²ltimos a?os al poder tras una etapa inicial de obras sensibles y de alto contenido cr¨ªtico que lo enemistaron con las autoridades, tiene palabras directas. "Mucha gente tiene talento. Pero el talento es s¨®lo una forma de realizar presentaciones de forma agraciada. Esto no significa que est¨¦n relacionadas de forma inteligente con la vida misma. El ser humano es fr¨¢gil, y olvida f¨¢cilmente el sufrimiento de los dem¨¢s. Para vivir hoy, hace falta tener una mente clara y fuertes convicciones".
Ai Weiwei considera que el arte en China se ha convertido en demasiado comercial. "Los artistas han copiado mucho de Occidente de forma superficial, y no afrontan las condiciones actuales chinas. Existe una burbuja. El mercado internacional demanda siempre nuevas oleadas de gente. Es como un show de Broadway". Y asegura que est¨¢ pensando dedicarse por entero a la pol¨ªtica. "Pero tengo que ver c¨®mo, en China no hay mucho sitio para hacerlo".
Las obras de Ai Weiwei han sido expuestas por todo el mundo, y ha participado en la Bienal de Venecia y en la ¨²ltima Documenta de Kassel (2007), entre otros. El pr¨®ximo martes inaugura en Madrid su primera exposici¨®n en Espa?a, organizada por Ivorypress. Una muestra que permitir¨¢ adentrarse en el mundo de este iconoclasta, que sintetiza el arte chino con el occidental de una forma cerebral, pero tambi¨¦n rebelde e ir¨®nica. Un artista que reconoce que serlo "es un privilegio, porque te permite centrarte en actividades no pr¨¢cticas, mientras comes lo que los campesinos cultivan y aprovechas lo que otra gente produce". Un creador que asegura que "el arte debe representar al ser humano como alguien que aprecia enormemente sus sentimientos, y transforma su imaginaci¨®n en formas posibles".
Ai Weiwei. Ways beyond art. Galer¨ªa Ivorypress. Comandante Zorita, 48. Madrid. Del 19 de mayo al 18 de julio. Ways beyond art. Editado por Elena Ochoa Foster y Hans Ulrich Obrist. Londres-Madrid, 2009. 133 p¨¢ginas. 38,50 euros. Ai Weiwei. Hans Ulrich Obrist, Karen Smith y Bernard Fibicher. Phaidon. Madrid, 2009. 166 p¨¢ginas. 39,95 euros
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