Un Bradbury perfecto
La costa en el crep¨²sculo, un relato de corte fant¨¢stico, rele¨ªdo ahora mantiene toda su fuerza y encanto
Al mediod¨ªa, un descubrimiento casual. En la biblioteca, detr¨¢s de las novelas de Flaubert, encuentro -tan polvoriento como intacto, m¨¢s de un cuarto de siglo sin verlo- mi a?orado y extraviado n¨²mero 1 de la revista de fantas¨ªa y ciencia-ficci¨®n Minotauro. Edici¨®n de 1964. En aquel a?o, la revista comenz¨® a distribuirse en librer¨ªas junto a las novelas de la colecci¨®n del mismo nombre y era en realidad la edici¨®n en castellano de The Magazine of Fantasy and Science Fiction.
Aquel primer n¨²mero conten¨ªa relatos de Knight, Bradbury, Boucher, Leiber, Clarke, Reed, Anderson, Bester y Ballard. Quien me lo regal¨® fue la primera persona del mundo a la que o¨ª decir que quer¨ªa ser mi amiga y a la que sin embargo vi s¨®lo en dos ocasiones -en la segunda me regal¨® ese ejemplar inolvidable de Minotauro- y despu¨¦s perd¨ª totalmente de vista, sin que haya vuelto a saber nada de ella en los ¨²ltimos cuarenta y cinco a?os.
Era un relato que ense?aba a escribir relatos. Era un cuento que situaba a la espera como condici¨®n esencial del ser humano
No le¨ªa mucho entonces y prefer¨ªa con creces el cine, y de aquella revista -me inquietaba la idea de que fuera de ciencia-ficci¨®n- me limit¨¦ a leer La costa en el crep¨²sculo, el cuento de Ray Bradbury, el ¨²nico autor que me sonaba, ya que Truffaut hab¨ªa comenzado a preparar el rodaje de Fahrenheit 451, pel¨ªcula basada en una novela suya. No he podido olvidar nunca que qued¨¦ absolutamente fascinado por el cuento. Hasta este mediod¨ªa siempre lo hab¨ªa recordado como la po¨¦tica historia de dos j¨®venes que encuentran a una sirena de una belleza extrema y van a la ciudad a buscar hielo para conservarla. La sirena se la lleva el mar y ellos se quedan esperando a que vuelva alg¨²n d¨ªa.
Rele¨ªda hoy, me ha parecido recordar que la historia me fascin¨® porque vi desmentirse de golpe todas las ideas, cargadas de temores, que me hab¨ªa ido construyendo acerca de lo que pod¨ªa ser un cuento de ciencia-ficci¨®n. Creo que vi que la etiqueta de escritor de ese g¨¦nero aplicada a Bradbury no ten¨ªa el menor sentido. La costa en el crep¨²sculo, rele¨ªdo a?os despu¨¦s, no ha perdido su fuerza y encanto. Al igual que le sucede a la sirena, el cuento tiene unidas dos mitades y termina por ser un relato de orden fant¨¢stico, pero en el fondo perfectamente realista: "Las dos mitades de la sirena estaban unidas de tal modo que no se ve¨ªa d¨®nde la mujer perlada, la mujer blanca de agua transparente y de cielo claro, se confund¨ªa con la mitad anfibia...".
Me pareci¨® un cuento perfecto. All¨ª estaba reunida, con la m¨¢xima concentraci¨®n, toda una visi¨®n del mundo. Era un relato que ense?aba a escribir relatos. Era un cuento que situaba a la espera como condici¨®n esencial del ser humano. Como no hab¨ªa le¨ªdo por aquel entonces demasiado y no ten¨ªa mucho donde comparar, la historia de Bradbury me record¨® Ante la ley, de Kafka, donde el protagonista se pasa la vida esperando cruzar una puerta que s¨®lo est¨¢ destinada a ¨¦l y que nunca lograr¨¢ atravesar. Tambi¨¦n en La costa en el crep¨²sculo la espera se situaba en el centro de la historia. Le¨ªdo ahora, el parentesco con Kafka no lo veo por ning¨²n lado. Pero es que, adem¨¢s, la gracia de Bradbury y su genialidad estriban en parte en que, a pesar de que se han pasado la vida clasific¨¢ndole, es un escritor tan original como inclasificable. En La costa en el crep¨²sculo es admirable su destreza en el tratamiento de la ambig¨¹edad a lo largo de todo el relato. Es un cuento perfecto, de estirpe cl¨¢sica, porque se abre a todo tipo de interpretaciones. Es el cuento de una gran anarquista y arquitecto al mismo tiempo. Su historia de la sirena en una playa desierta socava y reconstruye el paisaje banal de la realidad.
