3. Unos trafican, otros ponen el burdel
Los problemas jur¨ªdicos para probar los v¨ªnculos entre las redes de trata de mujeres y los clubes de alterne facilitan que la prostituci¨®n forzada quede impune
La ruta del amor. Cuenca. Kil¨®metro 200 de la Nacional 301. Por la radio, un s¨¢bado por la noche, se escuchan toda clase de invitaciones para consumir sexo. Es Loca FM. Entre techno cutre y pachanga, se van anunciando los locales con los que se va a topar el conductor en pocos minutos: Las Torres, Night Star, Los Molinos, Pasarela... Una voz grave y masculina sugiere detenerse en uno de ellos: "Las Torres. Simply the best". A lo largo de 20 kil¨®metros hay siete clubes de alterne. Grandes, peque?os y medianos.
En Los Molinos, uno de los m¨¢s exitosos, no dejan pasar a las mujeres. Ni a la prensa. Un encargado paraguayo balbucea r¨¢pido que all¨ª no se hace nada malo, pero que no tiene intenci¨®n alguna de dejar entrar a dos periodistas. Ni siquiera para tomar unas copas como cualquier cliente. El aparcamiento est¨¢ a reventar. J¨®venes -algunos con cochazos y con la m¨²sica a tope- entran ri¨¦ndose. Dentro les esperan m¨¢s de 60 mujeres que trabajan all¨ª, de distintas nacionalidades, j¨®venes y guapas. Esa noche se har¨¢, probablemente, una gran caja.
Las autoridades calculan que hay unos 2.500 clubes en toda Espa?a
Los empresarios cobran entre 40 y 60 euros al d¨ªa a cada mujer
Los tribunales espa?oles discrepan sobre si el alterne es o no un trabajo
Para polic¨ªa e inspecci¨®n es dif¨ªcil actuar en el actual marco de alegalidad
Las redes de tr¨¢fico de mujeres extranjeras pueden obligar a las chicas a prostituirse en las calles y pol¨ªgonos industriales -a veces tambi¨¦n en pisos-, pero es raro que tengan un local de alterne explotado por ellos mismos, sobre todo cuando la red es peque?a y est¨¢ formada por tres o cuatro personas. Hacen falta espa?oles que act¨²en como tenderos de la mercanc¨ªa. Y son necesarios varios contactos, porque las mujeres no pueden estar paradas en el mismo club durante muchas semanas. Los traficantes tienen que montar una red de locales por la que puedan ir circulando. Cada zona de Espa?a tiene sus especialidades geogr¨¢ficas: en la cornisa cant¨¢brica, el 90% son brasile?as. En La Junquera (Girona) hay un porcentaje similar de rumanas. La cifra total de clubes, seg¨²n la Unidad contra las Redes de Inmigraci¨®n Ilegal y Falsificaciones Documentales de la Polic¨ªa Nacional est¨¢ en torno a los 2.500.
Los empresarios espa?oles insisten en que ellos no tienen nada que ver con la trata de mujeres. Aseguran que s¨®lo les ofrecen un espacio en el que ejercer libremente como prostitutas y que, a cambio, les cobran por el alojamiento y comida. Luis, un cubano ex jugador de voleibol due?o de Las Torres, en Cuenca, defiende que es un negocio m¨¢s en el que todos son libres. "En las copas vamos al 50%, pero el cliente da directamente el dinero a la mujer. Yo no quiero problemas. Tampoco me meto en si tienen o no tienen relaciones sexuales. ?se es su problema. Yo les cobro 40 euros al d¨ªa por habitaci¨®n, desayuno, comida y cena y no quiero saber nada m¨¢s. No acepto menores de edad ni voy buscando chicas. Vienen las que quieren".
