Campa?a provinciana
Los l¨ªderes pol¨ªticos desnaturalizan la cita del 7-J y act¨²an como si las elecciones fuesen nacionales
El inicio de la campa?a electoral para el Parlamento Europeo no pod¨ªa ser m¨¢s lamentable. Los primeros m¨ªtines y argumentos est¨¢n poniendo de manifiesto hasta qu¨¦ punto los dirigentes pol¨ªticos espa?oles, pr¨¢cticamente sin excepci¨®n, tienden a desnaturalizar el sentido de la convocatoria, tratando de convertirla en una elecci¨®n dom¨¦stica m¨¢s, en una suerte de primarias o de partido de vuelta de las legislativas de hace un a?o. Cuando no lo son.
As¨ª, nadie exhibe o critica los resultados propios o ajenos de la anterior legislatura de Estrasburgo. Nadie, salvo en alg¨²n atisbo meramente ret¨®rico, plantea qu¨¦ proyecto tiene para la UE ni qu¨¦ papel debe desempe?ar en ¨¦l la nueva C¨¢mara. El partido del Gobierno lanza mensajes puramente reactivos contra la derecha, intentando resucitar el voto desafecto. El PP batalla por repetir la victoria gallega para consolidar a su l¨ªder. Los nacionalistas se entretienen en una subastilla soberanista. Todos discuten de temas internos, sin siquiera salpicarlos apenas de referencias al contexto europeo.
Esta deriva provinciana no s¨®lo es ex¨®tica. Retrata el concepto instrumental que la actual clase pol¨ªtica tiene de Europa y de la construcci¨®n comunitaria.
Este concepto empez¨® a fraguarse hace ya algunos a?os, cuando se utilizaba a "Bruselas" como chivo expiatorio de cualquier adversidad, presunto aval de la pol¨ªtica propia o campo de batalla donde conseguir victorias que luego sol¨ªan ser p¨ªrricas. Y se acud¨ªa a las reuniones de la UE como a una oportunidad fotog¨¦nica, una pasarela para sacar pecho o una ocasi¨®n de disponer de altavoz a las propias irrelevancias. Pero nunca como hasta ahora se hab¨ªa ninguneado el contenido, sentido y caracter¨ªsticas de las elecciones europeas. Por este camino, los pol¨ªticos espa?oles acabar¨¢n llevando al pa¨ªs a la eurofobia, desandando el trecho recorrido desde la transici¨®n, bajo el imperativo de que ning¨²n proyecto nacional espa?ol pod¨ªa tener sentido desprovisto de la marca Europa.
Muy lejos, los retos a los que se enfrentar¨¢ el nuevo Parlamento, desde intentar forzar un enfoque global a la recesi¨®n o preservar y hacer m¨¢s eficiente el modo social continental, pasando por la aplicaci¨®n del Tratado de Lisboa, hasta el control de las nuevas relaciones exteriores con los nuevos poderes (el EE UU de Obama, pero tambi¨¦n los emergentes) quedan en el limbo. Hay tiempo de corregir.
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