El sexo en tiempos revueltos
Hasta hace un a?o, V. G. era una ejecutiva de posici¨®n acomodada, gimnasio por las tardes y un trabajo enriquecedor aunque estresante. Mujer madura y divorciada, de sexo funcional y algo rutinario con su pareja: "Lo hac¨ªamos entre semana alg¨²n d¨ªa o lo dej¨¢bamos par el fin de semana". Con los primeros s¨ªntomas de deshielo econ¨®mico, a principios de 2008, su empresa decidi¨® dejar de contar con ella. Reacci¨®n: "Te hundes. El primer mes en paro vas dando tumbos. Parece una pel¨ªcula. Con dos ni?os, los mismos gastos y muchos menos ingresos...". Se vio obligada a renunciar al gimnasio y a algunos de sus placeres cotidianos. Pero encontr¨® otros. Menos costosos. Igual de reconfortantes, o m¨¢s. Por ejemplo, el sexo. Dice: "Me siento m¨¢s deseada que nunca, y deseo m¨¢s a mi pareja que nunca".
"Un estado de ¨¢nimo ansioso depresivo no es compatible con una buena relaci¨®n sexual, y esto se convierte en una espiral negativa, porque el sexo es una poderosa fuente de bienestar"
M¨¢s sexo y menos sexo son dos caras de la misma moneda: la ansiedad. el instituto kinsey lleva a?os tratando de probar el nexo causal entre los bajos estados de ¨¢nimo y el incremento del deseo sexual
En un intento de atraer la demanda, un 'sex-shop' espa?ol lanz¨® una oferta especial para parados: un 16% de descuento en todos sus art¨ªculos para quien presentara la cartilla del Inem en el mostrador
Con la autoestima en la cima, las relaciones de V. G. con su pareja han cogido un ritmo diario. O quiz¨¢ haya sido a la inversa. "Como se suele decir, esto es como montar en bicicleta. Cuanto m¨¢s lo haces, m¨¢s apetece. ?Estamos mejor que nunca!". Ya no son esos dos cuerpos desnudos y algo anquilosados que se unen en una o dos posturas, cuando toca. "Vamos sin prisas. Me encuentro tranquila y sin presi¨®n. No es que necesitemos hacerlo encima de la lavadora, ni probar cosas nuevas. Pero hemos mejorado, sobre todo porque ha cambiado mi actitud". Ella dedica la jornada a buscar un empleo. Lleva a sus hijos al colegio. Y los recoge. Por la tarde est¨¢ con ellos. En eso tambi¨¦n ha ganado. Dice que se ha reencontrado consigo misma. Se ve productiva y necesaria. Y cuando su pareja vuelve del trabajo, queda prohibido hablar del paro. Una caricia en cuanto desaparecen los chicos. Se dejan arrastrar por el erotismo del sof¨¢. Recorren la casa. Va cayendo la ropa. Hasta el dormitorio. Una muralla de intimidad contra la crisis. Cuatro o cinco posturas. Sexo con calma. Una v¨¢lvula de escape a la ansiedad acumulada durante el d¨ªa. Al menos, V. G. (y su pareja) disfrutar¨¢ hasta que vuelva a encontrar trabajo. Y luego ya se ver¨¢. Ella dice que no quiere perder lo que ha reencontrado.
Las relaciones sexuales ayudan a liberar endorfinas. Elevan el nivel de bienestar de forma r¨¢pida. Y son, por lo general, gratuitas. ?C¨®mo ¨ªbamos a renunciar a tanto atractivo de un solo golpe? La ecuaci¨®n, en tiempos de crisis, parece evidente. "Popularmente se dice que en los malos momentos las personas tienden a reforzar las din¨¢micas afectivas y la b¨²squeda del placer m¨¢s c¨®modo y barato", concede la sex¨®loga y soci¨®loga Dolores Salinas, miembro del Colegio de Soci¨®logos de Madrid.
