1. "Si rompo las reglas mi 'madame' tiene derecho a matarme"
Mujeres explotadas sexualmente firman contratos con los que entregan su vida a los proxenetas
"Prometo pagar la suma de 40.000 d¨®lares. Declaro que no infringir¨¦ las normas y que no dir¨¦ nada a la polic¨ªa. Si rompo las reglas, mi madame tiene derecho a matarnos a m¨ª y a mi familia en Nigeria. Mi vida vale lo mismo que la cantidad que debo a mi madame. Declaro que me han explicado este acuerdo en mi dialecto y que ser¨¢ destruido cuando el pago total sea abonado".
Los archivos policiales guardan multitud de contratos como ¨¦ste. Un papel escrito en un ingl¨¦s macarr¨®nico, con letras may¨²sculas y espacios en blanco para que una mujer escriba su nombre y ponga su vida a disposici¨®n de la red que la ha tra¨ªdo a Espa?a desde Nigeria. Se convierte en su esclava durante el tiempo que tarde en pagar los 40.000 d¨®lares que le cobran por el viaje. Esto supondr¨¢ una uni¨®n inquebrantable con los traficantes durante al menos cinco a?os.
"A veces, parientes y novios participan en la venta de la chica", dice una v¨ªctima
Las sentencias recogen palizas, cortes, violaciones, castigos y encierros
La demanda ha aumentado y ha hecho del negocio una mina de oro
"Tengo tres kilitos de carne", dice un proveedor en una escucha telef¨®nica
La prostituci¨®n en Espa?a ha cambiado radicalmente en los ¨²ltimos 15 a?os por los flujos migratorios. Antes era un mercado marginal o de lujo. La llegada de las inmigrantes ampli¨® la oferta y la democratiz¨®: m¨¢s mujeres, m¨¢s guapas, m¨¢s j¨®venes, m¨¢s ex¨®ticas y m¨¢s baratas. Cualquiera puede pagar 30 euros por media hora con una de ellas. En estos momentos, entre el 85% y el 90% de las prostitutas son extranjeras, seg¨²n c¨¢lculos de la UCRIF, la Unidad contra las Redes de Inmigraci¨®n Ilegal y Falsificaciones Documentales de la Polic¨ªa Nacional.
El nuevo mercado ha tenido ¨¦xito. La demanda ha aumentado y el negocio se ha convertido en una mina de oro que necesita renovar la mercanc¨ªa constantemente. Para eso los mercaderes han creado redes perfectamente dise?adas para abastecer nuestras calles, pol¨ªgonos, pisos y clubes de carretera. El mismo sistema que se emplea para importar tomates: un recolector, un distribuidor, un transportista y un vendedor. En las escuchas policiales los agentes suelen o¨ªr frases como "tengo tres kilitos de carne" o "he tra¨ªdo unos terneritos". Los terneros son mujeres de entre 18 y 25 a?os, las que se pueden colocar en cualquier sitio.
Vienen sobre todo de una decena de pa¨ªses. Las razones, una vez m¨¢s, son puramente mercantiles: se basan en la pobreza del pa¨ªs de origen, su volumen de delincuencia organizada, unos rasgos ¨¦tnicos que resulten atractivos en Espa?a y la facilidad de entrada. Las colombianas, por ejemplo, est¨¢n dejando de llegar desde que se les exige visado. "El 58% de las mujeres proceden de Latinoam¨¦rica (especialmente brasile?as y colombianas), otro 35% son europeas (de pa¨ªses del Este, sobre todo rumanas y rusas) y el resto africanas (nigerianas y marroqu¨ªes)", seg¨²n indica la Guardia Civil en su Informe 2007 sobre trata de seres humanos con fines de explotaci¨®n sexual. Apenas hay espa?olas. Las asi¨¢ticas, chinas en su mayor parte, ejercen en pisos.
La gran dificultad de la Polic¨ªa y Guardia Civil -y tambi¨¦n de la sociedad al abordar este proble-ma- es diferenciar el tr¨¢fico de mujeres de la prostituci¨®n, que puede ser una actividad libre. "Estoy aqu¨ª porque me da la gana", dice Andrea, en la barra del Golden, uno de los prost¨ªbulos m¨¢s conocidos de El Ejido (Almer¨ªa). "Podr¨ªa estar limpiando escaleras, pero aqu¨ª gano mucho m¨¢s, unos 2.500 euros al mes, incluso con la crisis". Una gran parte de ese dinero (50 euros al d¨ªa, 1.500 al mes) es para el due?o del Golden. Paga esa cantidad por la habitaci¨®n y el alojamiento. Con lo que ahorre del resto, la mujer dice que montar¨¢ un bar de copas cuando regrese a Hungr¨ªa.
