La derechizaci¨®n de los intelectuales espa?oles
Las ideas liberal-conservadoras son hoy hegem¨®nicas en la esfera p¨²blica en nuestro pa¨ªs. En muchos casos son defendidas con ardor por gente que fue progresista en su juventud, y a veces, hasta marxista-leninista
Aunque viene de atr¨¢s y el proceso ha sido gradual, en los ¨²ltimos a?os se ha acelerado, y desde luego se ha hecho m¨¢s visible, un muy notable desplazamiento de buena parte de los intelectuales espa?oles hacia posiciones conservadoras y derechistas. Los intelectuales -entendiendo por tales, en un sentido muy amplio, a aquellas personas con un protagonismo destacado en la esfera p¨²blica: profesores universitarios, periodistas, escritores, etc¨¦tera- se han derechizado, muchas veces a cuenta de la negaci¨®n de la diferencia misma entre la izquierda y la derecha, que consideran superada, mistificadora o simplemente sectaria.
Siempre ha habido muchos intelectuales de derechas y, como es l¨®gico, contin¨²a habi¨¦ndolos. Ocurre as¨ª en todas partes. Lo que no resulta tan habitual es que en el lado opuesto del espectro ideol¨®gico haya habido una especie de desbandada generalizada. Muchos de quienes escrib¨ªan antes desde posiciones a veces furiosamente radicales o revolucionarias, hoy defienden no valores liberales, como quiz¨¢ cabr¨ªa esperar, sino ideas que s¨®lo cabe calificar de reaccionarias.
Resulta reveladora la incomodidad que muchos sienten cuando se les recuerda su evoluci¨®n
Quienes han abandonado los principios progresistas tachan a quienes no lo hacen de dogm¨¢ticos
Este cambio se hace especialmente chocante en los casos m¨¢s extremos, en aquellos que defend¨ªan la dictadura del proletariado, el marxismo m¨¢s estricto, el derecho a la autodeterminaci¨®n de los pueblos, o incluso a la propia ETA. Muchos de ellos andan hoy en las ant¨ªpodas de todo aquello. Sus preocupaciones ahora son muy distintas, como la defensa de la unidad de Espa?a, la guerra a los nacionalismos perif¨¦ricos, el desprecio a la socialdemocracia, el combate frente a esas espectrales amenazas del relativismo y el multiculturalismo, el lamento por la p¨¦rdida del modelo antiguo de la educaci¨®n, basado en la jerarqu¨ªa y la disciplina, o la defensa, en nombre del realismo y la madurez, de cuantas intervenciones armadas tengan a bien emprender Estados Unidos e Israel.
Hay, por supuesto, casos mucho menos llamativos, pero seguramente m¨¢s abundantes, de intelectuales que fueron de izquierdas, socialistas por ejemplo, que se identificaron en su momento con el proyecto de Felipe Gonz¨¢lez, y que han pasado a abrazar una confusa mezcla de liberalismo y nacionalismo espa?ol que cristaliza en el desprecio a la figura de Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero. Muchos de ellos han dedicado grandes esfuerzos a hacer escarnio de esa pobre figura imaginaria, casi m¨ªtica, del progre profundamente antiamericano, que apoyaba a Fidel Castro, que ten¨ªa sus ambig¨¹edades ante el terrorismo, que ve¨ªa casposa la idea misma de Espa?a, que rechazaba los m¨¦todos memor¨ªsticos en la escuela, que hac¨ªa apolog¨ªa de un pacifismo ingenuo, que pensaba que la polic¨ªa era un cuerpo represivo... En fin, un discurso perteneciente en todo caso al g¨¦nero autobiogr¨¢fico y hecho en realidad con el claro af¨¢n de justificar ante s¨ª mismos y ante la sociedad cambios ideol¨®gicos pendulares, que van de un extremo a otro. ?Cu¨¢ntos art¨ªculos de opini¨®n en esa l¨ªnea no hemos le¨ªdo en las p¨¢ginas de este peri¨®dico en los ¨²ltimos, digamos, 15 a?os?
Quiz¨¢ sea la cuesti¨®n eterna sobre el ser de Espa?a la que mejor ha permitido visualizar el cambio al que me refiero. Si en otros tiempos los intelectuales de izquierda creyeron tener una suerte de afinidad natural con los movimientos nacionalistas vascos y catalanes que reclamaban un Estado propio, hoy han abjurado completamente de aquellas ideas y las han sustituido por otras no menos dogm¨¢ticas y esquem¨¢ticas que las anteriores, seg¨²n las cuales estos nacionalismos son un vestigio de la "tribu", una doctrina irracionalista de principio a fin que no cabe en nuestro orden liberal. El t¨¦rmino "tribu" es hoy un comod¨ªn tan gastado como en su d¨ªa lo fue el "sistema" o los "poderes f¨¢cticos".