"Otra cosa es lo que ocurre en la realidad. Para eso es necesario tomar una cierta perspectiva, medirlo con tiempo. Por ejemplo: ?se masturba m¨¢s gente ahora que en ¨¦poca de bonanza? Imposible saberlo. Pero hay una cosa clara. Si una persona se encuentra hundida porque se ha quedado sin trabajo, sin recursos econ¨®micos, o porque su empresa ha desaparecido... Para esta gente, el sexo desaparece".
Por ejemplo, Antonio, un catal¨¢n de 37 a?os y pareja estable con la que no cohabita, cuenta que su libido ha seguido el ritmo del producto interior bruto. Con su peque?a empresa atenazada por casi 50.000 euros de impagos, la ansiedad se le ha ido instalando poco a poco en el cuerpo. El a?o pasado, explica, a¨²n le funcionaba la masturbaci¨®n para conciliar el sue?o. Cuando los problemas econ¨®micos se le met¨ªan en la cama y dorm¨ªa sin su pareja, apagaba el runr¨²n de su cabeza acudiendo al onanismo. El placer y el cansancio hac¨ªan el resto. (La masturbaci¨®n es uno de los desestresores m¨¢s eficaces, apunta la mayor¨ªa de sex¨®logos). Este a?o, sin embargo, la econom¨ªa ha dado el giro definitivo. Antonio se encuentra de baja desde hace un par de meses. Dice que el sexo con su pareja ha pasado a un plano muy secundario. Y se lamenta: "Ya ni me funcionan mis pajas valium". Otro caso: Inma C. Bloqueada despu¨¦s de cuatro meses en paro, con dos hijos a su cargo y un marido con ingresos bajos, esta madrile?a se limit¨® a asentir cuando su terapeuta, el psic¨®logo cl¨ªnico Vicente Prieto, al que acud¨ªa por sus problemas de salud relacionados con la p¨¦rdida de su empleo, le coment¨®: "Un estado de ¨¢nimo ansioso depresivo como el suyo no es compatible con una buena relaci¨®n sexual. Y esto se convierte en una espiral negativa. Porque el sexo es una poderosa fuente de bienestar".
Miren Larraz¨¢bal, presidenta de la Federaci¨®n Espa?ola de Sociedades de Sexolog¨ªa, es tajante: "El estr¨¦s es veneno para una relaci¨®n". Y asegura que, como ya sucedi¨® durante la crisis de los noventa, se est¨¢ observando un ligero repunte de pacientes en las consultas de los sex¨®logos. "En periodos de crisis material, la gente se vuelve m¨¢s hacia s¨ª misma. El consumo exacerbado durante los periodos de bonanza, los viajes, el lujo, maquillan los problemas de una pareja. Y ahora, cuando se encuentran los dos solos en casa, se evidencia la insatisfacci¨®n". Pero tampoco existe una regla fija, contin¨²a la sex¨®loga, y abre una t¨ªmida rendija al hedonismo: "Todo depender¨¢ de la situaci¨®n profesional y personal de cada uno. En algunos casos puede ocurrir a la inversa: el sexo acaba convirti¨¦ndose en el ant¨ªdoto contra el estr¨¦s. Pero estos casos de sexualidad maravillosa no los vemos en la consulta, claro".
M¨¢s sexo y menos sexo son, seg¨²n ha tratado de demostrar la ciencia, dos caras de una misma moneda: la ansiedad. El investigador estadounidense John Bencroft, director del prestigioso Instituto Kinsey de sexolog¨ªa, lleva desde 2001 intentando probar el nexo causal entre los bajos estados de ¨¢nimo y el incremento del deseo. Un avance de su investigaci¨®n, publicado en 2006, establec¨ªa que en torno a un 10% de las mujeres de la muestra (663 universitarias de 18,9 a?os de media) sent¨ªa un "inter¨¦s creciente" por el sexo a pesar de su estado ansioso depresivo. La cifra era algo superior para los hombres de la misma edad y condici¨®n. Aun as¨ª, una mayor¨ªa de ambos sexos reconoc¨ªa que los estados de ¨¢nimo negativos les hac¨ªan estar "poco motivados" sexualmente. En Espa?a, sin ser un estudio exhaustivo, existe una broma generalizada entre las estudiantes de oposiciones, con un perfil similar al de la investigaci¨®n anterior (mujer joven, sometida a la situaci¨®n de estr¨¦s del concurso-oposici¨®n): "?Qu¨¦ te apetece menos que estudiar?", suelen preguntarse. No hay que ser muy perspicaz para adivinar la respuesta.