La realidad no tiene siempre el tono rosa que pinta Luis. En los clubes hay mujeres obligadas a ejercer la prostituci¨®n. Sobre todo durante sus primeros meses en Espa?a, los que tardan en pagar la deuda a sus captores. Las endeudadas est¨¢n obligadas a hacer cualquier cosa que les digan. A veces es su mami -la controladora, la persona que las vigila siempre-, la que se ocupa de todas sus relaciones mercantiles, de decirle lo que tiene que cobrar y con cu¨¢ntos hombres tiene que mantener relaciones sexuales cada noche. Y la encargada de presionarla si los objetivos m¨ªnimos no se cumplen. El empresario puede mantenerse al margen y limitarse a cobrar a las mujeres entre 40 y 60 euros al d¨ªa para evitar conflictos con la justicia.
Pero en muchos casos s¨ª es el due?o del club -a trav¨¦s de sus encargados y empleados-, el que explota directamente a la mujer una vez que los traficantes la han tra¨ªdo a Espa?a. En las sentencias judiciales se encuentran m¨²ltiples casos como ¨¦ste. "Eugenio trab¨® contactos con diversas personas de Rusia, quienes le enviaban peri¨®dicamente mujeres de dicha nacionalidad", relata el Supremo en una resoluci¨®n de junio de 2006. Eugenio era el due?o de un club de alterne en Roquetas de Mar (Almer¨ªa). Sus amigos rusos reclutaban mujeres prometi¨¦ndoles trabajar como camareras. Cuando ellas llegaban, si se negaban a ejercer de prostitutas, Eugenio las obligaba a hablar por tel¨¦fono con el captador ruso, que amenazaba con matar a sus familias. El espa?ol impon¨ªa multas a las que no trabajaran alg¨²n d¨ªa, no llevaran falda o se negaran a ir con un cliente determinado. Eugenio las obligaba a practicar lo que ¨¦l llamaba el "peque?o champ¨¢n" (beber una botella, dejarse tocar y masturbar al cliente) y el "gran champ¨¢n" (con sexo completo). Una relaci¨®n laboral -obligada, eso s¨ª- en toda regla.
Las autoridades saben d¨®nde est¨¢n los clubes. ?Por qu¨¦ no hay un mayor control entonces? ?Por qu¨¦ no se hace una vigilancia constante para evitar que sean espacios en los que se esclaviza impunemente a las mujeres? Hay dos v¨ªas de actuaci¨®n: la policial y la de la inspecci¨®n de trabajo. Y ambas se encuentran con el mismo problema: la falta de regulaci¨®n en Espa?a de la prostituci¨®n. Como no est¨¢ prohibida, no pueden acosar de forma permanente a los locales. Como no est¨¢ regulada, tampoco pueden controlar que se cumpla una determinada normativa, que se respeten los derechos laborales de las mujeres.
"El tema no est¨¢ claro ni siquiera en cuanto al alterne [tomar copas con los clientes] que es una actividad m¨¢s visible y que se puede controlar m¨¢s", explica Manuel Al¨ªa, subdirector general para la Inspecci¨®n en materia de Seguridad Social, Econom¨ªa Irregular e Inmigraci¨®n del Ministerio de Trabajo. "Seg¨²n los tribunales catalanes, hay una relaci¨®n laboral", contin¨²a. "Seg¨²n los gallegos, no puede haberla porque se trata de un trabajo que atenta contra la dignidad humana. Pero en lo m¨¢s gordo, que es si all¨ª se mantienen relaciones sexuales contra la voluntad de la v¨ªctima, no podemos entrar porque la legislaci¨®n no nos ampara".
La polic¨ªa se encuentra con el mismo problema a la hora de actuar. La prostituci¨®n es una actividad l¨ªcita, por lo que no pueden perseguirla. S¨®lo pueden ir tras el tr¨¢fico de personas y la inmigraci¨®n ilegal. Por lo general, las redadas buscan mujeres sin papeles. Una vez detenidas, algunas denuncian a los explotadores. Otras no. Por miedo a represalias y porque muchas veces el empresario las ha convencido de que los agentes -que pasan a menudo por los prost¨ªbulos para conseguir informaci¨®n- no las van a ayudar.