Como una derivaci¨®n natural de la cuesti¨®n nacionalista, la lucha contra el terrorismo de ETA ha tenido efectos similares. En estos ¨²ltimos a?os han surgido, como si fueran setas, intelectuales que se mostraban muy indignados con los etarras, justo cuando ETA menos mataba. Estos antietarras sobrevenidos, que no se ocuparon de este drama en los tiempos realmente duros, y que escriben bien alejados del Pa¨ªs Vasco, se han aprovechado descaradamente del prestigio moral que otorga la resistencia frente a ETA para hacer su peculiar ajuste de cuentas con las ideas que defendieron anta?o.
Como todo fen¨®meno complejo, la derechizaci¨®n creciente de los intelectuales que fueron de izquierdas tiene m¨²ltiples causas. En primer lugar, cabe destacar el esp¨ªritu de los tiempos. El auge del neoconservadurismo por un lado, as¨ª como el colapso del marxismo que, por muy distintas que fueran las formas que adoptara, serv¨ªa al fin y al cabo de lengua com¨²n de la izquierda, sumado todo ello a la confusi¨®n sobre el papel que puede desempe?ar la socialdemocracia en el capitalismo actual, ha creado un clima propicio para el abandono de las antiguas convicciones ideol¨®gicas. No son pocos los que se han dejado arrastrar c¨®modamente por esta corriente. Aunque se suponga generosamente que los intelectuales somos gente que piensa por s¨ª misma y revisa cr¨ªticamente sus ideas, en realidad nos dejamos influir por las modas y las tendencias tanto o m¨¢s que el com¨²n de los mortales.
El esp¨ªritu de los tiempos tiene adem¨¢s una especificidad propia en Espa?a. La historia pol¨ªtica de nuestro pa¨ªs ha sido extremadamente convulsa. S¨®lo as¨ª se explica que muchos intelectuales abrazaran el izquierdismo para oponerse a Franco. Desaparecido ¨¦ste, fueron evolucionando en la democracia hacia posiciones liberales que son las que habr¨ªan tenido de forma casi natural, por su origen social y formaci¨®n, si Espa?a no hubiera pasado por una dictadura tan prolongada. A esto hay que sumar el estigma que ha arrastrado en nuestro pa¨ªs la derecha democr¨¢tica debido a sus conexiones con el r¨¦gimen anterior. Algunos intelectuales se atrevieron a hacer expl¨ªcitas sus nuevas posiciones s¨®lo cuando, tras la llegada del PP al poder en 1996, ese estigma comenz¨® a diluirse.
Hay tambi¨¦n una cuesti¨®n generacional que no cabe soslayar. Los intelectuales que han tenido una fuerte presencia en la esfera p¨²blica desde los tiempos de la transici¨®n, cuando eran todav¨ªa muy j¨®venes, tuvieron sus a?os de gloria bajo los primeros Gobiernos de Felipe Gonz¨¢lez. Lo llamativo es que no se resignen a perder el oligopolio de las letras 30 a?os despu¨¦s. En un pa¨ªs normal, con un sistema pol¨ªtico consolidado que lleve largo tiempo funcionando, la renovaci¨®n de personas e ideas se produce con total naturalidad. Aqu¨ª no. Es an¨®malo que las personas que nacieron, aproximadamente, entre 1935 y 1950, comenzaran tan pronto y acaben tan tarde.
Su incomprensi¨®n y su desconcierto ante la generaci¨®n socialdem¨®crata en el poder salen a relucir casi a diario. Que se trata de una cuesti¨®n generacional queda meridianamente claro por el tono de ri?a y suficiencia que se emplea para realizar lo que deber¨ªa ser la cr¨ªtica razonable al Gobierno y a su presidente. Esa falta de entendimiento generacional explica tambi¨¦n, seg¨²n me parece, la deriva liberal-derechista de tantos intelectuales que, sin embargo, se identificaron, con mayor o menor entusiasmo, con los Gobiernos socialdem¨®cratas de Felipe Gonz¨¢lez.
Este abandono de la izquierda ha provocado una creciente hegemon¨ªa de las ideas liberales-conservadoras, que son hoy las dominantes en peri¨®dicos, revistas de debate y ensayo, libros y otros elementos que componen la esfera p¨²blica. Los centros de agitaci¨®n intelectual est¨¢n hoy en la derecha. En la izquierda no extrema no hay nada parecido a un debate desde hace mucho tiempo, como atestigua la facilidad con la que se propalan en Espa?a t¨®picos exagerados y sin fundamento sobre el catastr¨®fico estado de la educaci¨®n, el desastre del sistema auton¨®mico, o la cuesti¨®n de los derechos ling¨¹¨ªsticos.
Lo m¨¢s curioso del caso es que quienes han abandonado los principios progresistas exigen a los dem¨¢s que recorran el mismo trayecto, de forma que si alguien se resiste se le tacha de inmediato de sectario, dogm¨¢tico o vendido. El ardid es muy burdo como para pasar desapercibido y, en el fondo, resulta revelador de la incomodidad que muchos sienten cuando se les recuerda su "evoluci¨®n", por llamarlo de alguna manera.
?Qu¨¦ extra?os son estos nuevos liberales que se siguen creyendo progresistas!
Ignacio S¨¢nchez-Cuenca es profesor de Sociolog¨ªa en la Universidad Complutense de Madrid.
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