Una de las bases emp¨ªricas sobre las que se apoya John Bencroft se encuentra en una investigaci¨®n cl¨¢sica: la llamada del puente movedizo (1974), que pretend¨ªa demostrar la improbable relaci¨®n entre un elemento estresor externo y el deseo sexual. Los investigadores estadounidenses Dutton y Aron buscaron dos puentes, uno estable y otro colgante e inestable, de esos que disparan los niveles de adrenalina y provocan un cosquilleo en el est¨®mago. Colocaron a una atractiva encuestadora en un extremo de ambas construcciones. S¨®lo paraba a los varones. Les preguntaba sobre asuntos banales y manten¨ªa una breve conversaci¨®n con ellos. Luego les apuntaba su n¨²mero de tel¨¦fono, por si cre¨ªan relevante aclarar "alguna cuesti¨®n" en otro momento. Quienes cruzaron el puente firme apenas la llamaron: no hab¨ªa emoci¨®n. Los hombres del puente movedizo, en cambio, encontraron m¨¢s de una raz¨®n para telefonearla.
"El miedo, la incertidumbre y la ansiedad, en sus dosis justas, potencian el deseo", explica al tel¨¦fono la antrop¨®loga y sex¨®loga de la Universidad de Washington Pepper Schwartz, familiarizada con ambos estudios. "Ante situaciones estresantes segregamos adrenalina, una hormona de alerta. Nos prepara para luchar o salir corriendo. Pero tambi¨¦n se encuentra unida a nuestro sistema sexual. Sube la libido. Y el orgasmo resulta liberador. Una de las mejores pruebas hist¨®ricas en la materia la constituyen los bombardeos alemanes sobre Londres durante la Segunda Guerra Mundial: se dispar¨® la tasa de natalidad entre quienes se encontraban a oscuras, en los refugios, atenazados por el miedo".
La historia nos da pistas sobre la evoluci¨®n de nuestra sexualidad. En la consulta de Dolores Salinas, la primera sex¨®loga citada en este reportaje, destacaba un librito rosa sobre la estanter¨ªa. Lo suele recomendar a sus pacientes: Mi t¨ªo Oswald, de Roald Dahl, una novela breve y picante que narra c¨®mo Oswald H. Cornelius, mujeriego empedernido, hizo su primer mill¨®n de libras comercializando esperma de personajes ilustres: del pintor Matisse al rey Alfonso XIII, de Sigmund Freud a Winston Churchill. Para conseguirlo, en la ficci¨®n, les administraba polvos de un escarabajo de Sud¨¢n. Esta especie de viagra at¨®mico los volv¨ªa locos por el sexo, haci¨¦ndoles fornicar como locomotoras. Lo relevante del relato de Roald Dahl es que la acci¨®n m¨¢s desenfrenada, el sexo sin tab¨²es, comienza en 1919 y se prolonga durante los felices a?os veinte, considerado uno de los periodos de mayor libertad sexual de la historia moderna. Hasta que la Gran Depresi¨®n borr¨® las sonrisas de todos los rostros.
