Nadal supera a un hurac¨¢n
El mallorqu¨ªn remonta a Verdasco y ya est¨¢ en las semifinales ante Djokovic
Bajo los focos que iluminan la noche, un tenista incontenible, cabalga voraz un hurac¨¢n que se llama Fernando Verdasco. Son los cuartos de final del Abierto de Madrid. Manda Rafael Nadal, ya con la primera manga en el bolsillo, hasta que se forma un monumental l¨ªo. Lo comanda Verdasco. Sus brazos de acero. Su derecha paralela, la clave del partido. Sus saques como verdaderos tiros. A 240 kil¨®metros por hora viajan sus servicios, un pu?ado de balas con destino: romper el marcador, dinamitar el partido. Se pone Verdasco 4-0 en la segunda manga. Ruge el estadio ante su poder¨ªo, su fuerza y su tenis de alto ritmo. Hay ambiente de Talavantes y Morantes de la Puebla, como si fuera una tarde de torer¨ªo: "?Viva San Isidro!" Invoca la grada al santo, y ocurre algo parecido a un milagro. Nadal templa, manda y se apunta un 5-0 que le llega a dar dos puntos de partido. Un castigo a Verdasco en el momento en el que andaba m¨¢s fino: con 4-0, el madrile?o comete dos dobles faltas, les suma dos errores no forzados y regala su servicio (4-2). Con ese juego pr¨¢cticamente se acaba el partido: Nadal escribe con renglones apretados y torcidos para ganar esos cinco juegos seguidos (6-4 y 7-5), y jugar¨¢ hoy las semifinales contra Novak Djokovic.
Verdasco resumi¨® con anal¨ªtica frialdad la realidad del partido. "Tengo que concentrarme en jugar m¨¢s t¨¢cticamente, en no hacer errores", dijo. "La mayor ventaja que saca contra m¨ª Rafa es de los errores que hago. Lo mejor y lo peor lo hago yo. ?l corre, lucha, la mete dentro, y yo le hago un golpe ganador o la fallo. Tengo que esperar m¨¢s el momento, no precipitarme", continu¨®. "?Frustraci¨®n? Siempre te molesta perder, y m¨¢s contra uno que siempre te ha ganado (9-0 en sus enfrentamientos para Nadal). No me vengo abajo. No me digo que nunca le voy a ganar. Me dan ganas de seguir mejorando".
El partido empez¨® a discutirse en lo t¨¢ctico y acab¨® defini¨¦ndose en lo mental. La escena se produce el jueves. Toni Nadal ordena el final de la sesi¨®n de entrenamiento, casi tres horas de martirio, y se planta en medio de la pista. Es como un cl¨ªnic de escuela. Toni lanza bolas y Nadal, el n¨²mero uno del mundo, intenta devolverlas transformadas en potentes reveses cruzados. Es dudoso que quede satisfecho con el resultado. Algo de eso deb¨ªa saber Verdasco, que ayer, con parte de la gente de su palco a un paso de saltar a la pista, gritando desaforados, se dedic¨® a percutir contra ese rev¨¦s que antes ten¨ªa fama de blandito. Verdasco, el hombre de la impactante derecha paralela, intenta buscar a Nadal por ese lado. Por ah¨ª crece su parcial de 4-0 en la segunda manga. Por ese mismo camino, fam¨¦lica la estad¨ªstica de los golpes acertados, muere su dominio en el partido. Tantos golpes empezaron a morir en la red, tan forzados fueron los intentos de evitar el fallo convirtiendo el golpetazo en golpetito cruzado, que Nadal sobrevivi¨® a su ataque y recuper¨® el dominio del partido. Desde ah¨ª hasta el final se extiende sobre la pista una sensaci¨®n m¨¢s que un golpe: que el mallorqu¨ªn est¨¢ ganando desde su cabeza, con menos fuerza y con menos br¨ªo. Fue un partido vibrante. Perdi¨® Verdasco, espectacular en la apuesta. Venci¨® Nadal, un tenista como no hay otro, capaz de todo, maestro de lo grueso y de lo fino. ?nico.
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