Entre Goya y Picasso
Hace medio siglo que, aunque parezca mentira, no se hab¨ªa organizado una exposici¨®n monogr¨¢fica sobre Joaqu¨ªn Sorolla (1863-1923), cuyas fechas de nacimiento y muerte casi coinciden con las de la Restauraci¨®n, lo cual, en la agitada historia de nuestro pa¨ªs, es como un seguro de sosiego, imprescindible para contemplar cualquier cosa, pero, en especial, el arte. La ¨²ltima retrospectiva fue con motivo del centenario del nacimiento del artista, con lo que, de seguir as¨ª, tendr¨ªamos que esperar hasta el 2023 para celebrar el de su defunci¨®n, y al 2063 para el bicentenario. Los grandes artistas, sin embargo, no necesitan efem¨¦rides para ser recordados: les basta con su propio arte, y si no es suficiente por el momento, con la expectativa de que pronto -en un futuro indeterminado- se les har¨¢ justicia.
?Cu¨¢l es la justicia que le corresponde a Joaqu¨ªn Sorolla? No me atrever¨ªa a decir lo que pienso al respecto si ahora no pudiera dirigirme a un jurado popular. Es verdad que Sorolla ha tenido siempre a su favor al pueblo, pero es hora ya de que los elegidos le concedan a ¨¦ste sus mejores derechos, y no s¨®lo el privilegio de gozar con sus bajas pasiones. Quiero decir que Joaqu¨ªn Sorolla Bastida, tras la muerte de Goya y el nacimiento de Picasso, no s¨®lo fue el mejor pintor espa?ol, sino, sin duda, uno de los mejores del fin del siglo XIX de cualquier parte del mundo, si hacemos abstracci¨®n entre la confusi¨®n que se genera en aquellos a?os con la importancia entre lo sint¨¢ctico y lo simb¨®lico.
Por primera vez, esta exposici¨®n, que consta de un centenar largo de obras del maestro valenciano, no s¨®lo ha puesto en plenaria evidencia su calidad art¨ªstica internacional, sino la forma en la que se engarza la personalidad hist¨®rica de la Escuela Espa?ola con cualquier exigencia que imponga la renovaci¨®n de los tiempos.
No puedo se?alar la cantidad de obras s¨®lo vistas hasta ahora en reproducciones fotogr¨¢ficas o no vistas en absoluto que esta excepcional muestra del Prado nos proporciona, pero me parece de elemental justicia se?alar que un acontecimiento tan formidable s¨®lo ha sido posible gracias a los que han sido sus comisarios, los conservadores del Museo del Prado Jos¨¦ Luis D¨ªez y Javier Bar¨®n, y la nieta del artista Blanca Pons Sorolla, que, como quien dice, han echado el resto para ahora y para siempre.
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