El negocio de la prostituci¨®n es, seg¨²n la ONU, el segundo negocio mundial m¨¢s lucrativo, tras el tr¨¢fico de armas y antes que el tr¨¢fico de drogas. Reporta anualmente unas ganancias de entre 5 y 7 billones de d¨®lares y moviliza a unos 4 millones de personas. En Espa?a mueve unos 18.000 millones de euros al a?o, seg¨²n el Informe de la Ponencia sobre la Prostituci¨®n en nuestro Pa¨ªs, redactado por las Cortes Generales. Pero la cifra es una vez m¨¢s, una estimaci¨®n poco fiable y basada en un n¨²mero de prostitutas que todav¨ªa se desconoce.
Hay datos que s¨ª indican que, en cualquier caso, hablamos de mucho dinero. Hace unas semanas, la Polic¨ªa Nacional detuvo a Jos¨¦ el Franc¨¦s, un empresario almeriense que supuestamente hab¨ªa blanqueado 12 millones de euros desde el a?o 2007. Las ganancias proven¨ªan de sus siete clubes de alterne en Almer¨ªa capital y Roquetas de Mar. El empresario ocultaba 13 empresas tapadera, que estaban en manos de testaferros y hombres de paja, normalmente drogadictos que aceptaban dar la cara en los locales por muy poco dinero. La mujer de Jos¨¦ el Franc¨¦s, rusa, era la encargada de conseguir mujeres en Rusia y Brasil para el entramado.
La provincia de Almer¨ªa es uno de los focos de la prostituci¨®n en Espa?a. Nada m¨¢s llegar a El Ejido, el Golden y otros locales de los pol¨ªgonos lanzan sus mensajes de ne¨®n a los automovilistas. A pocos metros de all¨ª, en ese laberinto de invernaderos que da trabajo a inmigrantes venidos de Latinoam¨¦rica, ?frica y Europa del Este, se encuentran otros clubes algo menos selectos. Uno de ellos es el Kongo, muy cerca de Roquetas de Mar. Desde fuera parecer¨ªa un almac¨¦n de chatarra si no fuera por el parpadeo del ne¨®n. Dentro es un club de alterne para inmigrantes. "Es raro ver a un espa?ol por aqu¨ª", dice una de las chicas, una rumana con el rostro desencajado que pide ayuda en los primeros minutos de conversaci¨®n: "Quiero salir de aqu¨ª. No me gusta esto. No quiero dedicarme a la prostituci¨®n".
En esos tugurios es donde la ONG tienen m¨¢s problemas para acceder a las chicas y atenderlas. Tambi¨¦n en los pisos, donde las mujeres est¨¢n m¨¢s desprotegidas que en cualquier otro sitio. Algunas mujeres apenas salen a la calle y s¨®lo tienen contacto con los clientes durante un breve lapso de tiempo. Trabajan y viven all¨ª. "Algunas casas son aut¨¦nticos almacenes de mujeres", relata un agente de la UCRIF especializado en Europa del Este. "Hace poco vimos un chalet peque?o en el que viv¨ªan hacinadas 17 rusas. Dorm¨ªan en habitaciones llenas de literas y no sal¨ªan nunca". Se minimiza el gasto y optimiza el beneficio. La prostituci¨®n china, por ejemplo, menos visible, se ejerce casi en su totalidad en pisos de grandes ciudades, en Madrid y en Barcelona. Como en la calle, en los pisos no hacen falta grandes inversiones. S¨®lo poner a la mercanc¨ªa humana a producir.