Pero no siempre se tiene en cuenta la voluntad de la mercanc¨ªa. "A veces el enga?o es total", explica Carlos Botr¨¢n, comisario jefe de la Brigada Central de la UCRIF y con 20 a?os a sus espaldas de lucha contra el tr¨¢fico de personas. "La mujer llega pensando que va a trabajar como camarera, limpiadora o secretaria, y una vez aqu¨ª es obligada a meterse en un club 12 o 13 horas al d¨ªa para mantener relaciones sexuales a cambio de dinero", explica.
Existe tambi¨¦n otro tipo de enga?o. Cuando la mujer sabe que viene para ejercer la prostituci¨®n pero cree que lo har¨¢ cuando y como quiera. Al aterrizar en Espa?a, se da cuenta de que su capacidad de decisi¨®n ha sido anulada. Si se resiste, le esperan los mismos m¨¦todos de coacci¨®n que se usan para doblegar la voluntad de quienes llegaron enga?adas.
Las compran y venden, y las mueven de club en club para que sean rentables, no hagan amigos y los clientes del burdel tengan la mayor variedad posible. En Fuerteventura, el folleto de un prost¨ªbulo colocado en la ventanilla de un coche vende como gran atractivo la renovaci¨®n total del g¨¦nero cada 20 d¨ªas. A veces se hace coincidir el traslado con la menstruaci¨®n para optimizar el rendimiento de la chica. "Y algunos las obligan a meterse en la vagina una especie de tapones para que puedan mantener relaciones incluso con la regla", relata un agente especializado en trata.
Las decenas de sentencias que el Tribunal Supremo ha dictado en los ¨²ltimos ocho a?os sobre esta materia son relatos de terror: palizas, quemaduras de cigarrillo, cortes con cuchillos y tijeras, violaciones, dientes rotos, amenazas de muerte a ellas y a sus familias, pu?etazos en la cara por no conseguir clientes, obligaci¨®n de mantener relaciones sexuales con hemorragias, castigos por no ir a trabajar tras un aborto, 290 euros de multa por exceder el tiempo que se puede pasar con cada cliente, encierros, vigilancia constante, retirada del pasaporte.
La mujer que llega a Espa?a est¨¢ aislada e indefensa. No suele hablar el idioma y depende de su captor. "Hay chicas muy j¨®venes, sin estudios, que no han salido de su pueblo nunca", dice Jos¨¦ Nieto inspector jefe de la UCRIF. "Est¨¢n tan controladas que es dif¨ªcil que logren escapar y denunciar", explica Roc¨ªo Nieto presidenta de la Asociaci¨®n para la Prevenci¨®n, Reinserci¨®n y Atenci¨®n de la Mujer Prostituida (Apramp). Sonia, una brasile?a v¨ªctima de trata que trabaja ahora para la ONG, habla del miedo que pasan estas mujeres. Del miedo a todo. Al proxeneta que les pega y amenaza. A la polic¨ªa que las puede deportar. Y a volver a sus pa¨ªses. "Incluso los padres, novios o hermanos participan a veces en la venta de la chica", relata.
La salida es dif¨ªcil. Esto fue lo que le pas¨® a Mar¨ªa Esther por tratar de escapar con un cliente, seg¨²n se explica en una sentencia del Supremo de mayo de 2007: "[Abelardo, el proxeneta] la agarr¨® del cuello y comenz¨® a propinarle golpes, tomando unas tijeras y pinch¨¢ndola con ellas en la cabeza y en las piernas, caus¨¢ndole lesiones consistentes en contusi¨®n frontal, heridas y contusiones en cuero cabelludo, traumatismo en la regi¨®n anterior del cuello por aplastamiento de tr¨¢quea, erosiones en la regi¨®n lateral izquierda del cuello, herida contusa en el ment¨®n y en el labio superior, herida inciso punzante en la regi¨®n temporal derecha y heridas inciso punzantes en el muslo izquierdo". Para huir del agresor se descolg¨® del balc¨®n y cay¨® en el del piso inferior. Ese vecino avis¨® a la Guardia Civil.
No hay estudios con cifras concretas, pero es innegable que en Espa?a hay mujeres esclavizadas. "No conocemos el volumen pero sabemos que hay trata", dice Joaqu¨ªn S¨¢nchez-Covisa, fiscal de sala del Tribunal Supremo y coordinador de Extranjer¨ªa. Un n¨²mero m¨ªnimo del que se puede partir es el de 951 v¨ªctimas: ¨¦stos son los permisos de residencia que se han concedido entre 2000 y 2008 en virtud del art¨ªculo 59 de la Ley de Extranjer¨ªa. Se aplica a v¨ªctimas que han denunciado o facilitado a la polic¨ªa informaci¨®n "relevante" para desarticular las redes que las han tra¨ªdo.
