Europa a los ojos
Se acaba de celebrar en San Sebasti¨¢n, propiciada por el diputado general de gipuzkoa, una interesante jornada sobre los retos que ahora mismo plantea y tiene que enfrentar la Uni¨®n Europea. En un contexto de crisis global, con el horizonte a¨²n incierto del Tratado de Lisboa, y en v¨ªsperas de unas elecciones al Parlamento de Estrasburgo, esa jornada y ese debate no pueden parecerme m¨¢s pertinentes. De un modo general, porque la construcci¨®n europea necesita m¨¢s que nunca abrirse de par en par a la comunicaci¨®n ciudadana, liberarse mediante el intercambio de proyectos, conceptos y sentimientos de su ensimismamiento institucional cronificado. Y de una manera m¨¢s singular y puntual porque estas pr¨®ximas elecciones concentran el justificado temor a una desbandada -m¨¢s o menos pronunciada seg¨²n los pa¨ªses, del electorado-, a que los ¨ªndices de participaci¨®n precipiten su ca¨ªda. Porque la realidad es que no dejan de caer, como si el inter¨¦s ciudadano por la UE se hubiera dejado hace tiempo el grifo abierto.
Y entiendo que lo general y lo particular est¨¢n aqu¨ª tambi¨¦n significativamente unidos, que estos lodos del desinter¨¦s o el desafecto, vienen de aquellos polvos del ensimismamiento; de esa polvareda de tecnicismos, opacidades, medias o cuartas tintas, de decisiones definitivas presentadas sin previos de debate, como ca¨ªdas del cielo a menudo nuboso de Bruselas, que al ciudadano europeo le ha distorsionado o impedido la visi¨®n clara de su Uni¨®n. En fin, que la UE no se ha caracterizado en sus procesos ni por la transparencia ni por la comunicabilidad con su ciudadan¨ªa, sino por el recurso -en mi opini¨®n, exagerado, temerario- a f¨®rmulas m¨¢s propias del despotismo ilustrado, del tipo: nosotros, los constructores pol¨ªticos y t¨¦cnicos, vamos haciendo las cosas, t¨² europeo/a de a pie lim¨ªtate a confiar y a decir que s¨ª cuando se te pregunte, a decir que bien. Y ese formulario ha podido funcionar porque la Uni¨®n era primero un sue?o imprescindible despu¨¦s de tanta pesadilla b¨¦lica y, adem¨¢s, un proyecto a escala y rentable, presidido por criterios de eficacia econ¨®mica.
Pero ahora corren otros tiempos. El pasado sangriento est¨¢ mucho m¨¢s lejos que el futuro inquietante. Y Europa ya no es un dise?o a escala manejable sino a tama?o pr¨¢cticamente natural (decir 27 pa¨ªses es pegar geograf¨ªa e historia comunes). Y sobre todo hoy, el motor econ¨®mico, adem¨¢s de estar averiado, es insuficiente para tirar del carro de la Uni¨®n. Hoy el reto es pol¨ªtico. Y no hay pol¨ªtica que se sostenga sin el apoyo ciudadano. Y no hay apoyo que se consiga durablemente sin atenciones claras y respuestas fiables, factibles. La Uni¨®n Europea se ha ido construyendo mayormente como en un reservado, de espaldas a su ciudadan¨ªa; y ahora ¨¦sta le va volviendo la espalda. Si la UE da un giro radical de orientaci¨®n, si empieza a mirar a su gente a la cara, a los ojos, sin duda, la ciudadan¨ªa europea har¨¢ lo propio.
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