Al volver a pensar en el relato despu¨¦s de tanto tiempo, he vuelto tambi¨¦n a los d¨ªas del invierno de 1968 en los que adapt¨¦ ese cuento para el cine, para el primero de los dos cortometrajes que dirig¨ª en Cadaqu¨¦s antes de cumplir los veinte a?os. La pel¨ªcula la titul¨¦ Todos los j¨®venes tristes -en homenaje caprichoso a un t¨ªtulo de Scott Fitzgerald- y cont¨¦ en ella la historia de una desesperaci¨®n generacional. Silvia Poliakov fue la sirena. Quico Viader, Gay Mercader y Manuel P¨¦rez Estremera, entre otros, participaron en este rodaje. La pel¨ªcula no lleg¨® a ser montada y por tanto no ha sido nunca vista y lo filmado descansa en una caja circular que guardo en casa. Del rodaje recuerdo muy especialmente un episodio extravagante: la secuencia del suicidio del autor, una escena tr¨¢gica que inclu¨ª en la pel¨ªcula y que tal vez fue el involuntario reconocimiento por mi parte de que no serv¨ªa para el cine.
Hasta este mediod¨ªa, La costa en el crep¨²sculo no fue para m¨ª m¨¢s que un texto ligado a mi biograf¨ªa cin¨¦fila de joven triste; un texto perdido en una et¨¦rea y modesta revista de 1964; un relato no conectado con nada ni con nadie, salvo conmigo, que intent¨¦ pasarlo al cine y conservo de la experiencia unas fotograf¨ªas extra?as que public¨® Fotogramas. Hasta este mediod¨ªa yo cre¨ªa que era un cuento que nadie conoc¨ªa y que, de ir al buscador de google, no lo encontrar¨ªa ni nombrado. Y sin embargo la sorpresa ha saltado cuando he visto que hay una pel¨ªcula espa?ola de 1971, The sleeping coast, firmada por Rafael Gasent, "inspirada lejanamente en el cuento La costa en el crep¨²sculo".
?Es Gasent alguien que en aquellos d¨ªas llev¨® una vida paralela a la m¨ªa? ?Tiene Gasent una m¨ªnima noticia de todo esto? Lo m¨¢s curioso es que el a?o pasado revis¨® aquella historia rodada en su juventud y "film¨® Living in the coast, bas¨¢ndose en aquel cuento de la sirena (...) tomando apuntes de la narrativa de Bradbury, pero llev¨¢ndolos a su propio terreno". O sea que muy probablemente es alguien que, como yo, ha visto su vida marcada por aquel relato de Bradbury.
Ese primer n¨²mero de la revista Minotauro -me indica tambi¨¦n google- fue publicado por el gran editor argentino Francisco Porr¨²a, al que hace unos a?os conoc¨ª en Barcelona y me trat¨® con un inesperado cari?o inolvidable, como si intuyera o creyera que est¨¢bamos unidos por m¨¢s cosas que un simple saludo. Porr¨²a fue el editor en 1955 de Cr¨®nicas Marcianas -tambi¨¦n de Bradbury, traducida bajo seud¨®nimo por el propio Porr¨²a y con un inolvidable pr¨®logo de Borges- y el hist¨®rico primer editor de Cien a?os de soledad.
Como pensaba que nadie conoc¨ªa ese cuento perdido, me he llevado tambi¨¦n una sorpresa al enterarme de que lo escribi¨® Bradbury tras leer "un encantador poema de Robert Hillyer sobre el hallazgo de una sirena en Plymouth Rock". Ahora, para completar un c¨ªrculo imaginario, deber¨ªa averiguar qui¨¦n es el tal Hillyer y tal vez acercarme alg¨²n d¨ªa a la playa de Plymouth Rock y repetir all¨ª la secuencia del suicidio del autor. Y de paso comprobar que tampoco Plymouth Rock me pertenece plenamente. -
www.enriquevilamatas.com
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