Duelo de debutantes
Quien m¨¢s se arriesga con la huelga general de este jueves en Euskadi y Navarra es la organizaci¨®n que encabeza y da sustancia a la convocatoria. A cinco meses de haberse hecho cargo del liderazgo de ELA, Adolfo Mu?oz Txiki asume la responsabilidad de hacer visible la supuesta sinton¨ªa de los asalariados con los argumentos invocados para promover el paro. El activismo desarrollado estos d¨ªas por los convocantes, con asambleas en los centros de trabajo y manifestaciones en las calles, no parece que vaya a ser suficiente para convencer a la mayor¨ªa de los ciudadanos de la necesidad de esta protesta. Sobre todo, cuando una parte de los sindicatos -CC OO y UGT, minoritarios en el Pa¨ªs Vasco, pero mayoritarios en Navarra- no est¨¢n ni han sido invitados a la huelga y a¨²n no ha cuajado en la sociedad la percepci¨®n de que los destrozos causados por la crisis exijan ya una respuesta de este tipo.
El activismo sindical desarrollado no asegura el ¨¦xito social de la huelga
Por el contrario, es probable que en los d¨ªas que faltan hasta el jueves se produzcan acontecimientos que contribuyan a desle¨ªr m¨¢s la motivaci¨®n primera del paro. Los iniciados en el intrincado mundo sindical vasco coinciden en que la convocatoria de las seis centrales nacionalistas tiene su explicaci¨®n primera en el juego de poder y exclusi¨®n que se da descarnadamente en su seno. Para una ELA celosa de su hegemon¨ªa y una LAB convertida en el ¨²nico referente legal de la vieja izquierda abertzale, la huelga del 21 es un instrumento de afirmaci¨®n y anticipaci¨®n. Con ella se adelantan a la posibilidad, no excluida, de que CC OO y UGT la convoquen m¨¢s adelante en el conjunto de Espa?a si los efectos de la crisis arrecian y se traducen en recorte de derechos laborales; y, al mismo tiempo, remarcan la singularidad del "marco vasco" de relaciones laborales, en el que aspiran ver consolidada su actual supremac¨ªa con la marginaci¨®n de las centrales no nacionalistas.
No obstante, el riesgo de que lo ideol¨®gico contamine lo sindical est¨¢ presente desde el momento en que son exclusivamente las centrales nacionalistas las impulsoras del paro general. Y se incrementa con dos factores a?adidos. En primer lugar, la fruici¨®n con el que la izquierda abertzale ligada a ETA ha acogido una movilizaci¨®n que con las adhesiones recibidas recrea el foro soberanista tan afanosamente pretendido para escapar de la irrelevancia. Pero tambi¨¦n por el hecho de que va a producirse a menos de dos semanas de la llegada al poder, por primera vez, de un Gobierno vasco no nacionalista. La afirmaci¨®n de que la huelga es contra el intento de la patronal de aprovecharse de la crisis y contra las pol¨ªticas de los gobiernos que la han propiciado, y la promesa de que se habr¨ªa convocado igualmente, m¨¢s tarde o m¨¢s temprano, aunque siguiera gobernando el PNV, no consigue limpiar las telara?as ideol¨®gicas.
El paro representa el debut real de Adolfo Mu?oz y su equipo al frente de la organizaci¨®n heredada de Jos¨¦ Elorrieta. Es la primera gran iniciativa del nuevo secretario general de una central que, tras refundar el viejo sindicato nacionalista y dem¨®crata-cristiano vinculado al PNV, se ha ido acercando en la praxis al sindicalismo revolucionario de George Sorel y al discurso anti sistema, despu¨¦s de haber alcanzado su primac¨ªa gracias a las ventajas obtenidas de ¨¦l. As¨ª mismo, supone el estreno Ainhoa Etxaide como sucesora en LAB de la influyente personalidad de Rafael D¨ªez Usabiaga. Y constituye tambi¨¦n el primer trance comprometido para otro debutante, el Gobierno de Patxi L¨®pez. Al nuevo Ejecutivo, en desacuerdo pol¨ªtico con la huelga, le corresponder¨¢ el jueves velar porque no se violenten voluntades y funcionen los servicios p¨²blicos con las limitaciones razonables. Todo un reto para los tres.
Puede anticiparse que de la jornada, suceda lo que suceda, van a salir malparadas las relaciones entre los sindicatos convocantes y el Gobierno socialista. Tanto ELA como LAB hab¨ªan anticipado su nula disposici¨®n a sentarse en la mesa social anunciada por el lehendakari para abordar los efectos de la recesi¨®n econ¨®mica, pero la fijaci¨®n de los servicios m¨ªnimos, la contabilizaci¨®n del seguimiento del paro en la Administraci¨®n o la actitud de la Ertzaintza con los piquetes m¨¢s o menos informativos ser¨¢n motivos para que a partir del jueves la distancia y la desconfianza aumente entre unos y otros, y decrezca la posibilidad de colaborar en el futuro.
(El apoyo de la direcci¨®n de Eusko Alkartasuna al paro general merece un cap¨ªtulo aparte, aunque para explicar la decisi¨®n vale de poco la l¨®gica pol¨ªtica. Que se sume a la protesta un partido que hasta ayer era responsable de la cartera de Empleo del Gobierno vasco y est¨¢ al frente de la Hacienda en Guip¨²zcoa resulta poco comprensible, pero ayuda a entender porqu¨¦ el partido de Garaikoetxea ha llegado a donde est¨¢).
En cualquier caso, son quienes convocan la huelga, y sustancialmente ELA, los que tienen m¨¢s que perder en el envite. La parcialidad de la convocatoria y la distinta implantaci¨®n de ELA y LAB en los cuatro territorios adelantan un seguimiento desigual. Y la ausencia de sinton¨ªa social con la razonabilidad de esta respuesta a la crisis -el respaldo de comit¨¦s de empresa controlados por los delegados propios no asegura el seguimiento autom¨¢tico y voluntario de las plantillas- hace esperable un mayor recurso a los procedimientos intimidatorios que acompa?an las huelgas generales. La implicaci¨®n militante de la izquierda abertzale en la convocatoria, que ya incomoda en algunos ¨¢mbitos de ELA, se convierte as¨ª en un arma de doble filo. Su contribuci¨®n puede ser un factor determinante para conseguir la imagen de paralizaci¨®n de la vida ciudadana que, al fin y al cabo, se pretende con la huelga. Pero una sobredosis de coacci¨®n y violencia tendr¨ªa efectos arrasadores para los convocantes.
La historia sindical est¨¢ llena de huelgas generales que se ganan en la calle y se pierden diferidamente en las empresas y en la estima social.
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