Uno de los pocos clubes chinos est¨¢ en Madrid. Es un peque?o local con chicas asi¨¢ticas. La clientela, salvo alg¨²n espa?ol trajeado y silencioso, es oriental. Las j¨®venes est¨¢n calladas comiendo arroz con palillos en torno a la barra del local. Al fondo, la mami. Tambi¨¦n china. No dicen mucho. Una de las chicas tiene 20 a?os, viene de Tailandia y chapurrea un ingl¨¦s lo suficientemente ¨¢gil como para expresar que quiere marcharse de all¨ª. "Quiero volver a Bangkok con mi familia". No tiene billete de vuelta y dice que necesitar¨¢ un a?o para conseguir el dinero. Cuando no trabaja est¨¢ en casa haciendo sudokus.
Un grupo de chinos entra en el local e interrumpe la conversaci¨®n. Se llevan a la chica r¨¢pidamente. Dos semanas m¨¢s tarde, ya no est¨¢ all¨ª. "La trasladaron a otro sitio", dice el encargado. Quiz¨¢ tuvo problemas por hablar demasiado con este peri¨®dico. "No le pasar¨¢ nada", dice el hombre, quit¨¢ndole importancia. "Como mucho la habr¨¢n dejado un par de d¨ªas sin comer".
Ma?ana: El debate pol¨ªtico
Hechos probados
El Tribunal Supremo ha dictado m¨¢s de 80 sentencias en los ¨²ltimos ocho a?os sobre delitos relacionados con la prostituci¨®n de extranjeras. Lo que sigue son hechos probados. Resoluciones firmes ante las que no cabe recurso. Hay decenas de casos m¨¢s. Los nombres son supuestos. As¨ª aparecen en la base de datos del Supremo.
- Sentencia 1307/2005. Rafael, ciudadano lituano, actuando de acuerdo con Federico, contact¨® en Lituania con Carmela y Juana, ambas lituanas. Las introdujeron en Espa?a por carretera. Las metieron en un club. Cada d¨ªa, al volver del trabajo, Rafael y Federico exig¨ªan a las mujeres el dinero. Un d¨ªa, Carmela se neg¨® a entregarlo. Federico la golpe¨® con unos guantes de boxeo y la oblig¨® a introducirse en la vagina una porra a la que hab¨ªa colocado un preservativo. Luego le hizo una sesi¨®n fotogr¨¢fica.
- Sentencia 605/2007. Fernando y Ra¨²l (ambos rumanos) propusieron a Roc¨ªo, de 23 a?os, viajar a Espa?a para trabajar como camarera. Una vez aqu¨ª descubri¨® que trabajar¨ªa como prostituta. Fernando viol¨® a Roc¨ªo en tres ocasiones. Ella se resisti¨®. Fernando le grit¨® dici¨¦ndole que ten¨ªa que obedecerle y la amenaz¨® con rajarle con una navaja. Le dijo que ten¨ªa derecho a "catar la mercanc¨ªa".
- Sentencia 1751/2006. Juan Manuel y Amparo trajeron a dos mujeres enga?adas desde Rumania a Espa?a. Juan Manuel quemaba a una de ellas con cigarrillos y le ataba por las mu?ecas si se negaba a prostituirse o ganaba poco dinero.
- Sentencia 712/2005. Conversaci¨®n telef¨®nica interceptada por la polic¨ªa: "Vamos a llamar a Vud¨² para que maten a la chica o llevarle el nombre de la chica para que pague. Si no paga no va a tener ojos para otra cosa". La mujer que dijo esto pertenec¨ªa a una red de trata que introduc¨ªa mujeres nigerianas en Espa?a.
- Sentencia 1305/2004. Jos¨¦ Luis, rumano, se enriqueci¨® en Madrid con el dinero que obten¨ªa de varias chicas introducidas ilegalmente y llevadas a la Casa de Campo para ejercer la prostituci¨®n. El procesado oblig¨® a las chicas a prostituirse al aire libre y en ropa interior. Limitaba a 10 minutos el tiempo de permanencia con los clientes. Si se exced¨ªan en algunos minutos, eran castigadas con golpes.
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