En febrero de 2009, el soci¨®logo brit¨¢nico Jeffrey Weeks, una autoridad en las complejas relaciones entre sociedad y sexualidad, alert¨® del riesgo que existe de sufrir un retroceso en la apertura de mentalidad de los ¨²ltimos 30 a?os. En periodos de escasez de recursos, como el actual, "las sociedades se vuelven m¨¢s conservadoras en sus actitudes hacia el sexo; cobran fuerza las posturas m¨¢s fundamentalistas", denunci¨® en una charla organizada por la Obra Social la Caixa. La Gran Depresi¨®n como tel¨®n de fondo de su discurso. Los a?os veinte del siglo pasado como un espejo en el que mirarnos.
En uno de los pocos estudios hist¨®ricos sobre la sexualidad estadounidense, Intimate matters (Asunto ¨ªntimos), de John D. Emilio y Estelle B. Friedman, un par de p¨¢rrafos resumen el anochecer del hedonismo en la d¨¦cada de 1930: "La sociedad americana se mov¨ªa en los a?os veinte hacia una expresi¨®n er¨®tica de liberalismo sexual: un renovado conjunto de creencias desligaba la actividad sexual de su funci¨®n procreadora, afirmaba el placer heterosexual como un valor en s¨ª mismo, defin¨ªa la satisfacci¨®n sexual como un componente de la felicidad personal y del matrimonio y relajaba la relaci¨®n entre expresi¨®n sexual y matrimonio, dando espacio a la juventud a experimentar como parte de su preparaci¨®n para el estatus de adulto. Durante la siguiente generaci¨®n [...], la crisis oscureci¨® esta tendencia. Bajo la presi¨®n de la Gran Depresi¨®n [...], la sobriedad y la penumbra sustituyeron la boyante exuberancia de la d¨¦cada anterior. Quedar con una pareja se volvi¨® m¨¢s sencillo, mientras la ansiedad del desempleo creaba tensiones sexuales en muchos matrimonios. Y el control de natalidad pasaba de ser un asunto relacionado con la libertad de la mujer a un m¨¦todo de regulaci¨®n de los desamparados".
Lola, una uruguaya residente en Espa?a, vive desde hace tres a?os con su pareja en un municipio del extrarradio de Madrid. ?l se qued¨® sin trabajo. Ella, empleada de hosteler¨ªa, re¨²ne unos mil euros al mes. Los ahorros les permiten sobrevivir, pero decidieron poner en alquiler una habitaci¨®n de su casa, con uno de esos anuncios que proliferaban en la Espa?a franquista de la carest¨ªa: "Se alquila cuarto con derecho a cocina". Su aviso de Internet era m¨¢s evidente: "Pareja alquila habitaci¨®n". Lola y su chico han decidido ceder un pedacito de su intimidad por motivos econ¨®micos: "Ya s¨¦ que no va a ser lo mismo salir en ropa interior al ba?o cuando metamos a alguien en casa...". Pero la crisis econ¨®mica ya se hab¨ªa instalado en su hogar, acotando el erotismo. "Estamos con la cabeza en otro sitio. Nos falta la chispa: ya no salimos por ah¨ª a cenar o a tomar una copa, ni nos concedemos esos peque?os lujos que hacen la vida m¨¢s llevadera. Pasamos el fin de semana metidos en casa. Igual salimos a dar un paseo. Poco m¨¢s. Nuestra vida sexual se ha vuelto mon¨®tona y rutinaria".
Quiz¨¢ no sea un dato significativo, pero en 2008 se invirti¨® la tendencia y cay¨® por primera vez el consumo de preservativos en Espa?a: de casi 129 millones de unidades vendidas en 2007 a los 125 millones del a?o pasado. Otros factores pueden haber contribuido a esta cifra, como la ca¨ªda del turismo o el consumo a la baja de prostituci¨®n. Desde el colectivo Hetaira de defensa de los derechos de las meretrices explican, sin estudios oficiales, que se est¨¢n observando dos tipos de movimientos. Por un lado ha bajado la demanda (en varios prost¨ªbulos ya se practican descuentos del tipo "dos por uno" en copas y sexo, seg¨²n un conocedor del negocio), y por otro, el n¨²mero de prostitutas ha crecido y el perfil ha empezado a mutar: las espa?olas est¨¢n regresando al oficio.
