El chamizo donde vivo es de otro
Una inmobiliaria que posee parte del terreno de un poblado chabolista de la Ca?ada Real lleva a los tribunales a 47 rumanos por usurpaci¨®n
Por supuesto que la casa con la que sue?an Jon y Luc¨ªa tiene ba?o, cocina y una habitaci¨®n para sus nietos. Quiz¨¢ tambi¨¦n un balc¨®n con vistas. Pero esa casa queda muy lejos de su alcance. De momento, y a falta de ventanas, adornan la pared de su habitaci¨®n con un p¨®ster de un paisaje id¨ªlico. En la ¨²nica sala de su chabola de ladrillo caben dos camas de matrimonio, algunos recuerdos de su Rumania natal y una barra en la que colgar la ropa. Fue una de las primeras en levantarse en el ensanche del Gallinero, una parte del asentamiento chabolista cercano al vertedero de Valdeming¨®mez, al este de Madrid, que empez¨® a crecer hace dos a?os. Su numerosa familia se reparte en otras cuatro infraviviendas contiguas. Nunca les ha molestado nadie, afirman. Hasta que hace unas semanas llegaron 47 citaciones de un juzgado que han sembrado el lugar de incertidumbre.
"No vas a ir a la c¨¢rcel", aseguraban los abogados a un inmigrante
La empresa reclam¨® hace dos a?os que se desalojara la zona
La raz¨®n la descubrieron los voluntarios de la parroquia de Santo Domingo de la Calzada, en Valdeming¨®mez, poco despu¨¦s. La inmobiliaria Estudio 5 de Gesti¨®n y Proyectos, propietaria de parte de los terrenos, les hab¨ªa denunciado por usurpaci¨®n. Hace dos a?os que solicit¨® a un juzgado de lo penal que echase a las familias de rumanos de etnia gitana que hab¨ªan empezado a ocupar las tierras. El juzgado archiv¨® la causa por entender que no estaba acreditado que hubiesen cometido ning¨²n delito. La empresa recurri¨® a la Audiencia Provincial, que orden¨® reabrir la instrucci¨®n. El pasado mi¨¦rcoles empezaron a desfilar por los juzgados de plaza de Castilla los habitantes del Gallinero.
Hac¨ªa meses que Luc¨ªa, que ronda la cuarentena, no pisaba el centro de Madrid. La ma?ana del mi¨¦rcoles la pas¨® entre autobuses, metros y preocupaci¨®n. En los pasillos del juzgado, ella, su marido Jon y su hermano Adri¨¢n atend¨ªan los consejos de los abogados que les defienden. Adri¨¢n, que es sordo y habla por se?as, repet¨ªa con nerviosismo el gesto de estar esposado. "No te van a meter en la c¨¢rcel", le intentaban tranquilizar los voluntarios de la parroquia que les acompa?aban. Fueron los primeros en ir a declarar.
"Me han preguntado si alguna vez vino alguien a decirnos que no pod¨ªamos estar ah¨ª", relataba a la salida Jon, que se present¨® ante el juez con chaqueta de pana negra y zapatos relucientes. Si sab¨ªan que ese terreno era de alguien y si se hab¨ªan asentado por la fuerza. Todos repiten que no.
"Para que sea delito tiene que haber el expreso ¨¢nimo de da?ar los intereses de la inmobiliaria", explica Antonio Hornedo, abogado de C¨¢ritas y uno de los que se reparten la defensa de los rumanos. "Creo que los responsables de la empresa saben que esto no tiene trascendencia penal", opina el letrado, para explicar a continuaci¨®n que los procedimientos civiles de desahucio en este tipo de casos no suelen llegar a buen puerto. "Est¨¢n utilizando indebidamente un medio para conseguir sus fines. Pero no vale todo".
"Consideramos que la v¨ªa civil no era el veh¨ªculo adecuado", alega un representante de la empresa, propiedad de Manuel Hermo Pati?o. "No queremos meter a nadie en la c¨¢rcel, s¨®lo que se les desaloje", apuntan. "El factor humano tampoco se puede obviar". Hasta finales de junio, los "factores humanos" seguir¨¢n visitando los juzgados de la plaza de Castilla.
En el Gallinero, mientras tanto, la vida sigue. Luc¨ªa limpia el habit¨¢culo en el que vive con Jon. Varias peque?as corretean descalzas junto a la puerta, metiendo las manos en las v¨ªsceras del pescado que su cu?ada prepara para comer. Unas 500 personas sobreviven aqu¨ª, a los pies de la carretera de Valencia, en un extremo de la Ca?ada Real. Un poblado fantasma, rodeado de basura y escombros, para el que ninguna de las administraciones implicadas ha encontrado todav¨ªa soluci¨®n.
La falta de servicios la resolvieron ellos mismos hace tiempo. Recogen agua de una tuber¨ªa desviada en mitad de un descampado cercano y conectan los aparatos el¨¦ctricos directamente a las torres de alta tensi¨®n. As¨ª han conseguido equipar una cocina com¨²n con nevera, horno y fogones donde pasan la ma?ana varios de los hombres. "Vinimos porque en Rumania no consegu¨ªamos trabajo", cuenta Jon, amable, con un espa?ol de acento marcado. "Aqu¨ª ganamos lo justo para dar de comer a nuestra familia. Limpiando coches o recogiendo chatarra".
La inmobiliaria, que fue acusada en dos ocasiones de vender viviendas p¨²blicas con sobreprecio, explica que el terreno forma parte del sector urban¨ªstico de Valdecarros, cuyo plan parcial ya est¨¢ aprobado, y en el que "va a haber un desarrollo a largo plazo". Cuando vio que el asentamiento se extend¨ªa pusieron una valla, que de poco sirvi¨®. Y denunci¨® para echar a los ocupantes.
En la zona central del Gallinero, cuyo terreno pertenece a otros propietarios, ya hubo derribos en 2007, pero las m¨¢quinas se detuvieron a mitad de trabajo por un recurso judicial de los rumanos. La saturaci¨®n en el lugar oblig¨® a los nuevos inmigrantes que llegaban a instalarse unos metros m¨¢s cerca de la carretera, dando lugar al ensanche, que es territorio de Estudio 5. "Cuando llegamos esto estaba abandonado", relatan los inmigrantes rumanos. "Nosotros pusimos hasta la grava en el suelo".
A casi todas las chabolas a las que uno se asoma ha llegado la carta del juzgado, de mano de los agentes municipales y en rumano, seg¨²n explican. Al final del camino principal, frente a la chabola en la que descansa una chiquilla de 15 a?os embarazada de ocho meses, Nadia vigila a sus ni?as a la puerta de su vivienda. Ella, por el momento, ha sido la ¨²ltima en declarar. Tambi¨¦n lleva dos a?os en la zona y posee otra de las pocas chabolas de ladrillo. Y tampoco sabe que la tierra en la que a sus 26 a?os cr¨ªa a sus seis hijos puede acabar formando parte de Valdecarros, anunciado como el futuro mayor barrio de Espa?a.
"?Y si os echan?". Nadia, que pone cara de impotencia, repite la misma respuesta que sus vecinos. Sonr¨ªe y se encoge de hombros.
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