La cifra real es, sin duda, mayor. Hay muchas mujeres que no denuncian. Otras que lo hacen pero que no tienen informaci¨®n "relevante" que aportar y, por tanto, se les deniega el permiso -entre 2000 y 2008 se han denegado 648-. Tambi¨¦n las hay que no piden la residencia porque prefieren volver a sus pa¨ªses.
La conciencia sobre el problema, sin embargo, es nula. "La sociedad no se ha preocupado por este tema", opina el fiscal S¨¢nchez-Covisa. "Son mujeres invisibles". "Es muy fuerte la tolerancia que existe en Espa?a hacia el hecho de que se importen seres humanos como muebles", dice Roc¨ªo Nieto, de Apramp. "Es un nuevo tipo de esclavitud al que todos estamos contribuyendo".
No hay campa?as de sensibilizaci¨®n. Nadie habla del asunto. Y los consumidores de sexo no tienen la sensaci¨®n de que la persona a la que est¨¢n pagando quiz¨¢ est¨¦ siendo explotada. "Algunos preguntan y se interesan por tu vida, pero son los menos", dice Anka, v¨ªctima de trata que ahora trabaja ayudando a otras chicas que est¨¢n pasando por lo mismo. "Ellos van a lo que van y te tratan como una puta". "El estr¨¦s postraum¨¢tico que padecen es brutal", a?ade Roc¨ªo Nieto. "Durante meses, o a?os, no tienen libertad para nada. Acaban diciendo cosas como 'yo lo ¨²nico que s¨¦ hacer es mamarla y follar'. La recuperaci¨®n despu¨¦s es muy lenta".
"Nunca me he preguntado si est¨¢n aqu¨ª contra su voluntad", dice un cliente que, por razones obvias no quiere dar su nombre. "Si me lo hubiera preguntado, probablemente no habr¨ªa entrado. Cuando est¨¢s hasta arriba de alcohol no te preguntas esas cosas. No veo nada malo en irse de putas si la persona con la que est¨¢s lo hace porque quiere, pero s¨ª, no suelo preguntarlo y si lo hago no creo que me vayan a decir la verdad".
Cristina Garaiz¨¢bal, de Hetaira, una ONG que defiende la regulaci¨®n de la prostituci¨®n, dice que en los ¨²ltimos meses han recibido llamadas de algunos hombres que quer¨ªan saber c¨®mo detectar si una prostituta era v¨ªctima de trata. Pero la mayor¨ªa, como el resto de la sociedad, vive al margen del asunto.
Mientras tanto, las autoridades viven su propia esquizofrenia. Nadie se atreve a tomar cartas en el asunto de la prostituci¨®n, ni para regularla ni para prohibirla. Ni siquiera en el interior de los partidos pol¨ªticos hay consenso sobre la soluci¨®n correcta. La ¨²ltima ponencia del Congreso de los Diputados sobre el tema -que tuvo lugar en 2007- acab¨® con la decisi¨®n de adoptar medidas contra la trata de mujeres, pero mirando para otro lado a la hora de abordar la prostituci¨®n, el tema m¨¢s pol¨¦mico. Y eso sucedi¨® a pesar de que, seg¨²n las conclusiones, hay 400.000 prostitutas en Espa?a y el 90% ejerce la actividad contra su voluntad. Son c¨¢lculos sin base emp¨ªrica que lo sustente, pero es chocante que se den por buenos y a continuaci¨®n se decida permitir una actividad en la que hay 360.000 esclavas.
El tr¨¢fico de mujeres es un delito pero la prostituci¨®n es alegal: no est¨¢ ni regulada ni prohibida, lo que dificulta la tarea de las fuerzas y cuerpos de seguridad y convierte a Espa?a en un pa¨ªs atractivo para las mafias, que encuentran r¨¢pidamente a espa?oles dispuestos a lucrarse con ellos. La prostituci¨®n en pisos y en la calle es una actividad que queda completamente al margen del control del Estado. Todo son ganancias netas y optimizar el beneficio. Los burdeles, tienen licencias como hoteles u hostales con bar y s¨®lo declaran una m¨ªnima parte de sus ingresos. "Es un negocio que no requiere demasiado para montarlo. Se juntan dos, obtienen una licencia para montar un hostal y le ponen un cartel que diga 'Chicas' y ya est¨¢. Si tienen la forma de conseguirlas tendr¨¢n pronto muchos ingresos", explica Carlos Igual, de la Secci¨®n de Menores, Explotaci¨®n Sexual Infantil y Trata de Seres Humanos de la Guardia Civil.
Como todo es econom¨ªa sumergida, tampoco hay datos fiables sobre el volumen del negocio. Pero los casos concretos son reveladores: en una de las ¨²ltimas redadas de la polic¨ªa se detuvo a un empresario almeriense llamado Jos¨¦ El Franc¨¦s. Hab¨ªa blanqueado 12 millones de euros procedentes de las ganancias de sus clubes de alterne.
Ma?ana, Las redes de la trata
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