La venta de juguetes er¨®ticos, sin embargo, ha continuado su ascenso imparable. "Los consumidores compran ahora productos m¨¢s sofisticados", explica un portavoz de la empresa Control. La escritora y musa cibern¨¦tica de la sexualidad Eva Roy dice que la boutique er¨®tica de su p¨¢gina web (www.evaroy.com) hab¨ªa registrado en marzo una cifra de ventas r¨¦cord. "Si pasamos mayor tiempo en casa y nos da por ser optimistas, la crisis brinda la oportunidad de reencontrarse con la pareja", comenta la autora de Verdad y mentiras del sexo (Ediciones B). La direcci¨®n de Amantis, uno de los sex-shops espa?oles de primera fila, asegura que ha notado, a pesar de la crisis, un incremento del 10% en las ventas de juguetes para adultos con respecto a abril del a?o pasado. En un intento de atraer demanda, la tienda lanz¨® a finales de 2008 una oferta especial para parados: 16% de descuento a quien presentase la cartilla del Inem en el mostrador. Raquel, estilista desempleada, de 35 a?os, present¨® sus papeles en regla y se llev¨® un plumero para caricias er¨®ticas y varios preservativos. El sexo en estos d¨ªas tan caseros, dice, se ha convertido en su refugio. Una burbuja: "No tengo que madrugar, y mi amante tampoco. Objetivamente, tenemos m¨¢s relaciones sexuales que antes. Quiz¨¢ con una pareja estable ser¨ªa distinto. Pero no tengo responsabilidades familiares. Y como amantes espor¨¢dicos, no caemos en ninguna rutina".
Iv¨¢n Rotella, de la Asociaci¨®n Estatal de Profesionales de Sexolog¨ªa, dice que en un encuentro que mantuvo a finales de enero con sus compa?eros de toda Espa?a, una de las mayores preocupaciones fue la recesi¨®n econ¨®mica: "Todos lo hab¨ªamos notado: las consultas de sexolog¨ªa se estaban volviendo m¨¢s populares, sobre todo entre parejas menores de 40 a?os". El sexo, dice Rotella, es uno de los planes m¨¢s baratos. "De acuerdo. Ahora lo valoramos m¨¢s. Pero eso no quiere decir que nos vaya mejor. El deseo es el motor del sexo. Y no hace falta quedarse en paro para perderlo. Los problemas laborales de cualquier tipo suelen afectar al deseo. Son un golpe para la autoestima". Y todos somos conscientes de que la sombra de la recesi¨®n planea tambi¨¦n sobre los empleados.
Un viernes de marzo, Lucas (es un nombre ficticio), un ingeniero industrial de 33 a?os, clavaba sus ojos verdes en la nacional 1, ajeno a la sorpresa que iba a encontrar en casa. Viajaba solo en su coche y pensaba en c¨®mo, de la noche a la ma?ana, su vida hab¨ªa quedado tan "reestructurada" como la plantilla de su compa?¨ªa: ¨¦l en Madrid, su novia en Logro?o. Malos tiempos para el sector de la automoci¨®n; qu¨¦ demonios, malos tiempos para casi todo. El sexo con su pareja, por ejemplo, se hab¨ªa vuelto torpe y semanal. Vac¨ªo de erotismo. Cuando se encontraban cada viernes, despu¨¦s de toda la semana separados, parec¨ªan adolescentes a punto de perder la virginidad. "Como si nuestros padres estuvieran a punto de abrir la puerta de casa", contaba Lucas hace poco. "Como si no nos conoci¨¦ramos despu¨¦s de tres a?os y medio".
