Sobredosis de psicodelia
Si el festival de Cannes conociera la piedad intuir¨ªa que despu¨¦s de 10 d¨ªas protagonizados abusivamente por el cine de autor, de tem¨¢ticas enrevesadas y con vocaci¨®n de trascendencia, una parte considerable de los extenuados espectadores agradecer¨ªamos mucho que en las ¨²ltimas jornadas declinara la espesura argumental y la est¨¦tica vanguardista, que nos ofrecieran pel¨ªculas entendibles y digeribles, cositas fluidas, alguna comedia, cierto relajamiento. Pero no hay manera. Han reservado para los estertores de la secci¨®n oficial a los m¨¢s psicod¨¦licos del mercado, directores de culto (?se dice as¨ª?) entre la modernidad y que a los cavern¨ªcolas nos pueden provocar un ataque de nervios.
El argentino Gaspar No¨¦ cree que hace arte en sus tonter¨ªas cinematogr¨¢ficas
El argentino Gaspar No¨¦ nos castig¨® hace siete a?os en la inenarrable Irreversible con una violaci¨®n de 20 minutos, una venganza minuciosa con sesos desparramados y una imaginer¨ªa visual que te obligaba a quitar los ojos de la pantalla ya que utilizaba la c¨¢mara para dejarnos miopes de por vida.
En Enter the void se mantiene fiel a sus principios, la historia se desarrolla en Tokio y va de drogas, de reencarnaciones, de continuas referencias a El libro tibetano de los muertos, de viajes astrales, del cord¨®n umbilical entre la vida y la muerte. Y admito que la diarrea mental es algo leg¨ªtimo. El problema es que el permanente tripi en el que flotan los protagonistas, un camello y su hermana stripper, tambi¨¦n pretende No¨¦ que nos lo comamos los receptores y para mostrarnos los efectos de las sustancias qu¨ªmicas distorsiona las im¨¢genes, las inunda de colores, se recrea con la certidumbre de que est¨¢ haciendo arte en todas las tonter¨ªas que se le ocurren, exhibe el fatigoso muestrario l¨ªrico del colgado profesional sobre las personas y las cosas, repite varias veces las mismas secuencias por si no hab¨ªamos captado su misterio, provoca infinito mareo en la vista y en el cerebro.
Terry Gilliam anda por los 70 a?os pero su cine sigue manteniendo juvenil fidelidad al delirio, al caos argumental adornado con est¨¦tica barroca, a las historias fant¨¢sticas habitadas por monstruos. Todo en ¨¦l lleva la huella de los efectos alucin¨®genos, de la imaginaci¨®n desbocada, del gusto por el pasote. A m¨ª me resulta insoportable. En El imaginario del doctor Parnassus Gilliam describe el pacto con el diablo que ha establecido el propietario de una carreta de feria y su miedo al constatar que el del azufre y los cuernos se quiere apoderar del esp¨ªritu de su joven hija. A trav¨¦s de un espejo m¨¢gico seremos testigos de infinitos milagros mal¨¦ficos. La primera vez que aparece Heath Ledger tiene el aire de una premonici¨®n. Lo hace colgado de una soga, pero luego resucita. Y esa imagen te produce un escalofr¨ªo ya que el actor que dio vida al memorable Joker de El caballero oscuro falleci¨® de sobredosis accidental sin acabar el rodaje de El imaginario del doctor Parnassus. Es lo ¨²nico que me impresiona en una pel¨ªcula que pretende in¨²tilmente fascinarte en cada plano.
Teniendo claro que Hollywood jam¨¢s va a filmar la bochornosa tragedia palestina, ese intolerable apartheid que s¨®lo parece preocupar a los que lo sufren, el director palestino Elia Suleiman intenta con medios rudimentarios y un tono entre na?f y tragic¨®mico hablar de esa impune barbarie en The time that remains, retratando en varios cap¨ªtulos los padecimientos de una familia palestina desde 1947 hasta la actualidad. Funciona alg¨²n gag, hay mala leche con toque surrealista, pero tambi¨¦n monoton¨ªa narrativa y el resultado final es desva¨ªdo. Y lamentas que los eternos perdedores no hayan encontrado todav¨ªa su poeta cinematogr¨¢fico.
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