A unos 100 kil¨®metros de Logro?o, son¨® el tel¨¦fono m¨®vil. Era su chica: "?Cu¨¢nto te queda para llegar a casa?", pregunt¨®. "Poco, ?por?". Ella parec¨ªa inquieta. Colgaron y Lucas pens¨®, mientras segu¨ªa conduciendo, en ese d¨ªa de febrero en que la direcci¨®n de la empresa reuni¨® a todos los empleados de Espa?a en Madrid. Los trabajadores fueron pasando a distintas habitaciones seg¨²n les iban ordenando. En una, por ejemplo, los compa?eros que ya no volver¨ªan. En la suya, los directivos explicaron que las nuevas circunstancias obligaban a tomar medidas dr¨¢sticas. El puesto de Lucas, supervisor de concesionarios en la zona norte de Espa?a, con sede en Logro?o, ser¨ªa suprimido. "A partir de ma?ana empiezas aqu¨ª, en Madrid", le dijeron. De otra de las salas, Lucas vio salir a una de sus compa?eras, madre soltera, hiperventilando, con un ataque de nervios.
En el coche volvi¨® a sonar el m¨®vil: "?Por d¨®nde vas?", insist¨ªa su novia con impaciencia. Se hab¨ªan conocido en Madrid, cuando a ¨¦l lo acababan de contratar en la multinacional de autom¨®viles. Lucas, logro?¨¦s de origen, consigui¨® convencerla de que se trasladaran a la capital riojana al cabo de un tiempo juntos: a ¨¦l le sali¨® un buen puesto all¨ª. Y eran una pareja joven, en su plenitud sexual, con ganas de tener hijos en una ciudad peque?a. Pero lleg¨® el derrape econ¨®mico, la marcha atr¨¢s en la demanda, la reestructuraci¨®n empresarial. A Lucas lo devolvieron a Madrid, ella prefiri¨® quedarse en Logro?o, donde hab¨ªa encontrado trabajo y amigos. Se ver¨ªan en fin de semana, decidieron. Y por eso las ¨²ltimas semanas, contaba Lucas, hab¨ªan sido algo parecido a una cat¨¢strofe sexual: "Yo paso toda la semana solo, comi¨¦ndome la cabeza. El miedo se ha instalado en la compa?¨ªa. Cualquier movimiento en recursos humanos genera ansiedad. Vuelves a casa quemado. Y cuando llego a Logro?o empezamos a darle vueltas a los marrones. Comentamos nuestra situaci¨®n: qu¨¦ vamos a hacer, si seguir separados o no? Entramos en bucle y desaparece el deseo. El sexo, con la crisis, queda en un tercer plano. Si se hace, se hace por necesidad. Ya no hay ese juego, esa b¨²squeda del placer. Ya no es ese echarle imaginaci¨®n y probar algo distinto".
El m¨®vil son¨® una vez m¨¢s en la nacional 1. "?Tienes que estar muy cerca!", dijo su novia. Poco despu¨¦s, Lucas giraba la llave en la cerradura, con la maleta en la mano. Cuando venci¨® la puerta de su casa, vio el pasillo en penumbra y una silueta al fondo, apoyada contra la pared. Su novia vest¨ªa un conjunto de lencer¨ªa de encaje rosa: "Cu¨¢nto has tardado. Llevo hora y cuarto esper¨¢ndote...". Lucas solt¨® la maleta en mitad del pasillo y se fue quitando la cazadora acerc¨¢ndose a ella. "Pocos detalles m¨¢s voy a contar", sonre¨ªa mientras lo recordaba. "Fue un polvo bastante bestia. De esos que se guardan. Un par¨¦ntesis en todo esto de la crisis. Acabamos y pens¨¦: "Vale, empezamos de cero otra vez. ?Ahora qu¨¦ toca?". Abrazados en la cama, ella le explic¨®: "Es que te not¨¦ ayer un poquito apagado por tel¨¦fono. Quer¨ªa darte una sorpresa buena". Y Lucas dice ahora que le gustar¨ªa pasarse por un sex-shop, meter algo de picante en la relaci¨®n. Una chispa para mantener la llama encendida. Algo sensual. O quiz¨¢ salvaje.
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